Desde la época de Darwin, pasando por los estudios de las emociones de los psicólogos James-Lange, Magda Arnold, Nico H. Frijida, hasta llegar a las investigaciones de Lazarus, Paul Ekman, podemos diferenciar entre las emociones primarias como son el miedo, la sorpresa, la aversión, la ira, la alegría y la tristeza; y las secundarias como la vergüenza, los celos y el amor. No voy a desarrollar todas en profundidad porque no es el tema de este libro y ya hay numerosos estudios que versan sobre ellas, pero sí me voy a centrar en este capítulo en la tristeza que se produce ante el desamor.
Si estás atravesando un momento de duelo por la pérdida del amor, es posible que pases por diferentes etapas caracterizadas por manifestar emociones como:
El miedo. Es capacidad de anticipación ante una amenaza real o imaginaria o peligro que causa ansiedad, incertidumbre, inseguridad. Ello nos ayuda a desarrollar una tendencia hacia la protección y así poder alejarnos del peligro.
La sorpresa. Es sobresalto, desconcierto, asombro. Es muy transitoria y nos da una aproximación cognitiva para saber qué pasa. Nos ayuda a orientarnos frente a la nueva situación.
La aversión. Es disgusto, asco, nos alejamos del objeto que nos lo produce ya que provoca en nosotros rechazo.
La ira. Es rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad. Nos incita hacia la destrucción.
La alegría. Es diversión, euforia, gratificación, estar contentos. Crea en nosotros una sensación de bienestar de seguridad, por lo que nos lleva a reproducir esa situación o suceso que nos hizo sentir bien una y otra vez. Es la capacidad innata que tenemos para reaccionar ante el FLUIR en libertad siendo nosotros mismos y así poder disfrutar de estar vivos y sentirnos vivos.
El amor. Es la capacidad innata que tenemos para reaccionar ante la entrega (de los demás o propia) y así crear vínculos sanos y sólidos.
La tristeza. Es la pena, la soledad, el pesimismo. Es como una mano enorme que nos aprieta el corazón. Sentimos ganas de llorar, nos cuesta mucho sonreír, físicamente tenemos la mirada fija en un punto, el gesto hosco, los ojos semicerrados, las comisuras de la boca plegadas hacia abajo. Cuando la tristeza es profunda se produce una acentuación de las arrugas en la frente, como si fuera una herradura, y las cejas parecen oblicuas. De forma inconsciente a veces buscamos refugio en la soledad, nos sentimos desalentados e incluso con remordimientos, todo esto producido ante un rechazo, una pérdida, un desamor, ante una circunstancia que crea situación de fracaso. La tristeza es nuestra capacidad innata de reaccionar ante pérdidas temporales o definitivas. Nos hace darnos cuenta del valor de lo perdido y aprender para el futuro. La tristeza te enseña a evitar situaciones similares a las que lo han producido, a reflexionar sobre tus errores, a protegerte de la agresividad de tus semejantes, a llamar la atención y a inspirar compasión en los demás. Su función principal es la de iniciar el proceso de separación. Nos motiva generalmente hacia una nueva integración personal provocando el renacer interno para alcanzar de nuevo un equilibrio.
Soy consciente de que la tristeza no es agradable, y como a ti, también me viene a la mente alguna situación, alguna vivencia que me ha llevado a experimentarla. Pero si te miras a los ojos hoy, con la ventaja que te da el tiempo, seguro que puedes aprender algo más de esa realidad. Y si te paras solo un minuto más, y tienes la intención verdadera de aprender, investiga y seguro que vas a encontrar algo positivo en ella para aplicarlo hoy mismo. Si te estas preguntando cómo hacerlo, paciencia y continúa leyendo.
