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Director de la colección: Juli Peretó Coordinación: Soledad Rubio |
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© Jesús S. Navarro Faus, 2005
© De la presente edición:
Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2005
www.valencia.edu/cdciencia
cdciencia@uv.es
Publicacions de la Universitat de València, 2005
www.uv.es/publicacions
publicacions@uv.es
Producción editorial: Maite Simón
Diseño del interior y maquetación: Inmaculada Mesa
Corrección: Isidre Martínez Marzo
Diseño de la cubierta: Enric Solbes
ISBN: 84-370-6238-1
Realización ePub: produccioneditorial.com
INTRODUCCIÓN
El origen de este libro está en una conversación con Martí Domínguez, en la que hablamos sobre si Verne puede o no ser calificado de visionario. Las conversaciones con Martí son siempre interesantes, pero a veces tienen consecuencias inesperadas, y en este caso tuve que releer mi colección de Verne para preparar algunas charlas y artículos sobre este tema. Más tarde, el director de la colección «Sin fronteras» me pidió que escribiera un libro con motivo del centenario de la muerte de Verne, y el resultado es el que tiene el lector en sus manos.
Este libro no tiene la pretensión de hacer un estudio exhaustivo de la obra de Verne, entre otras razones y sobre todo, porque para hacer tal tipo de estudios, hay que hacer intervenir la historia, la literatura, el análisis de textos o la sociología, y yo no soy competente en estas diversas materias. El propósito del libro es mucho más modesto, lo que no está en contradicción con el subtítulo del libro, que ha de ser entendido a la manera verniana. Los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra se quedaron a un centenar de kilómetros de profundidad: ni el profesor Lidenbrock, ni Axel, ni Hans alcanzaron el centro de la Tierra, pero sí sobrepasaron los treinta kilómetros de la corteza superficial, en una especie de viaje iniciático para el joven Axel. Yo espero que este libro, que contiene las reflexiones de un lector de Verne, pueda ser un provechoso viaje iniciático para quienes todavía no le conozcan. Para el lector en general, el libro invita a hacer una lectura de la obra de Verne que sobrepase la corteza de los tópicos y de las ideas preconcebidas.
Yo descubrí a Verne en la biblioteca de la escuela primaria. Eran ediciones, seguramente de Bruguera, que tenían la originalidad de presentar cada cuatro o seis páginas un resumen ilustrado en forma de tebeos, por lo que eran muy populares entre los escolares. Desde entonces, siempre he gozado con su lectura. Reconozco que cuando he vuelto a leer a Verne, como ha sucedido durante la preparación de este libro, no he dejado de sentir una cierta inquietud leyendo por enésima vez las dificultades que afrontan sus personajes, lo cual en gran parte debe atribuirse a su estilo narrativo. Pero, debido a mi profesión de físico, en las sucesivas lecturas, de joven y de mayor, me he ido fijando en los aspectos relacionados con la ciencia, y me ha parecido interesante intentar precisar qué idea de la ciencia aparece en su obra. En cierta manera, como explicaré más adelante, se trata de volver a la visión que tenían sus contemporáneos hasta la década de los años 1880. Pero el paso del tiempo permite observar otros aspectos, y por ello en el libro he intercalado capítulos sobre algunas novelas seleccionadas junto a otros capítulos de tipo más general sobre Verne y su época.
El libro se basa fundamentalmente en una lectura directa de los Viajes extraordinarios, que es el nombre de la serie formada por las novelas de Verne. Por esta razón aparecen tantas citas en el texto, que he traducido directamente de las ediciones en francés. Las citas me permiten justificar mis opiniones, pero también transmitir al lector una idea del humor peculiar de Verne, de su estilo a veces teatral o de sus descripciones líricas. Por otra parte, como la colección «Sin fronteras» tiene la vocación de divulgar la ciencia, he procurado hacer también algunas consideraciones, desde la perspectiva actual, de algunos aspectos concretos de la física o de la química que aparecen en los Viajes extraordinarios. Estas consideraciones están en la mayor parte de los casos al alcance de los estudiantes de bachillerato, y son una sugerencia para que los profesores interesados puedan proponer en sus clases actividades relacionadas con lecturas de Verne.
Quiero agradecer a Danielle, a Fernando, a Jorge (P) y a Juli su paciencia al leer el borrador del manuscrito y sus comentarios, sugerencias y críticas que tanto me han ayudado a mejorar la versión final.
Capítulo 1
IDEAS PRECONCEBIDAS
Muchos de los estudios y libros recientes sobre Jules Verne insisten en mostrar la falsedad o las limitaciones de los tópicos persistentes que se le atribuyen. Este libro no será una excepción y voy a empezar considerando algunas de estas ideas preconcebidas. Los tópicos tienen la vida muy larga, como es bien sabido, y aún más aquellos que se refieren a personajes famosos. En algún momento, en vida o ya muertos, se les atribuyen ciertas características que posteriormente, por comodidad, belleza, ausencia de espíritu crítico o simplemente por falta de información, son aceptadas generalmente sin ningún tipo de dudas. «Julio Verne: ese desconocido» es el lamento con que Miguel Salabert tituló un buen libro escrito hace ahora unos veinte años, y ya descatalogado. El título de Salabert recoge la impresión que tenía Verne en los últimos años de su vida. A pesar de su celebridad, se sentía «el más desconocido de los hombres». Posiblemente le pesaban los tópicos que se le atribuían. Sin necesidad de que el lector haya leído a Verne, creo que lo relacionará con alguna de las siguientes descripciones que se suelen hacer de él.
En muchas librerías las obras de Verne se encuentran en los sectores infantil y juvenil, porque se considera un escritor para niños o para adolescentes. Y no falta razón a quienes así opinan: condicionado por los intereses de su editor, escribió libros dirigidos a adolescentes, con una finalidad educativa. Pero en su momento, obras como por ejemplo De la Tierra a la Luna o La vuelta al mundo en 80 días fueron publicadas en primer lugar en diarios normales y corrientes, en forma de episodios o folletines. Los primeros lectores eran, por tanto, adultos. En el caso de La vuelta al mundo en 80 días, muchos corresponsales de prensa extranjera en París, sobre todo de los Estados Unidos, debían telegrafiar diariamente un resumen de las aventuras de Phileass Fogg, como si fuera un reportaje real, para que los lectores de sus diarios contuvieran su impaciencia hasta que llegara el episodio completo y traducido. Ciertamente, no es algo que se hiciera con historias infantiles. ¿Será, pues, que sus obras tratan de viajes y aventuras y por tanto interesan a un sector más amplio? También esto es cierto: Verne escribió novelas de viajes y aventuras en una época en que la geografía era muy popular, cuando las sociedades industriales europeas querían acabar la exploración de la Tierra para colonizarla mejor. De todos modos, la identificación de Verne con la literatura infantil está tan enraizada que hasta no hace muchos años, en los países anglosajones prácticamente no se encontraban más que ediciones de sus novelas convenientemente expurgadas para adaptarlas a la peculiar idea que tienen algunos editores de lo que ha de ser una literatura infantil. Desgraciadamente, la misma costumbre censora se ha dado también entre muchos editores españoles, y ha desvirtuado el propósito de muchas de las novelas.
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