Finalmente, a todo lo que se ha dicho, se han de añadir las enfermedades ocasionadas por la mala alimentación, en el sentido de falta de determinados elementos nutritivos, necesarios para el equilibrio interno del cuerpo. Por ejemplo, una alimentación deficiente en calcio retarda el crecimiento del niño y crea raquitismo, y en los adultos provoca osteomalacia: reblandecimiento del tejido óseo por descalcificación (dolores vertebrales, aplastamiento de vértebras). La falta de hierro provoca la anemia, que hace dismuir la cantidad de hemoglobina de la sangre, cosa que debilita la resistencia a las infecciones, y afecta al aprendizaje y al trabajo. Se calcula que alrededor del 50% de la humanidad padece anemia, y la deficiencia de hierro es la causa principal de esta situación. La falta de determinadas vitaminas causa alteraciones en el sistema neurológico y en el ritmo cardíaco. En las regiones donde la alimentación se basa en el maíz hay una deficiencia vitamínica que causa la enfermedad de la pelagra (déficit de vitamina PP o ácido nicotínico), y una alimentación desprovista de alimentos vegetales (verduras y frutas) sin vitamina C, causa el escorbuto. La deficiencia de vitamina A causa xeroftalmia, que incluye ceguera nocturna y posibilidad de pérdida irreversible de la visión. La falta de esta vitamina también está relacionada con el incremento de la mortalidad por enfermedades respiratorias y gastrointestinales. Se calcula que en el mundo hay unos 40 millones de niños en edad preescolar que tienen deficiencia de vitamina A, y quizá medio millón que por esta carencia pierden la visión cada año. 18
El medio natural es a menudo el responsable de estas carencias. Lo es en el caso gravísimo de la deficiencia de yodo, que se produce sobre todo en regiones pobres de montaña o en zonas donde se producen fácilmente inundaciones y riadas que eliminan el yodo del suelo agrícola. La falta de yodo produce un tumor o inflamación de la glándula tiroide (bocio) asociada a un posible retraso mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1993, consideraba que había entre 200 y 600 millones de personas afectadas por esta carencia. Se considera que una deficiencia leve de yodo provoca una disminución del coeficiente intelectual del orden del 10-15%, e incrementa la mortalidad en el parto y durante la infancia. La misma OMS (1993) ha hecho responsable de un mínimo de 25 millones de niños con lesiones cerebrales graves y casi 6 millones de cretinos (retraso mental, sordera, mudez, anormalidad en los movimientos corporales) a las deficiencias de yodo durante el embarazo. 19
Éstas son las principales enfermedades de carencia, pero también hay muchas causadas por las condiciones sanitarias en los países y medios sociales afectados por la desnutrición y por la ingestión de alimentos en mal estado (el agua sobre todo). De estas enfermedades, las más frecuentes son las causadas por la ingestión o transmisión de parásitos (parasitosis), los efectos de los cuales agravan las deficiencias nutritivas. Una de las más conocidas y más graves es el paludismo o malaria, producida por la picadura del mosquito anófeles, que transmite un protozoo causante de la enfermedad. La malaria, que destruye los glóbulos rojos y provoca fuertes fiebres, es una enfermedad propia de países tropicales y subtropicales donde la desnutrición está muy extendida. Pero también está la amebiasis, producto de la ingestión de amebas que a menudo se ubican en los intestinos (y en otras vísceras), como también los gusanos intestinales y otros parásitos, que se alimentan a costa del cuerpo humano anfitrión, al cual provocan inflamación de los intestinos y trastronos digestivos, sobre todo diarreas con pérdidas de sangre, un hecho que también se da con la orina.
Desde un punto de vista histórico, por la conmoción social y el dolor personal que causaba, se ha de mencionar entre estas enfermedades el ergotismo, causado por la intoxicación producida por el clavíceps, un hongo parásito de determinadas plantas, sobre todo gramíneas, y que normalmente llega a los hombres por el consumo de pan elaborado con harina de centeno cornudo (parasitado: atacado por el clavíceps). El ergotismo, que en la época medieval se llamaba «fuego sagrado» y «mal de san Antonio», es una enfermedad que ataca o bien al sistema nervioso, causando convulsiones, o bien el sistema vascular causando gangrena, además de vómitos, ardor, espasmos abdominales, sed, diarrea y gran debilidad. Hoy se puede considerar una enfermedad extinguida, pero en épocas históricas era causa casi segura de muerte.
En general, las personas desnutridas, y sobre todo los hambrientos, son fácilmente víctimas de enfermedades epidémicas, cuando menos porque sus organismos, demasiado debilitados, tienen graves deficiencias nutricionales que afectan al sistema inmunológico. Es el caso de la tuberculosis, el sarampión (entre los niños del África negra sobre todo), la erisipela, la neumonía, el tifus y la disentería. Históricamente, muchas hambres se han producido en años excepcionalmente fríos, de ahí que una parte importante de los hambrientos, sobre todo personas mayores y niños, con dificultades para mantener los valores normales de la temperatura corporal hayan muerto también de frío, por hipotermia accidental. 20
Ahora ya sabemos qué necesita el cuerpo humano para alimentarse y qué le pasa cuando no recibe el alimento que necesita. Al estudio de esta carencia en el pasado y hoy dedicaremos este libro.
1La distinción entre desnutrición y hambre se encuentra muy argumentada, excesivamente a nuestro entender, en una obra de Sylvie Brunel ( Famines et politique . París: Presses de Sciences Politiques, 2002, pp. 53-54), dirigente de Acción contra el Hambre.
2A veces se habla de crisis de subproducción.
3Sobre toda esta cuestión, en particular los matices que hay que establecer y las prudencias que se deben tener, conviene leer el artículo de Pierre Vilar. «Réflexions sur la “crise de l’ancien type”. “Inégalité des récoltes” et “sous-développement”». En: Conjoncture économique, structures sociales. Hommage à Ermest Labrousse . París - La Haya: Mouton, 1974, pp. 37-58, de gran interés teórico y metodológico.
4Christopher Dyer. Niveles de vida en la Baja Edad Media. Cambios sociales en Inglaterra, c. 1200-1520 . Barcelona: Crítica, 1991; Massimo Montanari. El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa . Barcelona: Crítica, 1993.
5Una de las mejores síntesis de historia de la población (europea, no obstante) es la de Massimo Livi-Bacci. Historia de la población europea . Barcelona: Crítica, 1999.
6Emmanuel Le Roy Ladurie. Histoire du climat depuis l’an Mil . París: Flammarion, 1967; Id. Histoire humaine et comparée du climat. I. Canicules et glaciers XIIIe-XVIIIe siècle . París: Fayard, 2004; Pierre Alexandre. Le climat en Europe au Moyen Age . París: Éditions de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1987; Brian Fagan. La Pequeña Edad de Hielo. Cómo el clima afectó a la historia de Europa (1300-1850) . Barcelona: Gedisa, 2008.
7La obra de Robert B. Marks. Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión . Barcelona: Crítica, 2007, que inspirará algunas de nuestras páginas, se basa en la idea de que la presión de la población sobre los recursos, fundamental para entender la historia de la humanidad anterior a la era industrial, dejó de ser un factor relevante después de la industrialización.
8Los libros de Marcel Lachiver. Les années de misère. La famine au temps du Grand Roi . París: Fayard, 1991, y Brian Fagan. La Pequeña Edad …, muestran de manera incontrovertible la importancia del factor climático. Éstas serán algunas de nuestras obras de referencia para la Edad Moderna.
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