Y ella va y no ve a nadie pero sube. Era una de esas casas con ventanas al pasillo interior. Pilar se asoma a la ventana y como no ve a nadie se va. Resulta que, efectivamente, la policía se lo había llevado todo hacía solo un par de horas.
Jesús Monzón y ella tienen que ir cambiando continuamente de domicilio para evitar ser localizados mientras los militantes de Madrid les buscan un alojamiento menos provisional. Al fin les encuentran un chalé vacío en Ciudad Lineal. Pilar había hablado con Monzón del problema que tenía con su madre, que estaba recogida temporalmente con los parientes de Silla. Así que Monzón accede a que su madre se vaya a Madrid a vivir con ellos al chalé, porque resultaba muy normal que el matrimonio estuviese con la suegra, ¿no? Sin embargo, su madre se va a vivir a Madrid y viola la ley, porque al salir de la cárcel lo había hecho con libertad condicionada a no salir de la provincia sin salvoconducto. El hecho es que el supuesto matrimonio vive con su madre, y en una vivienda aparte que había para los jardineros se pone a vivir una pareja de camaradas que el partido había buscado.
Pero aquella situación tampoco dura mucho, solo unos meses. Porque enseguida el partido hace trasladar a Monzón a Barcelona y cuando este se encuentra instalado llama a Pilar para que vaya también. Pilar deja a su madre en aquel chalé de Ciudad Lineal con los dos camaradas, Charo y Vicente, y viaja a Barcelona. Pero pronto los inquilinos del chalé tienen que marcharse porque al desaparecer Monzón de Madrid el partido ya no puede sostener económicamente el chalé, que no sirve para ninguna misión. Su madre, que ya no puede volver a Valencia porque se ha ido sin permiso y la pueden detener y llevar de nuevo a la cárcel, aunque le cuesta mucho tomar la decisión, escribe a su hija Angelita a México; no tiene otra salida.
Antes de irse a México había que conseguir el pasaporte, y eso le costó un año entero. La buena mujer ha de ir a solicitarlo a la famosa y temida Dirección General de Seguridad, que está en la Puerta del Sol. Aunque con mucho miedo, como ya no tiene a nadie que la ayude y no puede contar con su hija Pilar, que está en Barcelona, no tiene más remedio que resolver ella sola el problema de los permisos. En la Dirección General de Seguridad le hacen ir cada quince días y siempre le dicen lo mismo:
–No está, no está, vuelva usted otro día.
Durante ese año que tardan en darle el pasaporte, la madre de Pilar se va con Charo y Vicente a vivir a una casita de Ciudad Lineal. El matrimonio pertenece a una familia muy humilde y Vicente está casi sin trabajo. O sea, que viven en la pobreza, pero han tomado cariño a la madre de Pilar y no quieren que se vaya a México. Acaban llamándola madre , y como el papeleo se alarga están casi convencidos de que se quedará; creen que nunca le llegarán a dar el dichoso pasaporte. Pero entonces, finalmente, un día en que va a la Dirección General de Seguridad le dicen que tiene que quedarse. Le dieron un susto tremendo y se pasó la noche en los calabozos. Al día siguiente, por la mañana, la llaman y le dicen:
–Bueno, aquí tiene usted ya el pasaporte. Le hemos hecho todo esto para que usted se lleve un buen recuerdito de España.
La pobre señora, muy temerosa todavía por la noche que había pasado en los calabozos, e ignorando si la iban a encarcelar otra vez, se va sin saber muy bien si reír o llorar. Pero aún tardará algo en irse a México, pues tuvo que esperar a que su hija le enviase el pasaje. Un pasaje que costó una millonada, porque en aquel entonces para autorizar la entrada en México de alguien, había que depositar una cantidad muy grande de dinero. Afortunadamente, Florencio, el marido de Angelita, era rico y no hubo problema.
