–Ya te lo dije, no quiero hablar –le contestó Brystal.
–¿Por qué no? ¡Yo te conté todo sobre mí!
–Por favor, detente…
–¡No, no me detendré! ¡No me iré de esta oficina hasta que me digas qué está pasando!
–¡Está bien! ¡Entonces yo me iré!
Brystal se puso de pie y avanzó hacia la puerta, desesperada de tener tiempo a solas. Pero justo cuando estaba a punto de salir de su oficina, la puerta doble se abrió de golpe. Tangerina y Cielene entraron con las cajas de correspondencia de ELOGIOS y PEDIDOS. Ambas estaban repletas de sobres.
–¡Tenemos más correo de nuestros seguidores! –anunció Tangerina.
–¡No creerán cuánto recibimos esta semana! –agregó Cielene.
Las muchachas estaban acompañadas por el caballero inmenso con las astas sobre su cabeza que vigilaba la entrada. El caballero llevaba dos bolsas enormes que contenían muchos más sobres.
–¿Qué está haciendo Horence con el correo? –preguntó Brystal.
–La frontera está bastante más segura desde que el mundo se enamoró de la magia –dijo Tangerina–. Necesitábamos que alguien se encargara del correo, por lo que le dimos un nuevo trabajo.
–Brystal, ¿dónde quieres que ponga tus cartas? –quiso saber Cielene.
–¿Algunas son para mí? –preguntó Brystal.
Tangerina y Cielene la miraron como si estuviera bromeando.
– Todas son para ti –dijo Tangerina.
Brystal no podía creer la cantidad de gente que se había tomado el tiempo de escribirle. Había cientos, quizás miles de cartas y cada una de ellas estaba dirigida al Hada Madrina .
Ninguna de estas personas se preocupa por ti realmente …
Solo quieren algo de ti…
Siempre quieren más y más…
Nunca estarán contentos.
Brystal se quedó inmóvil y lo más estoica posible para que el resto no notara cuánto le estaban afectando el estado de ánimo sus pensamientos.
–Solo déjenla junto a la mesa de té –indicó–. Las leeré más tarde.
–¡Nos encantaría revisar el correo, si quieres! –le dijo Tangerina.
–¡A veces la gente envía regalos! –agregó Cielene.
Lucy se cruzó de brazos y les lanzó una mirada furiosa.
–¿Nos pueden dejar solas? –les preguntó–. Brystal y yo estábamos en medio de una conversación antes de que nos interrumpieran.
–De hecho, ya me iba –aclaró Brystal–. Siéntanse libres de mirar el correo y quedarse con cualquier regalo que encuentren.
Tangerina y Cielene se sentaron en el sofá de cristal y hurgaron entre todo el correo con mucho entusiasmo. Pero, una vez más, antes de que Brystal llegara a la puerta, apareció otra invitada. Emerelda entró a la oficina con un paso firme, mientras escribía en un anotador de esmeraldas.
–Brystal, ¿tienes un minuto? –le preguntó Emerelda–. Estaba repasando nuestros horarios para la próxima semana y tengo algunas preguntas. Estoy intentando ordenar los detalles para que no haya sorpresas. No permitiré que ningún otro miembro de la realeza se aproveche de nosotras otra vez. Si lo hacen una vez, su culpa. Si lo hacen dos veces, mi culpa.
–Honestamente, Em, no es un buen momento.
–No te preocupes, no me tomará mucho –dijo Emerelda y repasó sus notas–. La Reina Endustria quisiera nombrar a un barco con tu nombre durante nuestra visita al Reino del Este la próxima semana. Le dije que depende de qué tipo de barco sea. No quiero que nadie use al Hada Madrina para cazar ballenas.
–Bien pensado –indicó Brystal, acercándose lentamente hacia la puerta–. Estoy de acuerdo, depende del tipo de barco.
–Ahora bien, próximo asunto. El Rey White quiere ponerle tu nombre a un feriado –continuó Emerelda–. Quieren conmemorar el día que pusiste a la Reina de las Nieves en reclusión. No veo un problema con esto siempre y cuando nosotras elijamos el nombre del feriado. Deberíamos ver qué tipo de festividades se llevarán a cabo ese día. No queremos que la gente juegue a ponerle la varita al hada para celebrarte.
