Por ejemplo, encontró en un niño el temor a que estando sobre hielo pudiera ceder debajo de él o a caer a través de un agujero en un puente −expresiones evidentemente de angustia de nacimiento. Repetidamente ha encontrado que estos temores estaban movilizados por deseos menos evidentes (activados como resultado del significado simbólico-sexual de patinar, de los puentes, etcétera), de forzar el regreso a la madre por medio del coito y esos deseos originaron el miedo a la castración. Esto también hace más fácil entender por qué la procreación y el nacimiento son concebidos frecuentemente en el inconsciente como un coito del niño, quien, aunque sea con ayuda del padre, penetra de este modo en la vagina materna.
No parece arriesgado, por lo tanto, considerar el pavor nocturno que aparece a los dos o tres años como ansiedad originada en el primer estadio de represión del complejo de Edipo, cuya ligazón y descarga prosigue posteriormente por diversos caminos. 7
El temor a la castración que se desarrolla cuando se reprime el complejo de Edipo se dirige ahora a las tendencias del Yo que ya han recibido una catexia libidinal y luego, a su vez, es ligado y descargado por medio de esta catexia.
Con los niños Fritz y Félix la autora pudo comprobar que las inhibiciones del placer en los movimientos estaban estrechamente conectadas con las del placer en el estudio y con varias tendencias e intereses yoicos. En ambos casos lo que hizo posible este desplazamiento de la inhibición o angustia de un grupo de las tendencias del yo hacia otro fue, evidentemente, la catexia principal de carácter simbólico−sexual común a ambos grupos.
En Félix, 13 años, la forma en que apareció este desplazamiento fue la alternancia de sus inhibiciones entre juegos y lecciones. En sus primeros años escolares había sido un buen alumno, pero por otra parte era muy tímido y torpe en toda clase de juegos. A partir de la intervención de su padre, Félix llegó a ser bueno para los juegos y apasionadamente interesado en ellos, pero junto a este cambio se desarrolló en él una aversión por la escuela y todo estudio o conocimiento. Esta aversión se convirtió en manifiesta antipatía, que tenía cuando llegó al análisis. La catexia simbólico-sexual en común estableció una relación entre las dos series de inhibiciones y fue en parte la intervención de su padre, conduciéndolo a considerar los juegos como una sublimación más en consonancia con su yo, la que lo capacitó para desplazar la inhibición de los juegos a las lecciones.
Piensa que el factor de “consonancia con el yo” es importante para determinar contra qué tendencia investida libidinalmente se dirigirá la libido reprimida (descargada como ansiedad) y qué tendencia sucumbiría de este modo, en mayor o menor grado, a la inhibición.
Podemos considerar la inhibición como la restricción de un peligroso exceso de libido. En un principio, entonces, la primera reacción del yo ante un peligro de estancamiento de la libido debe ser la angustia: “la señal para huir”. Pero la incitación a la huida da lugar al “aferrarse al propio terreno y tomar medidas defensivas apropiadas” 8que corresponde a la represión y la formación de síntomas. Otra medida defensiva puede ser el sometimiento, restringiendo las tendencias libidinales, es decir, la inhibición, pero esto solo puede ser posible si el sujeto triunfa en desvirtuar la libido dirigiéndola hacia las actividades de los instintos de autoconservación, dando así una salida en el campo de las tendencias del yo al conflicto entre energía instintiva libidinal y represión.
Destaca como conclusión que la ausencia o presencia de capacidades, aunque parezcan determinadas simplemente por factores constitucionales y formando parte del desarrollo de los instintos del Yo, demuestran estar determinadas igualmente por otros factores, como los libidinales, y ser susceptibles de cambiar a través del análisis.
