–¿En serio? –le preguntó Pip–. ¿Cómo es eso?
Brystal se quedó en silencio mientras pensaba una respuesta. Le resultaba tan difícil explicarse a sí misma lo que sentía, que era mucho más complicado explicárselo a otra persona.
–El mundo me conoce y me adora por una cualidad que solía ocultar y odiar de mí. Y si bien sé que no tengo nada que temer ni sentirme avergonzada, muy en lo profundo, aún cargo con ese miedo y vergüenza. En algún momento, me ocupé tanto de cambiar al mundo que me olvidé de cambiarme a mí. Y ahora creo que estas emociones viejas están empezando a jugar con mi mente.
Este nuevo descubrimiento no resolvió sus problemas, pero la hizo sentir un poco mejor. Pip miró hacia el océano con una expresión sombría, como si ella supiera exactamente lo que Brystal estaba diciendo.
–Creo que te entiendo –le dijo–. Cuando estaba en el Correccional Atabotas, nunca sentí que perteneciera a ese lugar. Es decir, habría sido raro si pensaba eso . Pero si bien ahora vivo en el Territorio de las Hadas, el vacío sigue conmigo. Como nadie me enseñó a pertenecer a ningún lugar, simplemente me siento vacía en cada lugar al que voy. Supongo que yo también cargo con esas emociones viejas.
Brystal sentía lástima por Pip y deseaba sentirse mejor para ayudarla.
–Quizás pertenecer no se puede enseñar –reflexionó–. Quizás solo sea algo que debamos practicar.
Pip asintió.
–Quizás la felicidad también –le dijo.
Las niñas intercambiaron sonrisas algo desanimadas y admiraron el atardecer en silencio. La tranquilidad solo fue interrumpida cuando oyeron un susurro.
– ¡Ah, mira! ¡Allí está!
– ¡Shh! ¡No hagas movimientos bruscos!
Brystal volteó y vio a Tangerina y Cielene en la playa detrás de ella.
–Está bien. No les voy a gritar.
–Lo siento, sabíamos que querías estar sola –se disculpó Tangerina.
–Es solo… ehm… hay algo que vino en el correo que deberías ver –le dijo Cielene.
–¿De quién es? –preguntó Brystal.
Tangerina y Cielene se miraron preocupadas.
–De tu familia –respondieron.
De pronto, Brystal sintió un nudo en el estómago. No había hablado con ningún miembro de su familia desde hacía un año. Debía ser importante si la estaban buscando. Brystal se puso de pie y Tangerina le entregó un sobre cuadrado. A diferencia de las otras cartas, este sobre estaba dirigido a Brystal Evergreen , en lugar de al Hada Madrina , y la dirección de su familia figuraba en el remitente. Brystal abrió el sobre y se encontró con una tarjeta gruesa con unas letras pomposas:
–Oh, por Dios –exclamó Brystal.
–¿Qué ocurre? –preguntó Tangerina casi sin aliento.
–¡Mi hermano se va a casar!
–¡Oh, gracias a Dios! –dijo Cielene–. ¡Tenía miedo de que se hubiera muerto alguien!
Brystal no sabía qué era más increíble: la idea de que Barrie se estuviera por casar o el hecho de que la invitaran a ella a la boda.
–Felicitaciones –le dijo Pip–. Eso debería hacerte feliz.
Brystal estaba de acuerdo, pero más allá de las buenas noticias, se sentía igual de melancólica que antes.
–Tienes razón –le respondió Brystal–. Debería hacerme feliz… Debería …
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