Angy Skay - Y quiéreme

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Y quiéreme: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando el amor golpea devastadoramente tu corazón y se hace paso sin pedir permiso, la pasión y el desenfreno ciegan detalles muy significativos de una pareja. Detalles que cuando salen a la luz atormentan. Bryan no podrá vivir sin ella, pero ¿y ella? ¿podrá vivir con inesperados y sorprendentes percances que transcurrirán, dejándola fuera de lugar? Conoceremos a Annia por completo, sin embargo, ¿qué pasa con Bryan? Esta historia abrirá muchos caminos y, con ellos, demasiadas dudas. Tras el impresionante Provócame, llega la esperada segunda parte de la Serie Solo por ti. ¿Podrás quererme?

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Se me hiela la sangre, y el enfado que comienza a crecer en mí es imparable. Max ve mi reacción y enseguida me quita el teléfono para poner el manos libres.

—Escucha, capullo —dice un hombre—, si quieres ver a tu novia con vida…

—¡¿Qué?! —lo interrumpo—. ¡¿Quién cojones eres?! ¡¿Dónde está Any?! —grito.

No escucho nada. Estoy poniéndome de los nervios, Pero ¿dónde está?, ¿qué ocurre? Afino mi oído.

—¡Habla, imbécil! —dice el hombre que hay al otro lado de la línea.

—¡Bryan, no lo escuches! ¡No hagas nada! —oigo cómo grita Any, y de repente, un fuerte golpe…

¿Están pegándole?

—¿Dónde estás? ¡¡Any!! —chillo.

—¡Escucha y cállate! —grita el individuo—. Si la quieres viva, ten preparadas mañana tres millones de libras a las ocho de la mañana y déjalas en el 35 de Hamber, en el BMW negro que estará aparcado en la misma puerta, ¿entendido? —Esto último lo expresa con énfasis—. O, si no, lo que te llevaré a tu apartamento serán los pedazos de ella, uno a uno —recalca con tranquilidad cada palabra—. Allí mismo dejaré una llave con la dirección en la que la encontrarás.

Oigo que Any se deja la voz chillando para que no lo haga y escucho también cómo le pega. ¡Hijo de puta!

—¡Allí estarán! —sentencio—. Y ten por seguro que como tenga un solo arañazo, te mataré.

—Eso está más difícil, amigo —contesta, y me cuelga.

Me quedo chillando al lado del teléfono todo tipo de insultos, pero el hijo de puta me ha cortado. ¡Dios! ¿Dónde está? Joder, joder, joder. La puta cabeza va a estallarme. ¿Y si está herida? Tengo que encontrarla cuanto antes.

Me pongo las manos en la cara, bramando como un loco, y tiro al suelo todo lo que hay sobre la mesa. Empiezo a dar puñetazos en ella hasta que Max se acerca a mí y me zarandea por los hombros para que lo mire.

—¡Cálmate, Bryan! ¡Escúchame! Tenemos que encontrarla, así que deja de pagarlo con la mesa. ¡Así no vas a conseguir nada! ¡Joder!

Me suelta y comienza a andar de un lado a otro por el despacho; se le nota que está igual de nervioso que yo. Como le suceda algo…, me muero. No sé dónde está, no sé quién la tiene, no sé… nada.

—Está bien —comienza, andando hacia mí—, vamos a repasar cómo, cuándo y dónde ha estado desde que salió de tu apartamento. Después llamaré a unas personas que me deben un par de favores e inventaremos un plan para rescatarla sin tener que darle el dinero. O eso, o llamamos a la policía.

—El dinero no importa, Max. ¡Me importa una mierda el puto dinero! La quiero a ella, y la quiero viva. —Me derrumbo en mi silla y me cojo la cabeza con ambas manos.

—Eh, tranquilo, la rescataremos cueste lo que cueste. Pero ese cabrón no va a llevarse ni tu dinero ni el mío. Además, puedo asegurarte que no es un profesional. No estás solo, Bryan.

Empezamos un trabajo horroroso para encontrar el paradero de Any. Nos presentamos en casa de Nina, a la cual alteramos más de lo debido. Con rapidez, localiza a la niñera para poder venir con nosotros. Es imposible convencerla de lo contrario, así que, al final, los dos claudicamos.

Nina nos cuenta que fue a su nueva empresa y después a ver el apartamento que pensaba alquilar, cosa que yo ni siquiera sabía. Nos presentamos en la sede de London RealGold. Rápidamente, su nuevo jefe, Richard Martínez, nos enseña las cámaras de seguridad, pero no desciframos nada de interés. ¡Esto es una puta locura!

