Las seis cuestiones que les propusimos y a las que debían responder fueron las siguientes:
1. ¿Cuál es su tesis central sobre las independencias?
2. ¿Qué provocó la crisis de 1808?
3. ¿Se puede hablar de revolución de independencia o, por el contrario, primaron las continuidades del Antiguo Régimen?
4. ¿Cuáles son las interpretaciones más relevantes, a su entender, que explican las independencias iberoamericanas?
5. ¿Qué temas quedan aún por investigar?
6. Cuestiones que desee formular y que no hayan quedado registradas anteriormente.
Como editor tengo que felicitar a todos ellos por su disciplina, su esfuerzo, su capacidad de síntesis y, el lector lo juzgará, el alto valor de las ideas y reflexiones aquí expuestas. A todos ellos y ellas mi agradecimiento. Y sin duda, la ciencia histórica sabrá juzgar el valor historiográfico de este trabajo.
El cuarto propósito de este proyecto fue ofrecer un estudio amplio, plural, diverso, en el que cupiesen la mayor parte de las escuelas e interpretaciones historiográficas y ponerlas en discusión, en debate calmado, científico y reflexivo. En una palabra, lo que debería ser el debate académico.
Por ello se ha reunido, para contrastar sus respuestas, a un variado grupo que representa diferentes generaciones, diferentes formaciones, diferentes países, tanto de Europa como de Iberoamérica o de Estados Unidos. Porque uno de los objetivos que perseguimos es ofrecer una amplia representación de estudiosos de la mayor parte de los países iberoamericanos.
Si bien son muchos los concitados en este libro, nos hubiera gustado incluir a más, pero la extensión del volumen también tiene sus limitaciones. Un conjunto de reflexiones que ofrece un panorama actual bastante amplio sobre las diversas interpretaciones historiográficas en torno a las independencias, así como una puesta en actualidad de viejos temas, nuevos enfoques o recientes preocupaciones historiográficas.
Por último, queremos hacer constar nuestro agradecimiento a Publicacions de la Universitat de València, especialmente a su director, el profesor Antoni Furió, ya que desde el primer momento en que le presentamos el proyecto obtuvimos todo su apoyo y entusiasmo.
MANUEL CHUST
EL LABERINTO DE LAS INDEPENDENCIAS
Manuel Chust
Universitat Jaume I
Castellón
En una célebre frase, mi maestro, Enric Sebastià, admitía sus escrúpulos apriorísticos para abordar la dimensión poliédrica que suponía el estudio y la investigación de la revolución burguesa española. Treinta años después, recordamos aquella expresión sincera del eminente historiador y la hacemos nuestra para expresar también una gran dificultad apriorística en el abordaje de tamaña cuestión como es el estudio de las independencias iberoamericanas. Estudio laberíntico cuyo análisis es necesario abordar desde dos premisas que creemos centrales, a saber: la categorización de éste como un proceso histórico con características revolucionarias y, en segundo lugar, el contexto de espacio y tiempo en el que surgieron, se desarrollaron, crecieron y triunfaron, es decir, el contexto del ciclo de las revoluciones burguesas, como acuñaron Eric Hobsbawm y Manfred Kossok. Ciclo revolucionario que, lejos de cesar con la Revolución francesa, tuvo una continuidad con las hispanoamericanas y la portuguesa y culminó con la española desde los años treinta hasta los cuarenta del ochocientos, si bien el proceso revolucionario español también había empezado, como se sabe, en la coyuntura de 1808. Nos intentaremos explicar a lo largo de estas páginas.
