Mientras Sara continuaba…
―Inhala paz, inhala amor y exhala preocupación, exhala miedo. Siente la paz, siente la tranquilidad y visualiza cómo esta esfera de luz violeta empieza a crecer, a crecer, a crecer y te empieza a envolver, a unirse con tu energía. Siente cómo esta luz violeta te rodea, te rodea, permite que este fuego violeta transmute toda energía que te quita la paz, siente cómo este fuego violeta empieza a activarse en ti, siéntelo dentro y fuera de ti, das un paso en la luz, caminas en la luz, eres luz… yo soy luz, yo sooooyyy luzzzz, yo sooooyyy luzzzz. Eres guiado por esta energía de luz fuego violeta en ti y permite que este fuego violeta empiece a entrar en ti como un remolino, permite que entre por tu tercer ojo y deja que limpie tu canal de la verdad.
Y así Sara conducía la meditación hacia la relajación. Elia, por su parte, hacia lo posible por concentrarse, pero se le venían una y otra vez pensamientos de todo tipo; primero pensaba que ella nunca lograría imaginar todo eso que le decía la guía, luego pensaba en qué estaba haciendo ahí, y así todo tipo de pensamientos, tanto así que dejaba de escuchar a Sara; luego se reprochaba su poca atención, y hubo un momento en que se quedó medio dormida, y luego volvió a tratar de concentrarse y no lo lograba por mucho tiempo. Tanto fue su afán que, ya casi al final, le empezó un dolor de cabeza.
Se decepcionó un poco de este momento, seguía pensando que esto no era para ella, y así se terminó la meditación. En cuanto pudo, Elia le contó a Sara su experiencia y ella le dio sus comentarios.
―¡Jajaja! ―y con una risa amable, le dijo―, no te preocupes, esto es normal, conforme lo sigas practicando vas a ir aprendiendo a cómo conectar, a relajarte y trabajar en lo que te toque hacer. Lo que te puedo recomendar es que trates de practicar la relajación unos 10 o 15 minutos todos los días, o al menos tres o cuatro veces a la semana, y que sigas asistiendo los martes con nosotros.
―Bueno, pues sí seguiré la siguiente semana, y veremos si logro mejorar ―terminó de comentar Elia.
De regreso a casa, Elia iba recordando todo lo que había vivido en esa meditación. Le gustó mucho el ambiente y le ilusionaba la idea de llegar realmente a tener esa imaginación o visualización de todo lo que dijo Sara, llegar a ese nivel de concentración, de conseguir esa paz que alcanzó a percibir por unos breves momentos, y esto le dio el impulso para seguir intentándolo.
Llegó a su casa y la esperaban Gloria y Estefanía, le habían preparado una rica cena, tenían la mesa puesta y hasta unas flores al centro. Elia, muy sorprendida, les dio un abrazo y muy emocionada les dio las gracias.
Ya sentadas empezaron a cenar y, al mismo tiempo, en la charla Estefanía preguntó:
―A ver, mami, cuéntanos qué tal estuvo, ¿te gustó?, ¿conociste gente nueva? Ándale, cuéntanos ya.
―Sí, estuvo muy bonito y Sara dirige muy padre todo, la gente es muy amable; la verdad sí me gustó mucho.
―Entonces, ¿vas a seguir yendo, ma? ―le dijo Gloria, con una gran sonrisa.
―Yo creo que sí, hija, pero la verdad soy fatal para la meditación, nada más estoy pensando en mil cosas y no me concentro. Me dijo Sara que practicara mucho.
―Pues sí, mami, en Internet hay mucha información de eso, si quieres buscamos para que lo hagas.
―Sí, sí, por fa. Por cierto, Estefanía, están riquísimos estos tallarines, pásame la receta, me encantaron. Debería poner un negocio de comida.
Y así siguieron un buen rato durante la cena, convirtiendo ese momento en una noche familiar muy amena.
Más tarde se pusieron a seleccionar algunos videos y algo de información de la red sobre cómo meditar, meditación para principiantes, etc., y Elia los guardó en su teléfono inteligente para usarlos en sus prácticas posteriores.
