Creo que conviene también recordar a aquellas autoridades, cargos políticos o personajes secundarios a quienes les tocó vivir aquellos hechos. El alcalde Jesús Yuste Marzo, 4 los tenientes de alcalde Manuel Borrego Pérez y Ramón Marcos Claro; 5 Ángel Medel Carrera, 6 Fernando Molano Segura, Blas Mesa González 7 y Florián García García, todos ellos cargos políticos representativos. Otros, como Miguel Hernández Mena El hijo de la Noche , Manuel García Mancera Pirulín , Antonio Díaz Morales Patilla , Pedro Morán del Valle Perico el de la Fonda , no aparecen pero están. Y lo sabemos porque esta es una historia en la que desde el principio sabemos el final: casi todos los que aparecen tras las denuncias, desde los denunciantes a los políticos locales, desaparecieron en cuestión de meses. De unas muertes quedó constancia en el juzgado; otras están aún por legalizar.
En ningún modo quiere ser una historia de buenos y malos –obsérvese, por ejemplo, cómo varios de los denunciantes fueron sospechosamente compensados por las nuevas autoridades frentepopulistas–, sino simplemente una exposición lo más objetiva posible, muy pegada al documento de referencia –un mirador privilegiado–, sobre un momento histórico donde lo que estaba en juego se veía muy claro. Sin un trabajo de historia oral que hubiera podido completar y depurar los datos que aquí se ofrecen, solo podemos aspirar a ser espectadores de una investigación orientada por instructores militares, evidentemente con resultados muy diferentes a los que hubiera producido la jurisdicción civil. Esta militarización de la sociedad civil era, sin duda, terreno ya ganado para los que laboraban por el proyecto involucionista, pues por más diferencias que hubiera entre lo que había y lo que vino, la gente ya estaba acostumbrada a la omnipresencia de la justicia militar.
No obstante, hay que señalar que la sociedad española no superaba en conflictividad a ninguna de las de su entorno europeo. E igualmente conviene decir que los sectores más extremos, asociados unos a la experiencia soviética de 1917 y otros a los modelos fascistas surgidos en la Europa de los años veinte, nada hubieran podido hacer por sí solos frente a la tendencia moderada de la mayoría de la sociedad española, más partidaria de reformas legales que de avances violentos. Fueron sin embargo los sectores civiles, eclesiásticos y militares antidemocráticos los que, angustiados por la puesta en marcha del programa del Frente Popular y decididos a salvaguardar sus intereses a costa de lo que fuera, se lanzaron por la pendiente del golpismo.
En los últimos días de marzo de 1936 el gobernador civil de Badajoz, Mariano Granados Ruiz, 8 envió a la Comandancia de la Guardia Civil de esa misma ciudad cinco escritos de denuncia recién llegados de Madrid. Inmediatamente la Comandancia abrió un expediente para el que designó instructor y secretario, siendo ambos enviados a la localidad donde habían tenido lugar los hechos denunciados: Villafranca de los Barros.
– La primera denuncia, firmada por Juan Durán Dopino y Jesús García Morán, afiliados a la Casa del Pueblo, describía hechos ocurridos el 18 de enero anterior, cuando fueron sacados de sus camas por la Guardia Civil y conducidos al cuartel, donde, según los denunciantes, fueron maltratados entre frases como: «A ver si de esta paliza os libra el hijo de puta de Lucio Martínez, Largo Caballero o Margarita Nelken. Todo lo que luchéis es inútil porque aquí quien tiene que mandar es Gil Robles, por las buenas o por cojones». Después de permanecer ochenta y dos horas en el Depósito Municipal fueron puestos en libertad.
– La segunda denuncia la firmaba Fernando Rubio Pastor y en ella se narraba un hecho ocurrido el día 15 de febrero, cuando al encontrarse en un lugar público con la Guardia Civil fue igualmente maltratado e insultado por cinco números.
– La tercera, firmada por Manuel García Conejo, se refería a los mismos hechos ya referidos del 18 de enero, solo que en este caso después de ser igualmente maltratado fue puesto en libertad cuando el jefe de puesto afirmó que contra él no había nada.
– El cuarto escrito fue realizado por Antonio Fernández Brajones, quien denunció haber sido sacado de su casa el 9 de febrero por la Guardia Civil y conducido al cuartel, donde como los demás fue maltratado e insultado. «Tú que eres comunista demuestra los tales que tienes y a ver quién te quita esta paliza de encima», le dijo uno de los guardias.
