1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 Como conclusión, se ha comprobado en varios estudios que el desarrollo global del cerebro es menor en los niños con TDAH si comparamos con niños sin TDAH y hay una disfunción de la corteza prefrontal. Hay estudios que demuestran una inmadurez del lóbulo temporal, frontal y el parietal. Para quien quiera profundizar en los estudios que ha hecho Katya Rubia, del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres, empleando técnicas de resonancia magnética funcional con niños con TDAH, en la bibliografía aparecen algunos escritos que pueden resultar interesantes.
A mi modo de ver, resulta muy importante que el niño con TDAH sepa cómo funciona y se desarrolla el cerebro. Para ello, suelo utilizar, tanto para los propios niños como para los padres, un símil que extraje de un libro de Daniel Siegel. Me ayudo de mi mano para explicarles las diferentes partes del cerebro, así como la relación entre ellas. De esta manera, la muñeca de la mano representa el complejo reptiliano, la palma de la mano y el dedo gordo simbolizan el sistema límbico y los cuatro dedos restantes, el córtex. Las falanges superiores de los dedos representan la corteza prefrontal que, al cerrar la mano, está en todo momento en contacto con el resto de las estructuras cerebrales. De esta manera sencilla y didáctica conseguimos que tanto los niños como sus familiares entiendan las partes básicas del cerebro, así como la relación existente entre ellas.
NEUROTRANSMISORES IMPLICADOS EN EL TDAH
Podemos definir un neurotransmisor como una molécula química cuya función principal es transmitir información de una neurona a otra u otras neuronas. Este proceso de conexión química entre neuronas se conoce con el nombre de sinapsis.
Las neuronas tienen cuatro partes básicas:
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Soma o cuerpo de la neurona
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Dendritas
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Axón: a través del cual pasan los impulsos eléctricos en dirección a los botones sinápticos
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Botones sinápticos: los botones sinápticos de la neurona en cuestión establecen sinapsis con los botones sinápticos de otras neuronas
Los dos neurotransmisores que mayor relación tienen con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, según la gran mayoría de estudios, son la dopamina y la noradrenalina. Estos dos neurotransmisores pertenecen al grupo de las catecolaminas. En los casos de TDAH existe una hipofunción catecolaminérgica, es decir, la liberación de dopamina y noradrenalina en el cerebro de estos niños se da por debajo de lo normal. La toma de medicación en los chicos con TDAH busca regular los niveles de neurotransmisores catecolaminérgicos que se encuentran por debajo de lo normal.
LOS TRES CEREBROS EN LA VIDA COTIDIANA
En el presente capítulo hemos descrito dos clasificaciones, la anatómica y la funcional, que en muchos puntos tienen características similares. A decir verdad, la segunda clasificación que hemos visto, la funcional del cerebro, puede resultar más práctica y pedagógica, por eso es la que vamos a utilizar para poner algunos ejemplos para terminar de entender las diferentes partes del cerebro y la relación existente entre ellas.
La dieta de Silvia
Silvia es una chica de veintisiete años cuyo endocrinólogo le ha mandado un dieta estricta para perder peso. Una tarde estaba viendo la televisión tranquilamente en su casa cuando de repente notó la sensación de tener hambre. Como ya hemos visto, las necesidades básicas, como es la alimentación, se dan en el cerebro emocional. Este cerebro es eminentemente reactivo e impulsivo. Ante dicha necesidad, aparece una emoción que le lleva a aproximarse al refrigerador, la cocina, determinados alimentos, etcétera. Cuando esa necesidad y la emoción consecuente llegan al cerebro cognitivo o neocórtex, éste le da la orden de levantarse e ir a la cocina a prepararse algo de comer. Todo esto ocurre en un lapso de tiempo muy corto y de manera inconsciente. Sin embargo, gracias a las funciones ejecutivas, que están en perfectas condiciones en el caso de Silvia, puede frenar la acción de ir a la cocina por algo de comer. La función ejecutiva que se ha activado es la inhibición, es decir, el proceso mental por el cual Silvia descarta la opción de ir a comer algo a la cocina, ya que puede anticipar las consecuencias negativas que eso puede tener. Valora las consecuencias en función de sus intereses y objetivos, y toma una decisión. Tan importante es ser capaz de llevar a cabo una conducta como ser capaz de inhibirla. Es su cerebro ejecutivo el que valora las diferentes opciones y el que le hace pensar: “No hagas esto, que al final te vas a sentir mal”, “te vas a arrepentir”, “tu endocrinólogo se va a enojar contigo”, “no vas a conseguir bajar tu peso”, etcétera. Quien ha tomado las riendas de la situación en este caso es el cerebro ejecutivo de Silvia, que da una respuesta y no reacciona como hace el cerebro emocional.