Aunque Elia tenía toda la intención de hacerlo, pasaron los días y no era muy constante en sus prácticas; sin embargo, ya lograba concentrarse un poco más de tiempo y comenzó a disminuir su dolor de cabeza en las meditaciones.
Con el trabajo que empezó a hacer surgió algo que Elia no se esperaba. Después de varias semanas comenzó a recordar cosas relevantes y muy intensas de su pasado, sobre todo de su infancia, cosas que había bloqueado por muchos años debido al gran dolor que le causaban. Estos recuerdos cada vez aparecían más y se conectaban como armando un rompecabezas; eran recuerdos esporádicos que no lograba entender, a veces eran sueños y en otras eran visiones, cuando se sentaba a meditar.
Era miércoles, mitad de semana por la noche, ya pasaban de las 8:00 p.m., el clima estaba fresco y el cielo despejado. Elia se hallaba en su casa a punto de terminar todas sus actividades; había sido un día un poco complicado y de mucho trabajo, deseaba acostarse a descansar y pensó que sería bueno hacer una meditación para antes de ir a la cama, así que se preparó como lo venía haciendo. Se conectó con su respiración y empezó a relajarse, seguía la guía que le daba el video que tenía en su celular, empezó la conexión poco a poco y, cuando estaba muy relajada, de pronto tuvo una visión, como un flashback. En esta imagen se veía a ella misma de niña, mirando sus pies, subiendo una escalera, y veía a su lado los zapatos de un adulto, zapatos negros con agujetas y lustrados; comenzó a ver como si fuera una película, pero mostrándola desde sus propios ojos. Entonces el adulto que caminaba a su lado en la escalera, la conducía de la mano hacia arriba. Se dio cuenta que era en una casa en la que vivió de pequeña, se sentía confiada en ese momento, parecía un recuerdo sin importancia; sin embargo, de pronto vino a ella un torbellino de emociones muy confusas, como si un tornado la envolviera de repente, y comenzó a sentir mucho miedo. Fue tan repentino este vuelco de emociones y tan drástico, que interrumpió rápidamente la meditación. Abrió los ojos muy sobresaltada y sorprendida, no entendía qué había pasado, sabía que era un recuerdo, pero sólo eso.
Se preguntaba por qué, si caminaba muy tranquila de la mano de alguien, había salido ese miedo, o ese repentino sentimiento tan abrupto, ¿de dónde venía? Eran varias las preguntas que, lejos de calmarla, la alteraban más. Trató de relajarse un poco, sin conseguirlo, así que decidió mejor comenzar a realizar oración como ella había aprendido a hacerlo. Cambió de postura y se levantó, acomodó un cojín a la orilla de su cama, se arrodilló, volvió a cerrar sus ojos y empezó un diálogo con la divinidad, con su Dios.
―Amado Señor, amado Dios, no sé qué está pasando, no entiendo de dónde salen estas imágenes, en donde están guardadas, por qué no las recordaba, si es que son recuerdos o vivencias mías, hazme saber por qué están ahí o para qué están en mi mente, qué me quieren decir, cuál es el mensaje, amado Señor, no entiendo nada; sin embargo, con base en lo que he aprendido de mis miedos y angustias, sé Tú quien guíe mis pasos, mis acciones, mi mente y mis recuerdos, si es necesario para mi mayor bien que me sea revelado algo, si es para mi mayor bien que salgan a la luz cosas de mi pasado, que así sea, pero si no lo es, entonces sana mi corazón y trae la calma a mi mente y mi alma. Yo sólo deseo lo que Tú decidas qué es mejor para mí, yo confío plenamente en ti, Señor, aquí y ahora entrego todo esto que me angustia. Sé Tú el conductor… ¡Que así sea!
Elia se levantó de ahí un poco consternada, sin saber qué hacer; sin embargo, al haber realizado oración sentía un alivio, algo en ella le decía que confiara, así que se tranquilizó y dejo fluir sus pensamientos y emociones.
Fue a la cocina a servirse un vaso con agua, pues aún se sentía perturbada por la visión que tuvo. En ese momento llegó Gloria, también iba por un vaso de agua.
Читать дальше