Hemos visto, pues, cómo dentro de la amplia red contextual que entretejen en torno a la búsqueda de «algo más» viajes y medios extraordinarios, con la presencia de elementos maravillosos de transporte, el viaje solía estar impregnado de ese halo mítico o ma-ravilloso en el que la línea entre lo real e irreal quedaba diluida, y el medio elegido para llevarlo a cabo anunciaba la naturaleza del mismo. Una variedad del viaje literario, especialmente vinculado al roman , presentaba al caballo, símbolo de la más alta dignidad caballeresca, como un medio querido en este tipo de narrativa. La facultad de volar con un artificio mecánico le permitía recorrer espacios ilimitados en tiempos mínimos sin dañar la verosimilitud de la acción. La superación física del obstáculo espacial parecía facilitar la superación de cualquier acción argumental, manteniendo la expectativa del caballero, que puede seguir avanzando por un mundo mágico y fabuloso. Esta modalidad de viaje gustó en la narrativa caballeresca, formando parte de sus elementos comunes, y fue por lo tanto susceptible de entrar en la galería de desmantelamiento del Quijote . Y, aunque se tratase de un caballo mecanizado cuya actuación quedaba hasta cierto punto racionalizada , era preciso que su destrucción fuese jocosa y fulminante. Su vuelo se reduciría al instantáneo provocado por una gran explosión de cohetes tronadores y su caída fulgurante al suelo, medio chamuscados.
Tal vez, con el fracaso de la iniciativa aérea, más la de los viajes a ultratumba que, junto a la búsqueda, habían invadido la narrativa caballeresca, quedaban rotos los modelos típicos de los viajes literarios del momento. El hecho de presentarlos como una circularidad que no lleva a ninguna parte, como en un plano general representa toda la obra, pone de manifiesto la desmitificación del viaje de la búsqueda caballeresca.
1. En una estructuración cerrada del género, M. A. Pérez Priego enumeraba los mirabilia , el itinerario, el orden cronológico, el espacial, la forma de presentar el relato, etc., como elementos básicos en la estructuración de los libros de viaje («Estudio literario de los libros de viajes medievales», Epos , I, 1984, pp. 217-39). Frente a ella se presentaban concepciones más abiertas del mismo, como la ofrecida, entre otras, por S. Carrizo en cuanto que «se trata de un discurso narrativo-descriptivo en el que predomina la función descriptiva como consecuencia del objeto final que es la presentación del relato como un espectáculo imaginario, más importante que su desarrollo y su desenlace...» («Hacia una poética de los relatos de viaje», Incipit , XIV, 1994, pp. 123-24) y la de E. Popeanga, («El discurso medieval en los libros de viajes», Filología Románica , 8, 1991, pp. 149-62 [p. 152]), frente a obras, como la de Plan Carpinio, que se estructuran con cierta dificultad como libros de viaje. Vid . para una historia de la evolución del género, F. Gómez Redondo, «Los Libros de Viajes: los primeros pasos», en Historia de la prosa medieval castellana II. El desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso , Madrid, Cátedra, 1999, pp. 1.821-1.852.
2. Vid . J. Rubio Tovar, «Literatura de visiones en la Edad Media románica: una imagen del otro mundo», Études de Lettres , 1992, pp. 53-73.
3. Vid . H. Patch, El otro mundo en la literatura medieval , Madrid, FCE, 1983; J. M. Ribera Llopis, «Viajeros peninsulares a ultratumba», Revista de Filología Románica , 1993.
4. Como las de Jonás, Alejandro Magno, Eneas, San Brandán, Torroella, o incluso la ballena de los cuentos árabes que vuelve a aparecer en las aventuras de Simbad en Las mil y una noches , etc.
5. Vid . Francisco Flores, «El viaje en el tiempo», en Libros de viaje , F. Carmona y A. Martínez (eds.), Murcia, Universidad, 1996, pp. 149-161.
