–Ya te había dicho que no quería uno –le contestó Brystal–. Me hace sentir como un objeto.
–Bueno, como mi madre solía decir, si te van a cosificar, es preferible que lo haga tu familia –dijo Lucy y le dio una palmada en la espalda a Brystal–. Solo agradece que eligieron llamarte Hada Madrina, ya nos han llamado de muchas formas peor.
–Disculpa, ¿Brystal? –la interrumpió Emerelda–. Creo que será mejor que nos encarguemos rápido de esto. Tenemos que reparar un molino a las tres de la tarde y descongelar una granja a las cinco. Además, la gente está empezando a enfurecerse allí abajo.
–No podría estar más de acuerdo –dijo Brystal–. Hagamos lo que vinimos a hacer y acabamos con esto de una vez por todas. No hace falta causar más escándalo del necesario.
Sin perder más tiempo, Brystal se paró al borde de la Represa del Oeste y movió su varita hacia el daño a sus pies. La grieta gigante de pronto se llenó mágicamente con un sello dorado y, luego de más de una semana de neblina constante, la lluvia finalmente se detuvo. Para estar más segura, Brystal movió su varita una vez más y esta vez una brisa poderosa sopló por toda la ciudad, secando las calles, tiendas y hogares. La brisa voló algunos sombreros y derribó a algunas personas al suelo, pero se pusieron de pies completamente secos.
Todo ocurrió tan rápido que les tomó un minuto a los ciudadanos comprender que habían resuelto sus problemas. Su grito de celebración fue tan poderoso que era un milagro que la Represa del Oeste no se agrietara otra vez.
–Bien, todos satisfechos –concluyó Brystal–. Ahora vamos para…
–¡Magnífico! –vociferó el presentador–. ¡Con solo un movimiento de su muñeca, el Hada Madrina reparó la Represa del Oeste y salvó a Fuerte Longsworth de una década de lluvia! ¡Ahora el Consejo de las Hadas acompañará al Rey Belicton en el escenario para recibir una muestra de agradecimiento de parte de nuestro reino!
–¿Qué cosa ? –dijo Emerelda.
Las hadas miraron hacia abajo y vieron al Rey Belicton en el escenario con un trofeo de oro inmenso. Tangerina y Cielene estaban muy entusiasmadas.
–¡Quieren darnos un premio! –dijo Cielene–. ¡Me encantan los premios!
–¿Podemos quedarnos y aceptarlo? –le preguntó Tangerina al resto–. ¿Por favor?
–Absolutamente, no –dijo Emerelda–. Si el Rey Belicton quisiera darnos un premio, me lo hubiera aclarado primero. No podemos permitir que la gente se aproveche de nuestro tiempo.
–Oh, relájate, Em –la instó Tangerina–. Trabajamos demasiado para ganarnos la aprobación del mundo y ahora ¡ finalmente la tenemos! Si de vez en cuando no le damos a la gente una oportunidad de admirarnos, ¡quizás perdamos su admiración!
–Creo que Tangerina tiene razón –intervino Amarello–. El Rey Belicton puede haber roto las reglas, pero su gente no lo sabe. Si no tienen la ceremonia que esperaban, probablemente nos culpen a nosotros . Y no deberíamos darles otra razón para que empiecen a odiarnos otra vez.
Emerelda gruñó y puso los ojos en blanco. Se levantó las mangas de su vestido y revisó el reloj de sol que tenía en su muñeca.
–Está bien –dijo Emerelda–. Les daremos otros veinte minutos, pero eso es todo.
El hada chasqueó los dedos y un tobogán mágico de esmeralda apareció frente a ellos. Se extendía desde la parte superior de la represa hasta el escenario abajo. Emerelda, Amarello, Tangerina y Cielene se deslizaron y acompañaron al Rey Belicton en el escenario, pero Brystal se detuvo antes de seguirlos. Notó que Lucy no había dicho nada desde que habían reparado la represa y, en cambio, estaba parada muy quieta, observando a la multitud con gran profundidad.
–Lucy, ¿vienes? –le preguntó.
