Brystal dejó a Lucy en estado de shock en los escalones flotantes y se marchó hacia su oficina en el primer piso. Cruzó la pesada doble puerta y suspiró aliviada cuando encontró la habitación vacía.
La oficina era una habitación circular y espaciosa con estantes de libros, gabinetes de pociones y muebles de cristal. Tenía ventanas que llegaban al techo y le ofrecían una vista imponente del terreno de la academia y del océano deslumbrante a lo lejos. Algunas nubes blancas y mullidas se movían suavemente por lo alto del techo, mientras numerosas burbujas brotaban de la chimenea y flotaban por el aire.
La habitación estaba repleta de objetos únicos que Brystal y su predecesora, Madame Weatherberry, habían coleccionado durante los años. En la pared de la chimenea había una réplica inmensa del Mapa de Magia. Estaba lleno de miles de luces brillantes, una para cada bruja o hada que vivía sobre la tierra. Las luces mostraban su ubicación a lo largo de los cuatro reinos y los seis territorios.
Al fondo de la oficina, junto al escritorio de cristal de Brystal, había una esfera muy especial que le permitía ver cómo se veía el mundo desde el espacio. De este modo, Brystal podía monitorear huracanes que surcaban los mares y tormentas que golpeaban la tierra, pero lo más importante de todo era que podía usar este globo terráqueo para vigilar las luces que destellaban sobre las Montañas del Norte.
–Gracias a Dios –se susurró a sí misma–. Todavía estás ahí.
Brystal se sintió aliviada de ver que las luces del norte no se habían movido durante su ausencia. Nunca le contó a nadie por qué esas luces eran tan importantes, pero la verdad era que nadie notaba la frecuencia con la que las revisaba a lo largo del día. Era lo primero que hacía en la mañana y lo último que hacía a la noche, y durante los días en los que el Consejo de las Hadas debía viajar, siempre lo inspeccionaba antes y después de sus viajes.
Las luces significaban que Brystal podía quedarse tranquila, al menos, por una cosa. El día parecía estar lleno de preocupaciones y ni siquiera había terminado.
–¡Estás cometiendo un grave error! –declaró Lucy cuando entró a la oficina por la fuerza.
Durante una fracción de segundo, Brystal se vio tentada de quitarle la magia, pero entendió que no serviría de nada.
–¿Y por qué?
–¡Porque echar a un miembro de la banda siempre termina en desastre! –le explicó Lucy–. ¡Eso mismo ocurrió con los Tenores Globin! Hace unos años, uno de los goblins fue expulsado del grupo por comerse a sus seguidores. ¡Pero la decisión produjo el efecto indeseado! ¡Sin el cuarto miembro de la banda, la gente sintió que les faltaba algo a sus espectáculos y todos dejaron de ir a verlos en vivo!
–¡O quizás dejaron de ir porque se comían a las personas !
Lucy se detuvo por un momento (nunca lo había pensado de esa forma), pero con un gesto rápido de su mano hizo a un lado el comentario y siguió con su punto.
–Mira, entiendo que lo arruiné y merezco un castigo, pero no deberías poner al Consejo de las Hadas en riesgo solo para enseñarme una lección. Todo el mundo sabe que somos seis… ¡y eso es lo que la gente quiere ver! Si empiezan a aparecer solo cinco a nuestros eventos, la gente se sentirá decepcionada. Tal como te lo dije en la Represa del Oeste, si los decepcionamos comenzarán a resentirnos y pronto ¡odiarán a todos los miembros de la comunidad mágica!
–Lucy, sinceramente dudo que el destino de la comunidad mágica dependa de tu asistencia.