Cuando doña Ángeles llegó a México casi no conoció a su hija. Se había convertido en millonaria y se codeaba con la alta sociedad mexicana. Nada más llegar, su hija le advierte de que no debe decir nada a Florencio, su marido, ni a su familia mexicana de lo que ellas habían pasado antes, durante y después de la guerra. Angelita era tremenda. Cada domingo iba a misa con los niños. Desde luego, la madre de Pilar, una valencianahablante y republicana, no se encontraba nada a gusto en casa de su hija. Tanto es así que a los pocos meses de llegar le plantea que quiere regresar a España. Angelita se lleva un gran disgusto porque no entiende a su madre. Discuten y su hija le insiste una y otra vez para convencerla de que la idea de regresar es una barbaridad porque la pueden volver a detener y porque tendrá que vivir sola. Al final, doña Ángeles cede y se queda. Y de allí ya no pudo volver, porque en 1979 murió, un año después que su propia hija. Diez años antes, Angelita la había ingresado en el hospital español porque estaba muy delicada de artrosis y reuma y casi no se podía mover. Allí estuvo muy bien atendida hasta su muerte. Y en México está enterrada, junto a su hija Angelita, pero muy lejos de su amada Valencia.
Y mientras tanto, ¿qué era de Pilar y de su vida? La dejamos en Barcelona, en donde al poco tiempo de llegar se queda sola porque Carrillo, Dolores y toda la dirección del partido ya habían llegado a Toulouse, Carrillo desde Argel y Dolores desde la Unión Soviética. Llaman a Monzón y éste también se tiene que ir. Monzón le confiesa a Pilar que sospecha que se lo van a cargar por el camino, antes de pasar la frontera, así que Pilar lo despide con la sensación de que es posible que ya no lo vuelva a ver nunca más, como así ocurrió. Pero todo sucedió más rápidamente de lo que ambos suponían, porque Monzón fue detenido por la policía cuando iba a salir de Barcelona. Eso era julio de 1945. Ambos sospechaban que estaban infiltrados por la policía y los hechos les iban a demostrar que era muy cierto. Se habían instalado en Valvidriera, en casa de los padres de un chaval que hacía de correo con Pilar. Allí vivían además los abuelos, su mujer y su hija. Este chico aprovechaba las noches para venir a verlos. Se acostaba con su mujer y veía a su hija. Pilar advirtió a Monzón de que era peligroso y que la situación se estaba haciendo insostenible.
–Un día lo van a detener y si él canta caemos todos.
–Sí, tienes razón, vamos a cambiarlo.
Pero no hubo tiempo. Y poco después se enteró por el chaval de que la dirección del partido quería trasladarla también a ella a Francia. Sabían que había habido muchas detenciones y como ella había estado con Monzón suponían que sabía muchas cosas. Y era verdad, efectivamente, sabía muchas cosas porque Monzón le preguntaba su opinión sobre muchos asuntos y mucha gente. Pero sabía mucho menos de lo que imaginaba la dirección, porque Monzón trabajaba muy bien clandestinamente y, por seguridad, procuraba mantenerla al margen de todo aquello innecesario que la pudiera involucrar seriamente.
Unos días antes de emprender el viaje a Francia, Pilar escucha mucho ruido en la parte de delante del chaletito de Valvidriera, donde todavía vivía. Era muy temprano, antes de las siete de la mañana, y Pilar estaba en la cama, pero al escuchar los ruidos y los golpes en la puerta piensa enseguida que es la policía. Así que, instintivamente, salta de la cama, se pone una falda, una blusa y unas alpargatas y comprende que ha de salir de allí. Sin pensárselo coge un orinal y una toalla, simulando ser una mujer de la limpieza, y sale de la habitación decidida a llegar hasta la cocina para escapar por la puerta de atrás, que da a la montaña. Y así lo hace. Rápida y sigilosamente pasa a la cocina sin ser vista por los dos policías que estaban en el comedor pegando y gritando a los dos viejos.
Pilar se vio sola, sin dinero y con la necesidad de llegar hasta Barcelona para pedir ayuda. Como pudo, andando, consiguió llegar hasta la ciudad. En Barcelona solo conocía a los ocupantes de dos casas donde llevaba el correo. De una de ellas no se fiaba, no sabía bien por qué y así se lo había dicho antes a Monzón, por lo que se fue a la otra. Era la de un obrero que trabajaba en una fábrica de Barcelona. Fue a la salida del trabajo de este obrero, quien al verla le dijo:
Читать дальше