El concepto de guerra civil europea no designa un acontecimiento o una guerra, en singular, sino más bien una época situada por entero bajo el signo de la guerra, una época labrada por un ciclo de conflictos y de guerras. Durante el periodo que va de 1914 a 1945, Europa es el teatro de un enredo extraordinario de guerras interestatales, de revoluciones y de contrarrevoluciones, de guerras de liberación nacional, de conflictos de clase y de genocidios. Violencia e ideología se mezclan radicalizando estos conflictos hasta el paroxismo. Uno de los rasgos de este periodo reside en efecto en el surgimiento de conflictos políticos e ideológicos que trascienden los Estados, hasta el punto de romper su unidad y de dividir profundamente a las poblaciones. En otros términos, la guerra entre los Estados soberanos desemboca a menudo en guerras civiles. En el plano historiográfico, el concepto de Guerra Civil europea es sin duda el más apropiado para aprehender el sentido de esta secuencia de violencias extendidas a lo largo de treinta años.
Las razones que justifican el uso del concepto de guerra civil son múltiples. En primer lugar, los conflictos del periodo 1914-1945 ya no admiten ser aprehendidos mediante la concepción clásica de la guerra elaborada por Clausewitz en el siglo XIX, tras la derrota de Napoleón I: la guerra como correlación del Estado, el ejército y el pueblo, en el marco de una confrontación entre unos enemigos legítimos que respetan un conjunto de normas compartidas (ius in bello). Los conflictos de la segunda guerra de Treinta años están manejados como guerras civiles. La anomia jurídica que los caracteriza es típica de las guerras civiles, en las que el derecho de la guerra ya no tiene ningún valor y cada uno de los contendientes quiere destruir al enemigo. La Segunda Guerra Mundial, que marca el clímax en este ciclo de conflictos, se acaba en efecto como una Guerra Civil, mediante la anulación del enemigo que no firma un tratado de paz sino una «rendición incondicional». En 1945 el III Reich no está en la posición de un Estado soberano vencido y por tanto sometido a una ocupación transitoria (como Francia en 1871); en mayo de 1945, el III Reich ha dejado simplemente de existir, del mismo modo que la Confederación sudista al final de la Guerra Civil americana o la República al concluir la Guerra Civil española.
Por otra parte, el concepto de Guerra Civil europea alcanza toda su significación a la luz de una simple constatación: los conflictos de los años 1914-1945 implican profundamente a las poblaciones civiles y toman con frecuencia la forma de guerras contra los civiles, que conforman una parte considerable de las víctimas. Guerra contra los civiles significa bloqueo económico, bombardeos masivos de las ciudades, internamiento de los ciudadanos de los países enemigos, desplazamientos forzados de poblaciones, campañas de colonización y depuración étnica, masacres planificadas y genocidios. El éxodo de los republicanos españoles, en febrero-marzo de 1939, fue precedido por el exilio de los antifascistas italianos, de los antinazis y de los judíos alemanes y austriacos, éxodos más escalonados en el tiempo pero de dimensiones análogas. Fue precedido, tras la Revolución de Octubre y la guerra civil sangrante que la siguió en la URSS, por el éxodo de dos millones de rusos blancos. Se verá seguido, al final de la Segunda Guerra Mundial, por tránsitos de población mucho más masivos, comenzando por el de quince millones de alemanes residentes desde hacía siglos en las zonas orientales del Imperio prusiano y en el conjunto de la Europa central. Una vez más, desde este punto de vista, el año 1939 sólo es una etapa de un proceso más amplio.