–Suena bien –dijo Brystal–. ¿Eso es todo?
–No, todavía no –respondió Emerelda–. El Rey Champion XIV quiere levantar una estatua en tu honor en la plaza central de Colinas Carruaje. Si estás cómoda con esto, sugiero que nosotras elijamos al escultor. Lo último que queremos es algo abstracto que traume a los niños.
–Dile al rey que yo misma le escribiré sobre ese asunto –dijo Brystal, empujando la puerta–. Ahora, si me disculpas, voy a tomar un poco de aire fresco.
–¡Brystal! –reclamó Lucy–. ¿De verdad te marcharás antes de que terminemos de hablar?
–¡Brystal! –gritó Tangerina–. ¡Alguien del Reino del Norte te envió el brazalete más hermoso que jamás vi! ¡Y me queda muy bien!
–¡Brystal! –la llamó Cielene–. ¡Alguien del Reino del Sur te envió una oruga muerta! Ah, espera, la carta dice que se suponía que debía ser una mariposa hermosa cuando la abrieras. Bueno, qué lástima.
Cuando Brystal abrió la puerta, una anciana alegre entró a la oficina. Tenía cabello violeta, un delantal púrpura y estaba muy contenta de ver a Brystal, pero Brystal estaba agotada de tener que lidiar con otra visita.
–Oh, ¡qué bueno que estás aquí! –dijo la anciana–. Eres muy difícil de encontrar. ¡O estás muy ocupada o eres muy buena evitándome! ¡JA-JA!
–Hola, señora Vee –saludó Brystal–. ¿Qué puedo hacer por usted?
–Me preguntaba si ya tomaste una decisión sobre el pedido que te envié –le dijo la señora Vee.
–Ehm… sí, claro que sí –le contestó Brystal–. ¿Me puede recordar cuál era el pedido?
–Quiero derribar una pared y expandir la cocina –le contestó la señora Vee–. Tenemos muchas más bocas que alimentar. ¡Una imagen puede valer más que mil palabras, pero un solo horno no puede cocinar para mil personas! ¡JA-JA!
–Claro que puede expandir su cocina, señora Vee –le contestó Brystal–. Mis disculpas por no responderle antes. El consejo ha estado muy ocupado.
Mientras Brystal pasaba junto a la señora Vee, Amarello apareció corriendo y le bloqueó la salida.
–¡Brystal! ¡Vengo de la sala suroeste de la academia! –anunció respirando con dificultad.
–¿Qué? ¿Qué pasó? –le preguntó.
–¡Un hechizo salió muy mal durante las lecciones de esta tarde! –le avisó Amarello–. ¡Todas las hadas del quinto piso se encogieron y ahora son diminutas!
–¿Y me necesitan para cambiar eso?
–De hecho, quieren tu permiso para permanecer pequeñas. Supuestamente, notaron los beneficios de las reducciones , pero no entiendo qué le ven de bueno. De todas formas, quieren una respuesta antes de que les suba el ánimo…. ¿O baje , quizás?
Brystal se quejó y puso los ojos en blanco.
–¡Claro! ¡Lo que quieran! ¡No me importa!
Brystal empujó a Amarello y avanzó por el corredor. Estaba acostumbrada a tomar decisiones y encontrar soluciones, pero hoy se sentía como si se estuviera ahogando en los pedidos y preguntas.
Es demasiado…
Son demasiadas decisiones…
No deberías cargar sola con todo esto.
Por primera vez, Brystal estaba de acuerdo con los pensamientos extraños. Lo único que quería era tener un momento a solas. Lo único que necesitaba era un momento de silencio, pero eso parecía imposible.
Tus amigos nunca sabrán lo que sientes…
Estallarían con tanta presión…
Quedarían aplastadas por las responsabilidades.
Los pensamientos le aceleraron el corazón más y más. Si no se alejaba del resto, temía explotar. Desafortunadamente, cuando Brystal avanzó por el corredor, sus amigos la siguieron.
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