Aprender a manejar todas estas emociones para conseguir equilibrio interior es uno de los objetivos que planteo al elaborar el duelo, además de hacer ejercicio físico, practicar los pensamientos positivos y eliminar los negativos, juntarse a las personas vitamina y practicar técnicas de meditación. Te recomiendo que antes de manejarlas sigas estos pequeños consejos:
1- Aprende a conocerte: Conoce tus defectos y enfócate en tus virtudes. En el capítulo “Hallo felicidad!” encontrarás los ejercicios para practicar. Quien no se conoce, no se comprende ni acepta y por tanto no puede superarse y mejorar.
2- Evita el exceso de autocrítica y exigencia: no seas demasiado perfeccionista, pues es el eterno insatisfecho. Cuidado con el auto sabotaje, es esencial aprender a dominar la voz interior. Para ayudarte te ofrezco la posibilidad de trabajar con tu yo interior en el capítulo “Bye, bye Soledad!”
3- Fija metas y objetivos: sueña en grande, actúa en pequeño siguiendo un plan de acción y una estrategia. Para ello te recomiendo el libro “ Cuaderno de Economía Emocional: Método Maquebo ” que publiqué en el año 2018. Te guío paso a paso para conseguir a través de un plan estratégico dividido en días, semanas y meses tus objetivos y tus metas. Las personas con una meta o propósito en la vida tienen menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y un menor riesgo de mortalidad.
4- Trabaja la voluntad. Aprendiendo a fortalecer un sistema de control inteligente.
5- Se mas asertivo. Encuentra el punto medio entre no ser capaz de tener un pensamiento objetivo y respetar las ideas de otros. “Digo si cuando quiero decir no; cuando digo no, me siento culpable”.
6- Aprende Inteligencia emocional. Entiende y expresa tus emociones; entiende y empatiza con las emociones de otros y controla emociones como la impulsividad.
7- Educa el optimismo. Cualquier situación puede verse como un problema o como una solución. Cambia tu forma de hablar y utiliza palabras que evoquen entusiasmo, alegría, ilusión. El optimismo llama a la ilusión y a la pasión, y estas tienen un efecto directo sobre el cerebro y la neuroplasticidad. Recuerda, como señalo Timothy Leary, escritor y psicólogo, que el conocimientoy la inteligenciapueden ser sistemáticamente expandidos, y el cerebro puede ser reprogramado.
¿Puedes imaginar?...
Soy una admiradora de los cuentos, porque custodian una sabiduría que ha sido transmitida a través de las generaciones y siempre tienen una enseñanza, de ello hablo en mi libro “Cuentos crisis y creatividad” . Es por ello por lo que he decidido lanzarme a la piscina y establecer una similitud entre el cuento clásico de Blancanieves y los siete enanitos y las emociones, para que te resulte más fácil de reconocerlas y aliviarlas a través de una práctica muy original. ¿Recuerdas que había una casita en el bosque?, imaginemos que esa casita es la metáfora de tu casa interna. Dentro hay una habitación para cada uno de los enanitos-emociones, los cuales son cuidados por Blancanieves, que, en nuestra versión particular, sería tu cerebro consciente.
Los enanitos-emociones, son:
Dormilón. - es la tendencia que tenemos a no despertar hacia la espiritualidad interna, y ver realmente cómo es la Realidad externa.
Gruñón. - representa la parte que siempre está furiosa, irritada, rabiosa, iracunda, que parece constantemente estar molesta, y que a veces no se manifiesta hasta que explota, estallando de forma desproporcionada para la situación vivida en ese momento. Esa parte que necesita tu cariño y aprobación, pero no sabe demandarlo, y la rechazamos continuamente ya que no nos gusta la forma que tiene de reclamar cariño. Con este gesto, provocamos su crecimiento, y se alimenta de la energía surgida de nuestro rechazo y crece y crece. Cuando lo comprendemos, lo aceptamos y le invitamos a formar parte de nuestra casa interna. En ese momento recibe una buena dosis de amor y comprensión, recuperando su pequeño tamaño natural y tranquilizándose.
Sabio. - tu intuición es la parte más sabia que se desarrolla a partir del trabajo realizado con la niña interna y que te proporciona autoconocimiento y auto aceptación. Se manifiesta cuando estás tranquila y serena.
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