Una de las anécdotas más bonitas sucedió precisamente con este artículo sobre el Trinquete de Pelayo, cuando un alumno mío vino a verme al despacho no para hablar de exámenes, de programas, o quejarse de algo, sino, precisamente para agradecerme que lo escribiera y que defendiera la pelota. Cuando yo le dije que la pelota, aquí, no necesitaba defensa, que era de los deportes más apoyados, me lo negó. De cara a la galería, todo parecía estar bien, pero él como practicante y gran aficionado conocía de primera mano las deficiencias y lo mal que lo pasaban las escuelas de pelota para sobrevivir.
Hay otras reivindicaciones en el libro, como la tristeza y rabia por la desaparición de la «maratonina», tras 25 años de historia, o la discriminación de equipos como el Playas de Castellón y otros, frente al «amiguismo de equipos como los de Aspar o Blanquer. Posiblemente los «amigos» de Madrid no tengan la culpa. Se lo disculparé.
Por último, entre la parte dedicada al análisis de los eventos ocupan un papel central la Formula 1 y la Copa del América, lo cual es lógico por el papel protagonista que han tenido en la sociedad valenciana y, en el primer caso, también, entre colectivos ciudadanos y los numerosos grupos opuestos al «circuito».
Con todo escribir es duro. Evidentemente no escribir del tiempo o de la luna sino de lo que pasa cotidianamente. Y de lo que pasa en el entorno de tu profesión o de tu trabajo. Genera cierta incomprensión, y te echas a la espalda un montón de «enemigos» (posiblemente no más de los que ya tenía antes de iniciar la serie de «Ocios y Negocios», aún cuando algunos estuvieran ocultos). A veces es bastante ingrato, delicado, y la sensación de soledad, es imposible evitarla, de manera que he estado a punto de dejar de escribir esa columna del Levante-El Mercantil Valenciano varias veces. Me han aguantado las llamadas, felicitaciones y apoyos de esos «amigos» y seguidores fieles que uno tiene o las de los muchos que se sienten discriminados y desprotegidos por la política deportiva que se hace por estos «pagos», o, incluso las de quienes no estando afectados directamente por esas «actuaciones administrativas», les parece negativa. El valor de esas personas que sin conocerte te envían un mail de reconocimiento es de lo más valioso para subir el ánimo y la autoestima y seguir adelante. También el empuje de algunas personas que están en la frontera política «bregando» todos los días, como Concha Caballero y Jeannette Segarra, a las cuales se les hace muy duro el control de ésta república monárquica campista o campsista en la que se ha convertido la Comunitat Valenciana, País Valencià para los amigos. Y, cómo no, el apoyo incondicional de los «amigos», sobre todo, de los miembros de la «Hermandad», esa asociación judeo-masónica a la que pertenezco. Somos 4 individuos tan peligrosos, que nos justamos a cenar una vez al mes para contuberniar.
A todas estas personas, mi pequeño homenaje, porque su aliento se siente y te reconforta. Pero hay una persona especial, cuyo nombre me guardo, que lo hace cotidianamente: me da el parte todos los domingos, esté donde esté, y me comenta el artículo. Incluso me da ideas para otros futuros. Así que, gracias dobles.
Como gracias dobles, y triples, para el periódico Levante-EMV que ampara mis «ladrillos» dominicales y que me han permitido redactar este libro, así como a Eliseu Climet y a Publicacions de la Universitat de València, que acogieron con entusiasmo la idea de escribirlo. Eliseu, además, un inconformista, lo que hizo la primera vez que se lo comenté es darme más faena. Y qué no decir de «eixe amic de tota la vida», el company Aleixandre, un buen muñidor de esta historia, que surgió allá por octubre o noviembre de 2006, en una conversación intrascendente frente a una «cerveseta». Vicent Aleixandre, el «gran Alex», jefe de redacción de deportes del periódico, es para mí uno de los mejores, por no decir el mejor, «escribidor» de deportes de España –así con todas las letras–, y como le he dicho muchas veces, es una pena que no se prodigue más. A él, le debo el rescate de mi vena periodística, y de esos «Ocios y Negocios», base del presente libro con alguna aportación más.