LA PROBLEMÁTICA APRIORÍSTICA
Es indudable el gran avance de la historiografía sobre las independencias en estos últimos treinta años. Ya lo advertimos en otro estudio. [1]No obstante, consideramos que existe una problemática de desequilibro que se ha de tener en cuenta antes del abordaje en una investigación general. En primer lugar, aún se registra un preeminente peso de los estudios de los casos dominantes y su extensión como modelos generales a otros casos que tuvieron otras dinámicas particulares. En segundo lugar, los casos historiados pueden confundirse con la perspectiva presentista de las fronteras de los actuales estados nacionales, conformados posteriormente a las independencias. Esto puede distorsionar la visión histórica del proceso, así como su conformación dinámica, en nada estática, y dialéctica. En tercer lugar, persiste en ciertos casos una lectura de las independencias desde el presente, lo que condiciona su interpretación histórica volviéndola ahistórica. La inevitable proyección del presente a lo histórico, y más en este tema, ha sido utilizada consciente e inconscientemente. En cuarto lugar, se puede observar que sigue habiendo una difícil conjugación entre la aplicación del análisis del método histórico, sus herramientas, la crítica de fuentes, etc., y el aparato ideológico-político del nacionalismo que acompaña inherentemente a este tema, lo cual invade y llena de suspicacias de clase, étnicas, raciales y nacionales las conclusiones a las que muchas veces se llega y que, inevitablemente, se proyectan a la situación presente ideológica y políticosocial. Y ello en un doble sentido, el arma del nacionalismo de utilizar las independencias como una confrontación contra la tiránica metrópoli como un instrumento cohesionador y de consenso social y étnico-racial se quebró a finales de los años sesenta del siglo XX. Las explicaciones causales exógenas que acusan de las desigualdades sociales y el subdesarrollo a la herencia colonial o al imperialismo norteamericano, sin ser falsas, se revelaron insuficientes a partir de los sesenta. Y el consenso social, político e historiográfico se rompió. Hubo una mirada hacia el interior y ella dejó al descubierto etapas históricas de la sociedad contemporánea iberoamericana no solamente no resueltas interiormente, sino insuficiente e insatisfactoriamente explicadas. El interés aumentó hacia el interior en busca de explicaciones. A la vez que empezó a volverse incómodo para las elites dominantes, acostumbradas no sólo al consenso, sino también a buscar las raíces de las desigualdades en el exterior y la lejanía histórica, y no en el interior y la proximidad coetánea. Y el recurso al proteccionismo historiográfico del nacionalismo empezó a no funcionar. La historia escrita por los historiadores más conservadores, quienes reclamaban una historia sólo de autores «nacionales» –«nuestra historia»–, también se empezó a quebrar. Aunque todavía se mantienen ciertas reminiscencias que distinguen entre historiadores nacionales y «extranjeros», y agradecen el «interés» de estos últimos por acercarse a «sus historias». Por suerte, las cosas han cambiado notablemente, y el contacto entre redes de historiadores, los congresos internacionales, la amplitud de temas y de bibliografía, las nuevas tecnologías y, especialmente, la comunicación y el surgimiento de asociaciones de historiadores más allá de las fronteras nacionales han posibilitado el resto.
Por último, se advierte, si bien cada vez en menor medida, un desequilibrio entre las distintas historiografías nacionales y también regionales. Lo cual ha devenido en notorios estudios para unos casos y en un panorama casi desierto para otros.
LOS PLANTEAMIENTOS HEGEMÓNICOS DE LOS ÚLTIMOS CINCUENTA AÑOS
En los años cincuenta irrumpió de una forma muy atractiva la tesis de R. R. Palmer [2]que se materializó en el concepto de «revoluciones atlánticas». Palmer venía a proponer, desde la metáfora de la mancha de aceite, que el origen de la democracia se había desarrollado en la independencia de Estados Unidos y en la Revolución francesa, fruto del desarrollo de estas ideas, las cuales se expandieron a lo largo del Atlántico provocando las demás revoluciones e independencias. A la propuesta de Palmer se unió la de Godechot. [3]Los dos afirmaban que hubo una revolución de las ideas que finalmente afectó también al mundo hispano y luso en América, fruto de la propagación de las ideas ilustradas francesas y su plasmación en una revolución de independencia en Estados Unidos y después en la revolución en Francia. Por lo tanto, lo que quedó de estas tesis fue que las independencias hispanoamericanas fueron consecuencia de las ideas liberales y democráticas de Estados Unidos, por lo que tanto el constitucionalismo como el republicanismo de origen estadounidense habían sido los causantes de las independencias. Tesis que venían a subrayar, primero, la influencia decisiva de las ideas anglosajonas y francesas en las raíces ideológicas de las independencias y, después, que las causalidades residían en cuestiones ideológicas, es decir, idealistas, más que materiales.
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