Jacobo y el partido de fútbol
Una mañana de domingo, Jacobo, un niño de diez años, estaba estudiando en su habitación cuando llamaron al timbre de su casa. Eran sus amigos del barrio. Le decían que iban a jugar un partido de futbol y le preguntaban si quería bajar a unírseles. Jacobo es un apasionado del futbol. En ese momento, surgieron las ganas y la necesidad de ir con sus amigos a jugar, ya que su cerebro emocional se activó positivamente. Los instintos y las emociones agradables en relación al partido de futbol hicieron que su cerebro cognitivo le diera la orden de bajar a jugar y dejar de estudiar los exámenes que tenía la semana siguiente. Esta relación entre el cerebro emocional y el cognitivo se produce en décimas de segundo y de manera inconsciente. Entonces Jacobo empezó a buscar razones por las que dejar de estudiar y bajar con sus amigos: “ya me lo sé muy bien”, “cuando regrese del partido me baño y sigo estudiando”, “mañana repaso por la mañana y en el recreo”, etcétera. Salen a relucir todo tipo de argumentos para satisfacer la necesidad de jugar futbol. Pero justo cuando estaba dispuesto a bajar con sus amigos, algo lo hizo detenerse. Se dio cuenta de que, cuando volvieran sus padres de hacer las compras, se enfadarían con él por no haber sido responsable, además de poner en riesgo aprobar el examen. Como Jacobo pudo anticipar las consecuencias negativas de bajar a jugar futbol en ese momento, decidió, con gran pena, decirles a sus amigos que en otra ocasión sería, que tenía que seguir estudiando para los exámenes de la siguiente semana. Gracias a sus funciones ejecutivas, en concreto la inhibición, Jacobo pudo retrasar el partido para otro momento. Esto demuestra que pudo actuar en consecuencia con sus intereses, a pesar de que estaba muy motivado con la idea del partido.
Alejandro y el juego de gato
Alejandro es un niño con TDAH que está cursando el tercer grado de secundaria. Una mañana que estaba en clase de Historia, su compañero de pupitre, que estaba bastante perdido y aburrido, le propuso echar una partida de gato. Alejandro, con la inocencia característica de los TDAH, acepta el reto de su amigo y se ponen a jugar en medio de clase. No se detuvo a pensar en las posibles consecuencias de hacerlo, simplemente le pareció buena idea jugar la partida y aceptó. Alejandro le dio rienda suelta y total libertad de acción a su cerebro emocional. A su cerebro cognitivo le llega la señal de “estoy aburrido” y da la orden de “si estás aburrido, ponte a hacer algo más entretenido”. El profesor, al pasar cerca de ellos, los ve jugando gato y les pone la consiguiente nota en el cuaderno. Alejandro, debido a su TDAH, no ha sido capaz de inhibir la propuesta de su amigo, sabiendo que esa conducta conllevaba un alto riesgo de que los vieran y los castigaran. Simplemente se aburría y decidió hacer algo más divertido. El problema de Alejandro es que no ha ejercido un control voluntario sobre su conducta, ha dejado que su cerebro emocional (sistema límbico) asumiera el control. Las vías de conexión entre el cerebro emocional y el ejecutivo, en el caso de Alejandro y los TDAH, no están muy desarrolladas ya que existe un problema de maduración.
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