Pero antes, quiero hacerte una puntualización y una reflexión, me gustaría que para entendernos empezásemos a utilizar el mismo lenguaje, el mismo significado aplicado a un concepto. Para lo cual, es imprescindible utilizar bien las palabras, como decía Valerie Tasso: “las palabras nunca son claras cuando el concepto no lo es. La confusión de las palabras es siempre una confusión de los conceptos. No existe un buen significante cuando el significado continúa oscuro”.
“Palabra” proviene del griego “parábola” que significa comparar. Posteriormente sufrió un cambio, se añadió una connotación de “narración”. Podemos decir que una palabra es un símbolo referido a las diferentes situaciones, sentimientos, pensamientos, objetos (…) que hay en el mundo y origina una idea o representación cognitiva con la que se asocia. Así cada palabra está asociada a una clase de elementos y su significado es el concepto del que es portadora. Por ello es importante definir el significado de la palabra que empleamos para expresar lo que pensamos y sentimos, aunque a veces reconozco que no es fácil identificarlo. La palabra es el instrumento que nos ayuda a comunicarnos con nuestro interlocutor, por ello cuando quieras transmitir algo te recomiendo que definas el significado del concepto que quieres expresar, principalmente en situaciones que son susceptibles de provocar conflicto.
Si te estás preguntando el porqué de esta reflexión, en las próximas líneas te voy a exponer cómo el utilizar una u otra palabra va a tener diferentes efectos sobre el cuerpo, sobre la salud mental, emocional y física (ley de Causa Efecto). Seguro que a ti también te sucede, que a veces lo que dices no es lo que sientes, ni tan siquiera lo que deseas transmitir. En ese momento es cuando se produce una disociación entre lo que sientes y lo que necesitas transmitir pero no encuentras las palabras adecuadas, por lo que incurres en una tremenda incontinencia verbal, que te lleva a la desconcertante sensación de estar incapacitada para expresarte. Para evitar esta incómoda situación te propongo definir claramente el concepto de la palabra que vas a emplear, ya que como señaló el Barón de Montesquieu “la palabra es mitad de quién la pronuncia, mitad de quién la escucha”.
¿Hacemos una práctica? Responde a las siguientes preguntas:
Qué es para ti y cómo defines los siguientes conceptos: el amor, el respeto, la vida, la salud, la muerte, la relación de pareja, la vejez, el éxito, el fracaso… o cualquiera de los valores que conforman tu vida.
Léelos y reflexiona, si esas respuestas son apre-hendidos de tus adultos o el resultado de lo que has apre-hendido en tus experiencias.
Vuelve a definirlas. ¿Son las mismas? ¿Cuáles han cambiado? ¿Estás mas conforme con la nueva definición?
¿Qué opinas de los resultados del ejercicio?
Los pensamientos y los sentidos.
Interpretamos la realidad a través de lo que percibimos con nuestros sentidos, y si no lo podemos experimentar y darle una explicación, creemos que sólo ha sido producto de nuestra imaginación. Los sentidos más importantes que tenemos, vista, oído, olfato, gusto y tacto, los podemos considerar como puertas que nos van a ayudar a tomar conciencia de lo que sucede “ahí fuera”. Apoyo la teoría de la Medicina Ayurveda que afirma que si los cinco sentidos están sanos y equilibrados, el mundo que vamos a percibir y la conciencia de él, van a ser un reflejo más acorde a la realidad que percibimos. Así el mundo es tal y como somos y nuestra experiencia de éste va a depender del estado y de los filtros que realice nuestra consciencia. Nuestros pensamientos y sentimientos tienen un impacto importante en la mente y en el organismo.
¿Cómo se forman?