III
Volvamos ahora a la caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939. El 4 de febrero, el Heraldo de Aragón saluda la entrada de las tropas franquistas en la capital catalana con un artículo del nacionalista Víctor Ruiz Albéniz que termina con las siguientes palabras: «Un castigo bíblico (Sodoma y Gomorra)… para purificar la ciudad roja, la sede del anarquismo y del separatismo… como único remedio para extirpar esos dos cánceres mediante el termocauterio destructor implacable». [14]
Este pasaje, cuya prosa sobrecoge por su violencia, no tiene en realidad nada extraordinario. Es completamente representativo, incluso con su estilo enardecido, de la retórica contrarrevolucionaria, de tonos a menudo apocalípticos, del franquismo, tanto en su vertiente falangista como en su vertiente nacionalcatólica. Julián Casanova, que cita este pasaje en su historia de la Guerra Civil, explica que, en España, fascismo y catolicismo se revelaron compatibles. [15]Sería posible sin duda prolongar su reflexión. A pesar de sus especificidades –un peso del catolicismo sin parangón en el fascismo italiano o el nazismo alemán, una ideología más conservadora que totalitaria, etc. [16]–, el franquismo presenta ciertos rasgos típicos de los fascismos europeos de entreguerras: una fusión entre la cultura de las antiluces y el cientificismo, entre un antimodernismo oscurantista y una propensión muy moderna a emplear la violencia como medio de profilaxis social, de política higienista, incluso a veces eugenista. Diríamos hoy, adoptando el léxico foucaultiano, que el franquismo se inscribe en una tendencia más general consistente en reorganizar la sociedad según un modelo biopolítico. [17]Como revolución conservadora, el franquismo presenta los rasgos de una «cruzada moderna» que articula un discurso reaccionario y tradicionalista con una dominación biopolítica. No se contenta con instaurar un nuevo orden político, puesto que pretende reorganizar la sociedad, modelar los territorios y a las poblaciones. En nombre de la España eterna y de sus valores ancestrales, hay que extirpar el «cáncer» del bolchevismo y del anarquismo con el fin de sanar el cuerpo de la nación.
Desplacémonos ahora hacia la Alemania nazi. En el diario de Josef Goebbels –un texto valioso para penetrar en el paisaje mental del fascismo– se lee en la entrada del 30 de marzo de 1939: «Madrid conquistada, así como Valencia. Exaltación extraordinaria en toda España. Se trata de nuestra victoria (das ist auch ein Sieg von uns). Tenemos buenas razones para felicitarnos». [18]Algunos meses más tarde, cuando el ejército alemán ha invadido Polonia occidental, Goebbels visita el gueto de Lodz, apenas recién creado. En su diario describe la visita en los siguientes términos: «Es indescriptible. Ya no se trata de hombres, sino de animales. ésa es la razón por la cual nuestra tarea no es humanitaria, sino quirúrgica (chirurgische Aufgabe). Hay que cortar, de manera radical. De otro modo, Europa será arruinada una vez más por la enfermedad judía (jüdischen Krankheit). Paseo por las calles polacas. Ya es Asia. Tenemos mucho que hacer para germanizar este territorio». [19]
Las palabras de Goebbels no corresponden a una retórica abstracta, puesto que las sigue la adopción de medidas bien concretas. La ciudad de Lodz queda rebautizada como Litsmanstadt. Desde las primeras semanas de ocupación se toman decisiones cuya aplicación contempla abiertamente eliminar a la élite política, militar e intelectual polaca. Un único ejemplo basta para demostrar el alcance de esta política: en noviembre de 1939 todos los profesores de la universidad de Cracovia, una de las más antiguas del país, son deportados al campo de concentración de Sachsenhausen, donde la mayoría morirá. [20]Se concibe la campaña militar contra Polonia como un Volkstumkampf, «un combate racial» cualitativamente diferente del expansionismo pangermanista clásico (y también de la guerra de conquista que llevará a cabo Alemania al año siguiente en el frente occidental). [21]La Polonia ocupada es anexionada al III Reich (Dantzig y la Posnania) o se transforma en protectorado alemán (el «Gobierno General» dirigido por Hans Frank, que incluye ciudades como Varsovia, Lublin, Cracovia, Radom o Lemberg). No habrá en Polonia régimen colaboracionista. El proyecto nazi contempla, a largo plazo, la colonización alemana de Polonia (donde sólo residen en 1939 un millón de alemanes), lo que implica la expulsión de los polacos residentes en los territorios anexionados al Reich. La eliminación de la élite polaca, así como la guetización de los judíos y la instauración de una estricta separación entre eslavos y alemanes son medidas indispensables para alcanzar este objetivo. Este trabajo de «limpieza» se confía a unas unidades especiales (Einsatzgruppen) que se distinguirán dos años más tarde, durante la operación Barbarroja contra la URSS, en el exterminio de los judíos y en la eliminación de los comisarios políticos del Ejército Rojo. En efecto, como ha subrayado el historiador Ian Kershaw, en 1939 Polonia fue un campo de experimentación de la política de agresión y de colonización que después el nazismo llevará a cabo en el frente oriental. [22]El bombardeo masivo de Varsovia prefigura la Blitzkrieg de 1940 contra Francia, Bélgica y Holanda. Los tránsitos masivos de población prefiguran la reorganización demográfica (el hambre planificada) de Ucrania y de los países bálticos después de 1941.
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