Uno de estos factores básicos es la catexia libidinal, como preliminar necesario de la inhibición. Esta conclusión está de acuerdo con hechos ya observados repetidamente en psicoanálisis. Pero existe la catexia libidinal de una tendencia del yo aun cuando la inhibición no se ha producido. Es (como aparece con especial claridad en el análisis de niños) un componente constante de todo talento e interés. Si es así, debemos suponer que, para el desarrollo de una tendencia del yo, no solo tendría importancia una disposición constitucional sino también lo siguiente: ¿Cómo, en qué período y en qué cantidad (bajo qué condiciones) tiene lugar la alianza con la libido? De modo que el desarrollo de la tendencia del yo depende del destino de la libido con la cual está asociada, es decir, del éxito de la catexia libidinal. Esto reduce la importancia del factor constitucional en el talento.
Considera que, en el estadio narcisista, los instintos del yo y los sexuales están todavía unidos porque en un principio los instintos sexuales entran en el terreno de los instintos de autoconservación. Aunque aceptamos como válida la diferenciación posterior entre instintos del yo e instintos sexuales, sabemos, por otra parte, gracias a S. Freud, que una parte de los instintos sexuales permanece asociada a lo largo de la vida con los instintos del Yo y les provee componentes libidinales. Lo que ha denominado previamente catexia simbólico−sexual de una tendencia o actividad perteneciente a los instintos del yo corresponde al componente libidinal. De este modo se refiere a la sublimación.
Pero, al mismo tiempo, los factores que condicionan el desarrollo del lenguaje están activos en la génesis del simbolismo. 9Desde este vértice también nos acercamos al mecanismo de la sublimación.
De acuerdo con esto, vemos que la identificación es un estadio preliminar no solo de la formación de símbolos sino al mismo tiempo de la evolución del lenguaje y de la sublimación. Esta última se produce por medio de la formación de símbolos: las fantasías libidinales quedan fijadas en forma simbólico-sexual sobre objetos, actividades e intereses.
Podemos sintetizar sus afirmaciones del siguiente modo: en los casos que he citado de placer en el movimiento (juegos y actividades atléticas) debemos reconocer la influencia del significado sexual del campo de deportes, del camino, etcétera (como representación de la madre), en tanto que caminar, correr y toda clase de movimientos atléticos representan la penetración dentro de la madre. Al mismo tiempo, los pies, las manos y el cuerpo que llevan a cabo estas actividades y que, como consecuencia de identificaciones tempranas, están relacionadas con el pene, sirven para atraer sobre ellos algunas de las fantasías que realmente están en relación con el pene, las situaciones y gratificaciones asociadas con dicho órgano. Destaca que el eslabón que conectó esto fue probablemente el placer por el movimiento o, más bien, los primeros sonidos hablados eran los llamados seductores a la pareja y que este lenguaje rudimentario se desarrolló como acompañamiento rítmico del trabajo, el que quedó asociado al placer sexual. Pero, al mismo tiempo, los factores que condicionan el desarrollo del lenguaje están activos en la génesis del simbolismo.
En esta formulación M. Klein presupone que hay represiones y sublimaciones previas al complejo de Edipo freudiano.
El placer del habla y del movimiento del niño pequeño son las primeras sublimaciones. De todos modos, el destino final de estas primeras sublimaciones se juega en el Edipo.
Al examinar el problema de la sublimación, sugirió que un factor determinante de su éxito era que las fijaciones destinadas a la sublimación no hayan sufrido una represión demasiado temprana, porque esto impide la posibilidad de desarrollo. De acuerdo con esto, tenemos que postular una serie complementaria entre la formación de síntomas, por una parte, y la sublimación eficaz, por otra. Nos encontramos que la fijación que conduce a un síntoma estaba ya en vías de sublimación, pero fue apartada de ella por la represión. Cuanto más pronto ocurre, mayor será el grado en que la fijación retendrá el verdadero carácter sexual de la situación placentera y tanto más sexualizará la tendencia en la que ha colocado su catexia libidinal, en vez de fusionarse con esa tendencia. También será más inestable esa tendencia o interés porque estará continuamente expuesta a la arremetida de la represión.
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