Es importante saber cómo se forman los pensamientos, las emociones y como los percibimos, así tomamos conciencia de cómo utilizarlos tanto en el día a día como en una pérdida. Me voy a apoyar en las teorías de la Física Quántica actual aplicada al estudio de la formación de los pensamientos y a su repercusión sobre el cuerpo humano. Esta teoría mantiene que los pensamientos llevan energía emocional, mental y espiritual al cuerpo, produciendo reacciones biológicas que se almacenan en nuestra “memoria celular” y se manifiestan en lo físico. Así un pensamiento es un “fenómeno quántico” y se define un quantum , como “la unidad indivisible más pequeña en la que se transmite y absorbe la energía e información que es enviada por un pensamiento”. Un pensamiento es efímero, imprevisible, invisible, es una unidad de información y energía. La energía-pensamiento no tiene límites. Los fenómenos quánticos dan lugar a algo tan impresionante como es la manifestación del universo y a la manifestación del cuerpo.
Se transforman…
Los pensamientos se transforman en fenómenos de espacio-tiempo que llamamos materia y junto con las emociones, sentimientos, deseos, impulsos, instintos y los recuerdos pueden transformarse en fenómenos bioquímicos, teniendo posteriormente su repercusión sobre el cuerpo físico. Por ello el pensamiento es muy poderoso, porque a través de él la creencia y la intención hacen que todas las cosas sucedan. Así cada vez que dices lo que piensas o escribes algo utilizas su energía para afectar al mundo que te rodea.
Recuerda un día en el que te has levantado con dolor de cabeza o no te encuentras bien y durante toda la mañana te has repetido lo mal que te sientes, y cuando te han preguntado por tu estado has realizado una exhaustiva exposición de tu mal estar, con todo lujo de detalles y aspavientos. Conforme ha transcurrido el día tu salud no ha mejorado pero tampoco has dejado de pensar en lo mal que te encontrabas. No has conseguido distraer tu atención centrándote en otras actividades más placenteras o importantes, por lo que ese inicial malestar se ha incrementado generosamente, ¿te resulta familiar? Todo el día has bombardeado a tu cuerpo con la orden de me siento mal, es que no mejoro, vaya día más malo, no se me pasa. T u cerebro es ciego, los que ven son tus ojos y éstos le proyectan esa imagen de estar enfermo. Si a esto, le añadimos que el cuerpo es muy obediente, simplemente se lo cree y le hace caso. Tu pensamiento se ha convertido en tu realidad, pues tu cuerpo ha obedecido tu orden. ¿Ves que simple?
Estos mensajeros bioquímicos “ciegos” del ejemplo, se llaman neuropéptidos situados en el cerebro. Son proteínas y a través de ellos se comunican con las células cerebrales que tienen sus correspondientes receptores en el resto del organismo. Las células inmunológicas presentan receptores para los mismos neuropéptidos que se manifiestan como pensamientos y sensaciones. Estas células escuchan nuestro continuo diálogo interior que repercute en todo el cuerpo. Este organismo de moléculas que conforman el cuerpo físico es la experiencia objetiva de la conciencia donde experimentamos la información y la energía. La mente sería la experiencia subjetiva de la conciencia y ambas son redes de información de una energía que se materializa en lo físico y por tanto son inseparables
Y viajan…
El mundo físico está formado por información y energía que percibimos a través de nuestros sensores, y se convierten en sabores, texturas, formas y colores. ¿Te estoy liando? Imagínate que cada pensamiento es como una burbuja, que en su interior está formado por unas bolitas de información y otras de energía cuyo color va a depender de su polaridad que puede ser positivo o negativo. Estas inteligentes burbujas habitan en un lugar llamado neuropéptido que ya conoces, y según sea el color en el que se tiñen dependiendo del pensamiento, se van a desplazar a otro lugar de “residencia” situado en los diferentes órganos del cuerpo. El resultado lo vas a sentir en tu cuerpo físico y en tu mente en forma de emociones, sentimientos, pensamientos y deseos. Así, la transformación en el organismo está condicionada por la energía y la información que emitimos y que a su vez viene condicionada por la interpretación de los pensamientos, sentimientos y emociones. Por ello dependiendo de los pensamientos que manejemos estaremos influyendo en la expresión de los estados de energía e información que actúan sobre nuestra conducta. Los pensamientos negativos como la ira, rabia, frustración o desesperanza alteran el riego sanguíneo en el centro del optimismo del cerebro, la corteza prefrontal izquierda.
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