¡Gracias!
LA CARA OCULTA DE LA LUNA
La información deportiva, aunque parezca una paradoja, nunca ha gozado de muy buena prensa. esa mala fama se la ha ganado a conciencia. durante años, el periodismo dedicado a narrar, glosar e interpretar los fenómenos deportivos, sobre todo los que gozaban de un seguimiento masivo, como es el caso del fútbol, estuvo en manos, con demasiada frecuencia, de tipos que no habían abierto un libro en su vida o que apenas habían superado el bachillerato elemental de la época. eso sí: poseían un gracejo especial en la expresión, hablaban con desenvoltura, peroraban con una autoridad que parecían pontífices dictando encíclicas y aparentaban saber de futbol más que los ingleses que lo inventaron. es decir, como cualquier hijo de vecino, pero con más descaro y desparpajo. el resto de deportes, por su interés minoritario, apenas tenían plumas que les glosaran o voces que los narraran pero, sin duda, contaban con mejores comentaristas porque los entendidos en la materia requerían de una preparación previa que no se les exigía a los futboleros.
Durante años, para el periodismo deportivo sólo existió el fútbol y apenas surgía algún especialista en otro deporte, se le echaba en cara su heterodoxia y se le afeaba en público su rareza.
En manos de semejante calaña estuvo, durante los años del franquismo, gran parte de la información deportiva que emitían los diferentes medios. Había excepciones, como en todo, y de vez en cuando surgían expertos de prosa brillante, oratoria ordenada y conocimientos amplios. pero el periodismo deportivo estaba considerado como el hermano lego del convento informativo, porque a él se destinaban los que no servían para otros menesteres. como si hubieran sido condenados a galeras.
A mayor abundamiento, si los primeros espadas de la época regalaban su prosa a la ideología del régimen, los subalternos del deporte se vendían, literalmente, a la dádiva de los dirigentes de turno, así fueran de clubs o de federaciones. eran tiempos duros, en los que el periodismo estaba mal considerado socialmente y peor remunerado salarialmente. los oficiantes de la información, en muchos casos, eran pluriempleados obligados a poner su (in)dignidad al servicio del poder.
Con el advenimiento de la democracia y la aparición desmesurada de medios de comunicación, el panorama mejoró, pero los periodistas deportivos eran observados por encima del hombro por sus colegas dedicados a la información política, emergente y acreditada socialmente en aquellos años. esa especie de fervor y dedicación a la vertiente sociopolítica, provocó un desinterés hacia la faceta social del deporte, que fue aprovechada por una cohorte de saltimbanquis para escalar puestos en el ranking del show informativo que, ya por entonces, comenzaba a tomar cuerpo en el panorama de la comunicación.
De manera que el deporte pasó, de ser un espacio subalterno en la oferta informativa, a convertirse en un espectáculo circense en manos, la mayoría de las veces, de charlatanes indocumentados. de ahí, al griterío actual y la maraña de opinantes, solo había un paso que, en efecto, se dio.
Menos mal que en medio de esa selva de ruidos y panfletos, surgieron firmas como las de vicent añó. desde su experiencia en la práctica atlética, y con su posterior formación universitaria, añó comenzó a aportar a la información deportiva, rigor, documentación y razonamientos contrastados. ingredientes de los que anda muy necesitado el sector. sus artículos en las páginas del diario Levante-EMV, siempre al filo de la actualidad y siempre fundamentados en cifras y datos, cuentan con la frialdad que da la distancia pero también con el interés que proporciona el estudio a fondo del tema. añó contextualiza los números y ofrece siempre la visión de la otra cara de la luna: la que queda oculta a los ojos del profano.
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