En Colombia, a comienzos del siglo XX se señaló a la población indígena, negra y mestiza como una “raza inferior, enferma e inmoral”, y se la culpó de obstaculizar el progreso del país; en esa medida, se institucionalizaron discursos y prácticas tendientes a solucionar el problema, que partieron incluso del mismo Congreso de la República. Entre ellas, estaba implementar medidas fuertes de higiene social y blanqueamiento de la raza, para lo cual se promovió el ingreso de personas “blancas e intelectuales”, preferiblemente europeos. Así quedó expresado en los artículos 1y 11de la Ley 114 de 1922, disponibles en la página web de la Cancillería de Colombia:
Artículo 1. Con el fin de propender al desarrollo económico e intelectual del país y al mejoramiento de sus condiciones étnicas, tanto físicas como morales, el Poder Ejecutivo fomentará la inmigración de individuos y de familias que por sus condiciones personales y raciales no puedan o no deben ser motivo de precauciones respecto del orden social o del fin que acaba de indicarse, y que vengan con el objeto de laborar la tierra, establecer nuevas industrias o mejorar las existentes, introducir y enseñar las ciencias y las artes, y en general, que sean elemento de civilización y progreso.
Artículo 11. Los agentes de inmigración no visarán pasaporte alguno de inmigrantes que estén en cualquiera de los casos especificados en la Ley 48 de 1920, ni de individuos que por condiciones étnicas sean motivo de precauciones en Colombia. Queda prohibida la entrada al país de elementos que por sus condiciones étnicas, orgánicas o sociales sean inconvenientes para la nacionalidad y para el mejor desarrollo de la raza 4.
A diferencia de Europa y Estados Unidos, en Colombia no hay evidencia de tanatopolítica 5; sin embargo, está claro que las instituciones sociales fueron redirigidas para abordar el asunto racial, la pobreza y los vicios de la “raza inferior”. De esta manera, se equipararon negritud, comunidades indígenas, mestizaje y pobreza con inferioridad, y consecuentemente, con degeneración moral. Ahora, la raza, que antes era solo un concepto biológico, tenía implicaciones sociales y morales: ser indígena, negro, mestizo o pobre indicaba ipso facto “degeneración moral”. Esta situación pasó a considerarse un obstáculo para el desarrollo económico del país, razón que llevó al tema racial y moral a convertirse en un asunto de Estado, de donde emanaron políticas públicas destinadas a intervenir escuelas, hospitales, orfanatos y cualquier institución de índole social. Los criterios para jerarquizar a la población se reconfiguraron con la aparición de la eugenesia; ahora la superioridad/inferioridad en la escala social estaba determinada por los genes, y rápidamente el positivismo científico naturalizó este discurso y generó graves problemas de discriminación, exclusión e injusticia, lo que con el tiempo ha llevado a grandes brechas de inequidad social.
Por décadas hubo un desconocimiento sistemático de las comunidades indígenas, afrodescendientes, raizales y otras por parte del Estado, no de manera desprevenida, sino deliberada, asociada con factores étnicos y de productividad que se agudizaron por el interés económico de ingresar a Colombia en la modernidad (Álvarez, 2005). A estas comunidades se las acusó de “decadentes, degeneradas racial y moralmente” y se las culpó del atraso del país; en esa medida, no se atendieron sus necesidades básicas, entre ellas, la educación, con lo cual cayeron en un empobrecimiento cíclico que convirtió en realidad la falta de producción del país, y el estigma del que habían sido víctimas por décadas. Estas situaciones describen un panorama en el que existe un marcado arraigo de la cultura de la discriminación, la exclusión, el empobrecimiento cíclico, la jerarquización y un desconocimiento sistemático de las capacidades humanas.
La eugenesia impuso criterios de clasificación que separaron a los seres humanos en dos categorías: superiores e inferiores, lo que tejió un cerco sobre estos últimos que los llevó al límite de la supervivencia. El objeto de esta investigación consiste en determinar en qué medida la escuela sirvió a esta lógica y la educación se convirtió en un mecanismo seleccionador y excluyente, generador de graves problemas de injusticia social, lo que Nancy Fraser llama justicia anormal (2008).
La educación constituye una formación desde la vida y para la vida, especialmente desde la configuración de individuos y sociedades justas y democráticas, posibilidad que aumenta mediante una práctica ética de la educación que motive la reflexión y el interés por la justicia y la equidad. Cuando este propósito fundamental no se cumple, se llega a la desmoralización social, la pérdida de valores, principios y se pone en riesgo la integridad política y social: de allí que la bioética debe estar presta, no solo para identificar este tipo de problemas, sino además para dotarnos de los elementos éticos teóricos y prácticos para reevaluar la práctica educativa.
Desde la concepción de la justicia propuesta por Fraser, se busca hacer una lectura del proceso formativo en Colombia en la primera mitad del siglo XX, centrada en tres elementos que hacen que la educación esté continuamente cuestionada desde su deber ser, a saber: el problema político de la representación, el problema económico de la distribución y el cultural, del reconocimiento, todos estos aspectos vulnerados ampliamente en el binomio eugenesia-educación.
Estas tres dimensiones propuestas por Fraser (2008) constituyen el paradigma que desde la bioética permitirá abordar el problema de la existencia de la eugenesia en Colombia, y la forma cómo sus postulados influyeron la política educativa en la primera mitad del siglo XX. Abordar el problema de la educación pública desde la perspectiva de la justicia social o democrática permite ofrecer una mirada innovadora, desde la bioética, a un campo trascendental.
Esta investigación busca comprender, desde la perspectiva de justicia social, la influencia ejercida por el movimiento eugenésico en las prácticas pedagógicas de la educación pública colombiana de la primera mitad del siglo XX. Esto permitirá determinar las características y prácticas pedagógicas del periodo de 1900 a 1950, enfatizando en las implicaciones socioculturales. Siguiendo esta línea, se analizará si persisten huellas de los principios eugenésicos que permeen las prácticas pedagógicas del modelo educativo colombiano actual.
El periodo escogido muestra el auge del movimiento eugenésico en el mundo, del que sabemos que Colombia no fue la excepción; de allí que las políticas públicas, especialmente las educativas, sean un escenario propicio para comprender el proceso eugenésico y su incidencia en la educación, y para intentar responder a la pregunta: ¿qué influencia, en la perspectiva de la justicia social, ejerció el movimiento eugenésico en las prácticas pedagógicas de la educación pública colombiana de la primera mitad del siglo XX y cuáles son sus huellas en el modelo educativo contemporáneo?, cuestionamiento que busca propiciar una reflexión ética sobre las prácticas pedagógicas del modelo educativo contemporáneo.
La presente investigación es de corte cualitativo, de carácter histórico-hermenéutico, y se enmarca dentro del paradigma comprensivo. Según Infante (2010), el método histórico representa la búsqueda crítica de la verdad que sustenta los acontecimientos pasados. En esta investigación se analizarán fuentes históricas, como libros, memorias de encuentros eugenésicos, artículos científicos, conferencias, anecdotarios, gacetas oficiales, decretos, normas y otros documentos afines, con objeto de establecer la relación entre eugenesia y educación a partir de un enfoque hermenéutico.
Читать дальше