Para Van Dijk, la manifestación del poder más pura es el control (2009, p. 29). Además, este es un acto social que se expresa discursivamente bajo varios estilos. Es decir, el control no solo se expone como evaluación o verificación de la labor realizada por un “otro”; también se puede presentar en un discurso regulador sobre un trabajo a realizar, como en el caso del discurso de las organizaciones.
Por su parte, Basil Bernstein analiza el control en relación con el trabajo y con una de sus divisiones más trascendentales, como es la educación. Para este autor, el control simbólico
[…] constituye el medio a través del cual la conciencia adopta una forma especializada y distribuida mediante formas de comunicación que transmiten una determinada distribución de poder y categorías culturales dominantes. El control simbólico traduce las relaciones de poder a discurso y el discurso a relaciones de poder. Y añadiré que puede transformar, también, esas mismas relaciones de poder (1977, p. 139).
En otras palabras, se trata de un control cognitivo, porque el sujeto es capaz de interpretar dónde están en juego las relaciones de poder y cómo participar en ellas, o por lo menos cómo ser un elemento (pasivo o activo) de ellas. El campo del control simbólico cuenta con agentes que dominan el discurso y, por supuesto, con discursos: “Modos de relacionar, pensar y sentir, [que] especializan y distribuyen formas de consciencia, relaciones sociales y disposiciones” (Bernstein, 1977, p. 139).
Bernstein contrasta el campo del control simbólico con el campo del control económico. Mientras los agentes dominantes del control en el campo económico regulan los medios, los contextos y las posibilidades de los recursos físicos, los agentes del campo del control simbólico regulan los medios, los contextos y las posibilidades de los recursos discursivos. Con los primeros aparecen los códigos de producción, y con los segundos, los códigos discursivos.
Si bien Bernstein se especializa en los discursos de la educación, atiende también al discurso de los trabajadores, el cual agrupa con otros discursos, llamados por él dispositivos , es decir, “un sistema de reglas formales que rigen las distintas combinaciones que hacemos para hablar o escribir” (1977, p. 182). Estos dispositivos tienen reglas relativamente estables, que son dependientes de la ideología, por lo cual, “es fácil que el origen de la relativa estabilidad de las reglas esté en las preocupaciones de los grupos dominantes” (p. 184). Entre otras cosas, ni las reglas estables ni las relativas son neutrales desde la óptica ideológica.
Ahora bien, lo que aquí más interesa es el control laboral , la estrategia usada por la organización para evaluar y cuyo principio es garantizar que las cosas ocurran de acuerdo con lo planeado. Suelen darse bajo esta línea acciones de verificación, confrontación y regulación, hasta la aplicación de correctivos. Miremos cómo opera este tipo de control, bajo la dupla conceptual control/trabajo .
Las concepciones de control ya revisadas relacionan “control” y “sociedad” en el sentido de una permanente tensión, cuyo resultado es incluso el control mental y la manifestación del poder. Pero en la relación entre control y trabajo se suman otros matices.
Una de las teorías clásicas de la administración la representa Frederick Winslow Taylor (1856-1915), quien sentó los principios de la administración científica para un trabajo más productivo, partiendo del control. Así los cita Echeverría (2001): 1) principio de planeamiento : sustituir, en el trabajo, el criterio individual del operario, la improvisación y la actuación empíricopráctica por los métodos científicos; 2) principio de la preparación/planeación : seleccionar científicamente a los trabajadores de acuerdo con sus aptitudes y prepararlos, entrenarlos para producir más y mejor, conforme el método planeado; 3) principio de control : verificar que el trabajo esté siendo llevado a cabo bajo las normas establecidas y según lo planeado, y 4) principio de la ejecución : distribuir distintamente las atribuciones y las responsabilidades, para que la ejecución del trabajo sea disciplinada (pp. 20-23). Con esta teoría se instaura un control policivo, centrado en señalar a los trabajadores, seguirlos, sancionarlos, en pequeñas áreas de trabajo, para que el control sea más efectivo.
Idalberto Chiavenato (2006) habla de otro teórico clásico, Henri Fayol (1841-1925), para quien el control es verificar que todo lo que suceda esté de acuerdo con las reglas establecidas y las órdenes dadas. Este autor les concede el control a las reglas y a las órdenes de los superiores, es decir, lo centra en la gerencia (p. 71).
Así, estas dos teorías conciben el control como un instrumento estático, como una etapa de planificación gerencial centrada en el trabajador, a quien se le aplican sanciones cuando no cumple con las normas y las regulaciones expresadas en el manual de control interno. En esta línea, Bohórquez (2011) enfatiza que
La premisa sobre la cual se ha sustentado el control se basa en la búsqueda de consistencia y predecibilidad en el comportamiento de los individuos como medio para garantizar el cumplimiento de los objetivos de la organización. En este sentido, Perrow (1986) […] argumenta cómo el control incluye supervisión, reglas, estructuras burocráticas, estandarización, división del trabajo, y en general instrumentos orientados a definir límites de actuación para la toma de decisiones (p. 309).
Pero, al parecer, estos elementos de consistencia individual, predecibilidad y supervisión, expuestos por la teoría clásica del control, tienen un efecto contrario al deseado, porque disminuyen la capacidad de organización, como concluye Bohórquez (2011, p. 309). A diferencia de esta teoría clásica de control centrada en una organización lineal y estática, este autor expone una más dinámica, que si bien busca organizar, no es bajo el criterio de la homogeneización o la inmovilidad, sino que “se orienta a volver estable un punto de equilibrio que es inestable en ausencia de control y así hacerlo insensible a ciertas perturbaciones” (2011, p. 309), o bien, que busca llevar la organización de un estado inicial a un estado final, por medio de trayectorias óptimas, según determinados criterios.
En definitiva, según el tipo de organización, se determina el tipo de control que se aplicará.
Por otra parte, en lo que sigue quiero mostrar el trabajo de un autor que diferencia coordinación laboral de control . Henry Mintzberg (1995) se ocupa de describir la relación entre control y organización, a través de la estructura de la organización, exponiendo las formas en que se divide el trabajo por tareas, para alcanzar la coordinación con la ayuda de los mecanismos de control (p. 26).
Mintzberg analiza cinco mecanismos de control : 1) adaptación mutua : la cual consigue la coordinación del trabajo mediante la simple comunicación informal; 2) supervisión directa : que alcanza la coordinación al responsabilizarse una persona del trabajo de los demás; 3) normalización de los procesos de trabajo : que ocurre al programar el contenido del trabajo; 4) normalización de los resultados de trabajo : que se logra al especificarse los mismos, como puede darse con las dimensiones del producto o del rendimiento; 5) normalización de las habilidades de trabajo : conseguida cuando ha quedado especificado el tipo de preparación requerida para la realización del trabajo. Estos elementos son fundamentales en la estructura, como aglutinante que mantiene unida la organización (Mintzberg, 1995, pp. 26 a 30). Además, cada uno es apropiado para un determinado grado de complejidad en el trabajo:
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