–Al principio no, ¡pero luego sí! –insistió Lucy–. Ahora mismo, el Consejo de las Hadas es el número más importante del mundo, pero cuanto más importante sea, más rápido se puede apagar. Lo he presenciado tantas veces que ya perdí la cuenta. Cuando los artistas crecen demasiado rápido, empiezan a cometer errores. Se ponen cómodos y dejan de trabajar para complacer a la gente. Empiezan a invertir menos, rompen promesas y dan por sentado al público. Y justo cuando creen que son imparables… ¡bam! , ¡el público los deja de seguir por un acto que sí cumple con sus expectativas!
–Lucy, ¡este no es el mundo del espectáculo!
–¡Todo es el mundo del espectáculo! ¿Por qué no lo ves?
Brystal respiró profundo y se sentó en la silla detrás de su escritorio de cristal.
–No estoy intentando molestarte, solo estoy cuidándonos –dijo Lucy–. La comunidad mágica está a salvo porque la gente ama al Consejo de las Hadas y si queremos mantener al público de nuestro lado, no podemos arriesgarnos a hacerlos sentir mal. Darle a la gente lo que quiere, cuando lo quieren, es la mejor forma de asegurar nuestra supervivencia.
Tiene razón, lo sabes…
Una vez más, el pensamiento apareció de la nada, desconcertando a Brystal por completo.
Nunca tendrás la aprobación de la humanidad…
Tendrás que ganártela una y otra vez, hasta el fin de los tiempos.
Brystal escuchó a los pensamientos con tanta claridad que se recordó a sí misma que solo estaban en su cabeza.
Puede que te traten como una salvadora, pero la verdad es que no eres nada más que una esclava …
Un bufón en la corte de la humanidad…
Un payaso en sus circos…
Brystal se sentía muy perturbada por lo que le decían los pensamientos. Intentó concentrarse en saber de dónde venían, pero cada vez que aparecía uno, abandonaba tan rápido su mente que no podía trazar un hilo lógico para encontrar su origen. Era como si alguien más estuviera soltándo ideas en su cabeza antes de irse corriendo.
–Me doy cuenta de que lo estás pensando –le dijo Lucy–. No me considero una experta en muchos ámbitos, pero, por primera vez, estoy segura de lo que estoy diciendo. No importa cuánta compasión y caridad le demos a la gente, no estarán satisfechos a menos que los entretengamos . Y, con suerte, yo soy la persona indicada para eso.
Ella no quiere ayudarte…
Solo quiere ayudarse a sí misma…
Te traicionará por un poco de atención…
Te abandonará solo por un poco de gloria.
Brystal intentó ignorar los pensamientos, pero cuanto más lo intentaba, más fuertes parecían hablarle. Se cubrió las orejas para bloquearlos, pero los escuchaba con la misma claridad que antes. Lucy levantó una ceja cuando vio a Brystal y tomó el gesto como un ataque muy personal.
–¿De verdad te vas a tapar los oídos? –le preguntó.
–Lucy, por favor, no quiero seguir hablando de esto –le rogó Brystal.
–¿Tanto te cuesta escucharme?
–Es solo que tengo muchas cosas en la cabeza y yo…
–Es por lo de la Represa del Oeste, ¿verdad? ¿Qué tendré que hacer para volver a tener tu confianza?
–No, no tiene nada que ver con…
–Entonces, ¿cuál es tu problema? ¿Por qué actúas así?
Brystal suspiró y se hundió en la silla detrás de su escritorio. Una parte de ella quería contarle a alguien sobre los pensamientos inquietantes que tenía en su cabeza, pero aún estaba tan confundida que no sabía qué decir. Además, no era un gran momento para tener una conversación profunda con Lucy.
No lo entendería…
Nadie lo entendería…
Todos creerán que estás loca…
Encontrarán una forma de usarlo en tu contra…
Estarán esperando a que aparezca un motivo para deshacerse de ti.
Brystal no quería pensar esas cosas horribles, pero ya no tenía control sobre sus pensamientos. Lucy se cruzó de brazos y la estudió como si fuera un acertijo humano.
–Algo te está perturbando –le dijo–. Puedo sentirlo… Los problemas son mi especialidad.
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