Nos vamos a la inmobiliaria donde Any contrató los servicios y tampoco encontramos nada. Andamos por la zona preguntando en cafeterías y supermercados y en todo lo que encontramos abierto a estas horas, pero seguimos sin resultados, ni una sola pista por parte de nadie.

Voy a casa de mis padres porque Román me ha pedido que por favor vaya. Ha puesto a mi familia al corriente de todo y están dispuestos a ayudar en lo que sea necesario. Sin poder evitarlo, me desespero.

—Tranquilo, hijo, tranquilo —me consuela y me abraza—. Estará bien, no te preocupes. ¿Por qué no llamamos a la policía?

—No, mamá. Nos han dicho que no harán nada hasta que no pasen veinticuatro horas. No tenemos pruebas de que sea un secuestro. La llamada no ha sido grabada, ¡joder! —blasfemo, y las lágrimas se acumulan en mis ojos.

—Hijo, tranquilízate. Solo podemos esperar. No tenemos otra opción —interviene mi padre, tocándome el pelo.

Pasamos parte de la noche intentando trazar un plan, que en cierto modo es un suicidio, porque no tenemos ni la menor idea de qué es lo que pueden haberle hecho, ni siquiera quién puede tenerla secuestrada.

Nina está desconsolada. No nos hemos atrevido a dejarla sola, así que la he traído a casa de mis padres también. Rosaly intenta tranquilizarla, pero todo es un auténtico caos. Quedan tres horas para que entreguemos el dinero y nos digan dónde está Any, pero mi peor temor no para de repetirse en mi cabeza sin descanso.

Mi padre consigue hablar con un viejo amigo de la comisaría que le debe un par de favores y, al final, deciden montar una operación de inmediato para ayudarnos en lo posible.

Max está ido. No para de dar vueltas por el salón de un lado a otro, pensativo. Estamos intranquilos. Ninguno sabemos cómo demonios puede estar, y eso es algo que está consumiéndonos.

—Bryan, hay que tener cuidado con la policía —me avisa Max, apartándome del resto.

—Lo sé, pero no podemos tomarnos esto a la ligera sin saber quién la tiene.

—Como sea alguien del círculo, sabes que puede salpicarnos, ¿verdad? —Lo miro y asiento realmente preocupado. Max prosigue—: Hay que tener cuidado y no hacer nada a la ligera. Sabes lo que podría conllevar eso. Que no se te vaya la cabeza. —Esto último me lo susurra, y sé a lo que se refiere perfectamente.

Solo falta una hora para la puta entrega y tengo los nervios a flor de piel. No sé qué va a pasar como vea de frente al cabrón que la tiene, y eso es algo que me asusta bastante. En décimas de segundos, puedo mandar media vida a la mierda.

—Está bien, esto es lo que haremos —nos dice el detective Miller—. Bryan, depositarás el dinero en el vehículo que te dijo el secuestrador. Cuando vaya a cogerlo, estaremos esperándolo y se procederá a la detención del individuo.

—¿Y si están engañándonos? ¿Y si no es la dirección donde está Any? —le pregunto preocupado.

—No tiene pinta de ser un secuestrador profesional. Si lo fuera, habría hecho una amenaza en toda regla. Tampoco te ha dicho en ningún momento que no vayas acompañado o que no llames a la policía, cosa más que suficiente para pensar que no es profesional. Confía en mí, Bryan, tengo experiencia en esto.

Asiento. Si él supiera…

Nos dirigimos hacia el lugar que me indicó el tipo del teléfono. Le digo a Max que deje sus favores para otro momento; quizá los necesitemos. Y si es fácil, como dice la policía, no nos mancharemos nosotros.

Estoy bastante preocupado por la salud de Any. Sé que hasta que no la vea, no va a quitárseme esta agonía. La desesperación por tenerla entre mis brazos está afectándome.

Queda un cuarto de hora para la entrega.

—Tranquilo, Bryan, todo va a salir bien. —Max aguarda junto a mí, en mi coche.

—Eso espero, hermano —le digo, pasándome una mano por el pelo—. Estoy de los nervios. No sé qué haré si la pierdo.

—No la perderás. —Me abraza y continúa—: Espero que le pidas que se case contigo de inmediato —bromea.

Esas palabras hacen que por primera vez en casi un día se dibuje una pequeña sonrisa en mis labios.

—Lo haré. No dudes que lo haré.

Salgo de mi coche y enseguida veo a un hombre musculoso, de gran estatura y con pinta de mafioso en la esquina de una calle. «Este es uno», pienso. No me quita ojo. Antes, Max y yo lo hemos visto desde el coche.

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