–Sí, ya bajo –le contestó–. Solo estoy pensando.
–Oh, oh –dijo Brystal–. Debe ser algo serio si te estás perdiendo la oportunidad de estar en un escenario.
–¿Estamos haciendo suficiente?
Brystal se sintió confundida por la pregunta abrupta.
–¿Qué?
–Reparamos represas, construimos puentes, ayudamos a la gente… pero ¿es suficiente ? –le aclaró Lucy–. Todas estas personas viajaron hasta aquí para ver algo espectacular y ¿qué les dimos? Un poco de sellador y viento.
–Sí –le contestó Brystal–. Les dimos exactamente lo que necesitaban .
–Sí, pero no es lo que querían –dijo Lucy–. Si tocar con la Tropa Gansa me enseñó algo es la psicología de una audiencia. Si estas personas regresan a sus casas decepcionadas, incluso en lo más mínimo, estarán enojadas con nosotras. Y tal como dijo Amarello, no deberíamos darles ninguna razón para que nos odien. Si empiezan a resentir al Consejo de las Hadas, pronto comenzarán a resentir a todas las hadas y ¡bum! , la comunidad mágica volverá a donde empezó. Creo que sería inteligente quedarse un rato y darles un espectáculo.
Brystal miró a la ciudad mientras pensaba en lo que acababa de decir Lucy. Era obvio que la gente quería más magia, parecían estar obsesionados con el Consejo de las Hadas desde su llegada, pero Brystal no quería consentirlos demasiado. Ella y el resto tuvieron que trabajar mucho para llegar hasta este punto. La idea de trabajar aún más para mantener su posición era agotadora con solo pensarla. Y Brystal no quería pensar en nada, solo quería marcharse y alejarse de la multitud.
–Somos filántropas, Lucy, no artistas –le dijo–. Si la gente espera un espectáculo de nuestra parte, siempre tendremos que darles un espectáculo y ¿a dónde nos llevará eso? Sería más fácil complacer a la gente y contener sus expectativas si mantenemos todo simple. Ahora aceptemos el premio del rey, estrechemos algunas manos y sigamos adelante.
Brystal se deslizó hacia el escenario antes de que Lucy tuviera oportunidad de oponerse, pero ambas sabían que su conversación estaba lejos de terminar.
–En nombre del Reino del Oeste, me gustaría agradecerle al Hada Madrina por sus enormes actos de generosidad –dijo el Rey Belicton a sus ciudadanos–. Como muestra de nuestra eterna gratitud y aprecio, le entrego el más prestigioso premio de nuestro reino, la Copa de la Represa.
Antes de que el Rey Belicton pudiera entregarle el trofeo a Brystal, Cielene se lo quitó de las manos y lo sostuvo como un bebé. Tangerina empujó a Brystal hacia adelante, obligándola a improvisar un discurso de aceptación.
–Ehm… bueno, primero me gustaría decirles gracias –comenzó Brystal y se recordó ser simple–. Siempre es un privilegio visitar al Reino del Oeste. El Consejo de las Hadas y yo nos sentimos muy honrados de que confíen en nosotros para reparar una estructura tan importante para su pueblo. Espero que, de ahora en más, siempre que la gente mire la Represa del Oeste, recuerden el potencial que la magia tiene para ofrecer…
Mientras Brystal continuaba con su discurso, Lucy estudiaba a los ciudadanos de la multitud. Parecían atentos a cada palabra que Brystal decía, pero a Lucy le preocupaba que fuera solo cuestión de tiempo para que perdieran su interés. No querían escuchar sobre la magia, ¡querían ver magia! Si Brystal no estaba dispuesta a darles el espectáculo que deseaban, entonces Lucy se haría cargo. Y confiaba que su especialidad para los problemas la ayudara.
Cuando se aseguró de que todos los ojos estaban sobre Brystal, se bajó del escenario y se acercó en puntillas de pie hasta la base de la Represa del Oeste. Frotó las manos, las colocó sobre la estructura de piedra y conjuró un poco de magia.
–Esto hará que todo sea más interesante –se dijo a sí misma.
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