6. Tanto en el Libro de Alexandre o en el francés Roman d’Alexandre , el héroe viaja al fondo del Océano en una tina o bola de vidrio, provocando la cólera de Dios y el susto de Natura, y posteriormente a los cielos en un carro tirado por grifos. Vid . C. García Gual, «Un viajero mítico: Alejandro en el Medievo», en Viajeros, peregrinos, mercaderes en el occidente medieval. Actas de la XVIII Semana de Estudios Medievales , Estela, 1991, pp. 15-52.
7. Vid . Dolores Corbella, «El viaje de San Brandán: una aventura de iniciación», Filología Románica , 8, 1991, pp. 133-34; y «El mito de San Borondón: entre la realidad y la fábula», en Libros de viaje , pp. 127-135.
8. Vid . Isabel de Riquer, «El viaje al otro mundo de un mallorquín», Revista de lengua y literatura catalana , 1991; A. Martínez, «Ficción-realidad en la estructuración narrativa de la Fábula de G. de Torroella», Mundos de ficción , vol. II, Murcia, Universidad, 1996, pp. 1021-29.
9. Vid . Les oeuvres d’Adenet le roi, T. V: Cleomadés , A. Henry (ed.), Ginebra, Slatkine Reprints, 1971, p. 559, n.1.
10. «El episodio de clavileño», en Estudios eruditos «in memorian» de Adolfo Bonilla y San Martín (1875-1926), Madrid, 1927, VI, p. 119.
11. Las raíces históricas del cuento , Madrid, Fundamentos, 1974, pp. 246 y ss.
12. «Los remotos orígenes de la caballería hay que buscarlos en los primeros hombres a quienes, habiendo hecho del caballo salvaje un animal doméstico, se les ocurrió montarlo para desplazarse con más facilidad y rapidez, para cazar desde él o para realizar incursiones depredatorias. Puede sonar a verdad de Perogrullo, pero es difícil negar que sin la doma y monta del caballo no hubiera existido el concepto ni el término de «caballero» ni el tratamiento literario que obtuvo la señera figura de éste, ni varios de los conceptos y términos con él relacionados, como “caballería”, “caballeresco”, etc.» ( Textos medievales de caballería , José María Viña Liste (ed.), Madrid, Cátedra, 1993, p. 16).
13. «Caballo volador cuya magia hace posible los amores del príncipe Kamaralakmar y la princesa Schamsennahar» ( Las mil y una noches , traducción, introducción y notas de Juan Vernet, Barcelona, Planeta, 1996, pp. 1189 y ss.).
14. A. Henry (ed.), 1971.
15. Girart d’Amiens, Meliacin ou le Cheval de fust , Antoinette Saly (ed.), Senefiance, 27, Aix en Provence, 1990.
16. Historia del muy valeroso y esforzado caballero Clamades, hijo de Marcaditas, rey de Castilla y de la linda Clarmonda, hija del rey de Toscana (Burgos, 1521), en Historias del caballero Clamades y del rey Canamor , F. Gutiérrez, Barcelona, Selecciones Bibliófilas, 1957.
17. Vid . A. Henry (ed.), op. cit. , t. 2, pp. 610-11, ns. 2 y 3.
18. También uno de los prosificadores de la obra, Philippe Camus, permaneció refugiado en nuestro país y se le atribuye otra composición de tema español, L’ystoire d’Olivier de Castille et d’Artús d’Algarbe , obra original, y no prosificación, que fue traducida al castellano, como Historia de Oliveros de Castilla y Artús de Algarbe , y pasó formar parte del grupo de novelas de caballerías.
19. Vid . A. Martínez, «De Adenet le roi a las prosificaciones castellanas del caballero Clamades», Actas del VII Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval , Castellón de la Plana, Universitat Jaume I, 1999, vol. II, pp. 425-42.
20. La obra quedaría distribuida en ocho partes, precedidas de un Prólogo y una Obertura, y con un Epílogo:
PRÓLOGO. OBERTURA
PRIMERA PARTE: Infancia de Cleomades. 1. Educación de Cleomades. 2. Guerra con los cinco reyes vecinos. Cleomades pide ser armado caballero para participar en la batalla. Victoria de Cleomades. 3. Fiesta y alegría colectiva.
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