– Finalmente Francisco Sánchez, José Pintor, Pedro Godoy y Fernando Sáez, todos pertenecientes al Partido Comunista, detallaron tres hechos: el cacheo y la sustracción de un bastón a un compañero el día 14 de febrero, el trato dado por la Guardia Civil el 17 de febrero a varios compañeros cuando iban por la calle y lo ocurrido a otro grupo cuando con motivo de una manifestación celebrada el 1 de marzo les fue arrebatado un emblema comunista, que después fue pisoteado por uno de los guardias.
Todas estas denuncias fueron realizadas por afiliados de la Casa del Pueblo el 21 de marzo ante la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista de Madrid, que fue el que las trasladó al Gobierno Civil de Badajoz el mismo día. La gravedad de los hechos denunciados y la euforia que todavía se arrastraba desde las elecciones del 16 de febrero del 36, unidas a los cambios efectuados en los cuerpos militares por el Gobierno presidido por Manuel Azaña Díaz, posibilitaron que de manera inmediata se dirigiesen a Villafranca el alférez de la Guardia Civil Tomás Morín Clemente, en funciones de instructor, y el guardia 2.° José Feria González como secretario.
LA INSTRUCCIÓN DEL SUMARIO
Sobre la primera denuncia
El 23 de marzo prestó declaración Juan Durán Dopino, de 29 años y hasta hacía poco bracero de profesión (el día 5 de marzo de ese mes formó parte de una comisión obrera para tratar la crisis del trabajo y el 11 fue nombrado guardia municipal). Contó que el día 18 de enero, sobre las nueve y media de la noche, «hallándose un poco embriagado», discutió de política con un vecino llamado Santos, disputa que degeneró en violenta pelea que solo tuvo fin cuando Jesús García Morán y Manuel García Conejo los separaron, tras lo cual todo acabó. Sobre las 11 de la noche, tres guardias civiles se presentaron en su casa para llevárselo al cuartel, recogiendo de paso a Jesús García Morán. Ya en el cuartel tuvieron lugar los hechos denunciados, siendo llevados tras la paliza al Depósito Municipal, en el que permanecieron tres días. De los guardias civiles que intervinieron solo pudo aportar el nombre del cabo Carranza. A la pregunta clave de por qué no acudió a un médico en cuanto salió del depósito y posteriormente a alguna autoridad ante la que denunciar los hechos, Durán Dopino respondió que «por torpeza no lo hizo». Tampoco quedó claro a qué se debió la tardanza de dos meses en presentar la denuncia.
Jesús García Morán, obrero del campo de 29 años hasta su nombramiento como empleado municipal tras las elecciones, recordó que el 18 de enero fue sacado de su casa esposado junto con Juan Durán Dopino y que ambos fueron conducidos al cuartel de la Guardia Civil, donde fueron llevados a la cuadra y golpeados, tras lo cual pasaron al depósito durante tres días. Según dijo no fue al médico ni puso denuncia por falta de dinero.
Sobre la segunda denuncia
Ese mismo día 23 de marzo, declaró Fernando Rubio Pastor Cagarrache , de 42 años y de profesión antes jornalero y entonces vendedor de pescado. Recordó que sobre las 11 de la noche del 15 de febrero, en el momento en que pedía una copa en cierta casa regentada por una mujer apodada La Gabardina, se sintió de pronto agarrado por detrás y escuchó una voz que le decía: «Ven acá el de las copas». En cuanto se volvió vio a cinco guardias civiles que lo sacaron fuera, lo golpearon y se lo llevaron al cuartel. Cuando uno de los números le preguntó cómo tenía el cuerpo él respondió: «Como ustedes me lo habéis puesto». Luego lo llevaron al cuartelillo de la Guardia Municipal, donde se encontraba el comandante del puesto, quien al verlo lo mandó a casa aconsejándole que no dijera nada de lo ocurrido. Como testigos citó a Justo Rodríguez Cortés 9 y a Juan Durán Dopino, 10 quien desde la puerta de otra casa de prostitución vio lo ocurrido y huyó. Rubio Pastor tampoco acudió a médico alguno, pero sí comunicó al nuevo alcalde lo ocurrido unos días después. Justificó el retraso de la denuncia por carecer de las siete u ocho pesetas necesarias para tramitarla. El testigo Justo Rodríguez Cortés, carpintero de 25 años, estuvo de copas con Juan Durán Dopino el 15 de febrero, siendo testigo cuando iba para casa de cómo los guardias golpeaban a Fernando Rubio Pastor.
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