Vive rápido.
Siente despacio.
Sé auténtica.
Sueña despierta.
Ofrece tu mejor versión.
Agradece lo bueno.
Piensa lo mejor.
Desea con pasión.
Sé el amor.
vera.romantica
vera.romantica
En reconocimiento a todas las mujeres de mi familia, pasadas y presentes, con todas sus bendiciones y las mías, para mis hijas: Martina y Violeta.
Violeta se incorporó repentinamente del sofá y corrió a cerrar la ventana. Se había quedado dormida con el tintineo de las primeras gotitas que chocaban con timidez contra el cristal. Había dejado una rendija abierta para ventilar la habitación en la que se había pasado varios días encerrada, terminando un encargo urgente. Pero ahora, la tormenta estaba encima y el viento hacía que la lluvia se colara con furia por la ventana.
El agua había formado un charquito en el suelo y había llenado de gotas su mesa de trabajo, pero suspiró aliviada al comprobar que las acuarelas de flores estaban intactas. Se había pasado toda la noche trabajando para entregarlas esa misma tarde, así que se sintió afortunada de no tener que pagar caro su despiste.
Apoyada en la ventana, contempló cómo el viento hacía bailar a su antojo los árboles de la acera y desvestía con violencia sus ramas, cubriendo el suelo de hojarasca. Cerró los ojos y pudo sentir el silbido del aire y las hojas secas que crujían bajo las pisadas de los transeúntes. Al abrirlos, enfocó la mirada en el cristal y se guiñó un ojo a sí misma. Estaba contenta. Las últimas semanas habían sido muy duras, pero ahora, por fin, asomaban planes interesantes en el horizonte. Le esperaban unos días de relax en la montaña con cinco amigos de la infancia. Cuando recibió aquel misterioso e-mail de Lucía, no dudó ni un instante en aceptar la invitación. Como siempre, tardó apenas unos segundos en arrepentirse de su decisión. ¿Por qué fui tan impulsiva? , se reprochó. Hacía más de quince años que no se veían y lo más probable era que acabara sintiéndose incómoda rodeada de extraños. Aun así, tenía mucha curiosidad; la incertidumbre de no saber qué ocurriría durante esos días la hacía sentirse extrañamente excitada.
Mientras recogía su desordenada melena en una cola alta, Violeta se asustó con un sonoro trueno y algunos mechones de pelo se le escaparon de las manos. Mejor así , pensó al ver terminado su peinado frente al espejo. Saúl siempre le pedía que se lo recogiera. Le gustaba ver su largo cuello desnudo. Decía que le daba un toque de distinción y la hacía parecer más alta y esbelta. Pronto cumpliría los treinta, pero su aspecto menudo y las pecas salpicadas por sus mejillas y por su nariz respingona la hacían parecer más joven.
Apenas hacía un mes que se había mudado a ese ático de la calle Cisne. Estaba situado en pleno barrio de Gracia, junto al mercado, en un edificio de finales del siglo diecinueve. El estudio, de cuarenta metros cuadrados, sorprendía por su simplicidad bohemia y por lo bien aprovechado que estaba el espacio. Se componía de un amplio salón con cocina americana, un dormitorio, un cuartito trastero y un baño con ventana. El suelo era de mosaico modernista y colores alegres, y su dibujo geométrico variaba en cada ambiente. Las paredes blancas daban amplitud al espacio, y estaban decoradas con acuarelas y óleos que Violeta había pintado con motivos cotidianos. Uno de ellos, su favorito, reproducía la escena de una pareja que tomaba el té en una soleada terraza, rodeada de flores. En otro, un gatito gris de largos bigotes jugaba con un ovillo de lana roja. Los techos eran muy altos y con vigas de madera restauradas y tratadas con un barniz de nogal. Aunque estaba encantada de vivir en un vecindario como aquel, en continua ebullición, lo mejor del apartamento era su fantástica terraza, desde donde podría pintar en verano. Pero para eso aún faltaba mucho, el otoño estaba siendo muy frío y se avecinaba un largo invierno.
Enfundada en su abrigo verde de lana gruesa, que se ponía para estar calentita y cómoda en casa, Violeta sintió un escalofrío y se dirigió a la cocina para prepararse un té. Después de repasar con la mirada todas las cajitas de lata, dispuestas en fila, en las que guardaba las distintas variedades, se decidió por un Lady Grey. El té negro la mantendría despierta para afrontar el resto del día. Todavía tenía que ir a la editorial. Con un poco de suerte, quizá le encargarían más ilustraciones para otro libro. También tenía que comprar algunas cosas para el viaje, preparar la maleta y llamar a Saúl. De repente se sintió triste, sabía que no podía postergar más ese momento; pero le faltaban las fuerzas para afrontarlo… Aspiró el aroma intenso a naranja, bergamota y rosas de su té humeante. Quería fundirse en ese agradable olor y borrar la mirada derrotada de Saúl suplicándole que no se marchara.
Aquel sábado por la mañana, cuando Violeta terminó de empaquetar todas sus cosas, en el apartamento de Saúl, se sintió desconcertada. Cerró los ojos y trató de hacer un repaso de los momentos felices compartidos, pero no le venía ningún recuerdo especial, ninguno por el que mereciera la pena dar marcha atrás y reconsiderar su decisión. Quiso esforzarse y visualizó el día que se conocieron en el parque y a ella le pareció tan guapo y enigmático… Él se había acercado con el pretexto de preguntarle la ubicación de una calle; más tarde confesaría que aquel era su barrio y que conocía cada esquina. Después hizo un comentario sobre el libro que ella estaba leyendo. Y como no parecía incomodarla, sino más bien lo contrario, se sentó a su lado en la misma banca e iniciaron una conversación. Era una tarde de mediados de octubre, cuando el calor todavía persiste, pero la luz se vuelve más tenue y melancólica. Recordaba bien el momento en el que las hojas de un platanero cercano empezaron a caer sobre sus cabezas y él atrapó una al vuelo. “Te regalo este señalador si me aceptas un café”. Ella asintió con la cabeza y rio para sus adentros, porque era la primera vez que aceptaba la invitación de un extraño y le recordó al protagonista de un libro que había leído, tan impulsivo y encantador. Durante unos segundos imaginó que aquello podía ser el inicio de una bonita historia y fantaseó con la idea de besarlo en los labios y sentir la electricidad de la pasión recorriendo sus venas.
Читать дальше