Hannahes una Elemental, una poderosa bruja capaz de manipular el aire, el fuego, el agua y la tierra. Y sin embargo… debe mantener su existencia en secreto y jamás, pero jamás hacer magia delante de un Reg, una persona no mágica, o perderá su lugar en el aquelarre y sus poderes.
Así que su vida no es muy distinta de la de sus compañeros de clase: trata de evitar a la chica a la que ama porque le ha roto el corazón; sale de fiesta con sus mejores amigos, y trabaja en una tienda de artículos mágicos… para personas no mágicas: góticos, farsantes, wiccas y curiosos.
Pero cuando en una fiesta en la playa aparece un sacrificio dentro de un pentagrama, Hannah está segura de que un secreto del pasado ha venido a acecharlas a Veronica, su ex, y a ella: una bruja de sangre.
El aquelarre no está muy seguro, pero los ataques se intensifican, muchos inocentes están en peligro y Hannah y Veronica deberán olvidar sus diferencias y unir sus fuerzas si quieren salir vivas de esta.
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A mi esposa, Megan.
Conocerte lo ha cambiado todo,
incluso esta historia.
Dicen que hay una delgada línea entre el amor y el odio.
Yo solía pensar que esas personas eran idiotas. La mayoría lo es. ¿Qué podían saber unos idiotas anónimos sobre el amor? O sobre el odio, llegado al caso. Pero entonces salí con Veronica Matthews.
Veronica. Matthews.
La chica que me sacó del clóset tan rápida y definitivamente que mi cabeza aún seguía dando vueltas semanas más tarde. Nuestro primer beso fue un antes y un después. Un cambio de identidad. Incluso tras un año de relación, aún no encuentro las palabras para describirlo.
Mis padres se sorprendieron, aunque se recuperaron rápidamente luego de que entrara a la cocina el día del beso y anunciara “Mamá. Papá. Resulta que soy gay”.
Mi padre dejó caer su cuchara al suelo. Parpadeó algunas veces, luego se encogió de hombros.
–Ah, bien. De acuerdo.
–¿Quieres hablar de eso? –mi madre recogió la cuchara y la lavó en el fregadero.
–Nop –recuerdo haberme encogido de hombros. Papá y yo lo hacemos mucho–. Solo creí que debían saberlo.
Y eso fue todo.
Veronica Matthews me enseñó sobre el amor, y supongo que Ellos tenían razón. Realmente hay una línea delgada hacia el odio. La misma chica que me arrastró fuera del clóset, más adelante me arrancó el corazón del pecho con sus uñas meticulosamente arregladas.
La odio. Esa estúpida, egocéntrica…
Alguien aclara su garganta frente a mí. Aparto la mirada de Veronica, que se encuentra al fondo de la tienda, junto a las pociones preparadas, coqueteando con una chica cuyo nombre no puedo recordar. Luce familiar, con su piel morena y una mata de rizos negros. Creo que ha estado en el equipo de porristas con Veronica.
Evan Woelk, un chico pálido y delgado con una gruesa línea de delineador alrededor de sus ojos color café oscuro, está de pie al otro lado del mostrador. Sonríe cuando finalmente dirijo mi atención hacia él.
–Hola, Hannah –coloca una pila de mercadería junto a la caja registradora y mete sus manos en sus bolsillos delanteros.
–¿Has encontrado todo bien? –le pregunto al tiempo que ahogo un escalofrío al escuchar reír a Veronica. Ni siquiera el sahumerio de lavanda que está quemándose detrás de mí es capaz de calmar mis nervios cuando ella está cerca.
Evan asiente y observa como asciende la suma total a medida que escaneo sus compras. Velas negras. Cordel para rituales de unión. Un libro de hechizos. Incienso. Un átame totalmente negro, con ambos extremos de la hoja afilados. A pesar de que solo es utilizado para direccionar energías, debo resistir el impulso de poner los ojos en blanco. Otro Reg que juega a ser un brujo.
Escaneo el último artículo y echo un vistazo a Evan. Tiene todo un estilo gótico (vaqueros negros, una camiseta negra ajustada y anillos en cada uno de sus dedos), lo que hace que todo resulte aún más ridículo.
–Ochenta y cuatro con noventa y cinco –muerdo mi labio cuando él pasa su tarjeta. Parte de mí quiere ponerlo en advertencia. A pesar de que la magia Wicca es un juego de niños en comparación con lo que yo soy capaz de hacer, es peligroso meterse con fuerzas que uno no puede comprender.
No es que vaya a decir algo realmente. Exponer mi secreto sería arriesgarme a ser desterrada.
O a algo peor.
Evan acepta su bolsa con una sonrisa contenida. Se mueve de un pie a otro y no se marcha. Exhibo mi sonrisa laboral, pero ansío que se retire. Veronica sigue riendo por algo que Cómo-se-llame ha dicho. No quiero lidiar con ella, pero no puedo dejar el mostrador cuando hay un cliente en la tienda. Nunca me consideré una persona celosa, pero si esas dos no se largan pronto, yo…
–¿Esa es Veronica? –pregunta Evan y señala al anotador frente a mí. En el que se ve mi versión a medio terminar de Veronica convertida en un demonio maligno–. Escuché que ustedes rompieron.
–En verdad no quiero hablar de eso –mis mejillas arden. Arranco la página y la arrojo a la basura. Claro que lo ha escuchado. Toda la escuela ha cotilleado acerca de nuestra ruptura pública por semanas.
–Olvida que pregunté –Evan aparta su pelo oscuro de sus ojos. Es un esfuerzo en vano, ya que cae de vuelta a su lugar–. ¿Asistirás al fogón de esta noche?
Ofrezco una media sonrisa como agradecimiento por el cambio de tema.
–Creo que Gemma querrá ir –y si mi mejor amiga quiere asistir al fogón anual de fin de curso en el bosque, no hay manera de que me permita zafarme–. ¿Asumo que tú irás?
–No me lo perdería –eleva su bolsa de artículos mágicos, en donde el átame asoma por una pequeña rasgadura en el plástico–. Te veo esta noche.
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