3 . El sueño como vía del viaje
Y ahora viene lo que más nos importa; que la pregunta no se refiere a una cuestión de alto rango, celestial o natural, sino a una experiencia común a todos los hombres: las imaginaciones y pensamientos diversos o infinitos (buen adjetivo culto, cuyo uso se adelanta al que da Corominas en su diccionario, que lo sitúa en Alonso de Palencia, y es palabra tambiém usada por Villasandino) que los hombres tienen en sus camas, esto es, los sueños fisiológicos, necesarios en la vida y comunes a todos.
Entramos en la materia poética. La primera estrofa es, como en las cartas, el saludo inicial con la «captatio benevolentiae» en la que se ensalza a Juan Sánchez como «hombre franco», y el propio autor achica su obra allanándola con un gracioso diminutivo: «trovillas». Y siguiendo una vía de burlas, le dice que averiguar lo que le pregunta no le va a costar dinero alguno y ningún trabajo, pues lo puede experimentar en la cama o sentado cómodamente. Y la pregunta es bien sencilla: si él también sueña como sueña Uceda.
Los sueños fueron motivo para la literatura antigua (bíblica y clásica) y para la medieval, que es la que nos importa (Palley 1983: 31-63 y Spearing 1976). No se trata de un sueño celeste o visión como el que tuvo el Cid con el ángel Gabriel ( Poema del Cid , vv. 405-410), ni conviene con los de la clerecía, como un personaje de Berceo en su Vida de Santo Domingo (est. 229-248), que no los cuenta a los demás pues tuvo las visiones «enceladas [...] dentro de sus entrañas» (est. 248). Ni con los viajes al más allá como experiencia iniciática en busca del Paraíso, estudiada en los textos medievales por Corbella (1994: 331-337). Tampoco interviene la nigromancia, como en el caso del célebre ejemplo de don Juan Manuel en El Conde Lucanor sobre el Deán de Santiago y el maestro don Illán de Toledo (aunque pudo haberlo leído). Ni se relaciona con los sueños de los romances con la muerte como enemiga, «sueños de gran pesar» como los de doña Alda o los anuncios de las desgracias, como los de don Rodrigo. Ni es un sueño como el de Lancelot en busca de la amada, como los tratados por Salinero (1994: 493-500). Tampoco, contando con la imaginación, se trata de contar las mirabiliae o maravillas del mundo, propias de los viajes que buscan el contraste con la cotidianidad de la vida común.
Lo que la poesía tiene de libro de viajes es poco en extensión porque el espacio textual de la misma es forzosamente breve, y el libro de viajes requiere un desarrollo amplio. Y además, el libro de viajes conviene más con la prosa, y aquí el vehículo expresivo es el verso. E incluso falta un elemento básico: la realidad histórica del viaje, porque el autor declara en un principio que se trata de un sueño, de características muy peculiares (véase, para estas condiciones generales propias de los libros de viajes, Carrizo Rueda 1997).
No es un exposición de alta categoría como la gran «imaginación» de la Divina Comedia , que es una filosofía celestial en la que la vida es un camino. Sin embargo, el metro de arte mayor concuerda en cierto modo con el que usa Dante. No se trata de recorrer los espacios celestiales de infierno, purgatorio y cielo, sino la dimensión humana que tiene como ámbito el mundo conocido que se puede visitar en un viaje real. El sueño permite emprender la aventura y los lugares mencionados son los más idóneos para las actividades que se citan. Aun tratándose de un sueño, la realidad evocada es la que percibe un hombre cualquiera en unas posibles andanzas. Se cuenta no lo imaginario procedente de una tradición, sino lo que el hombre imagina de acuerdo con la experiencia humana. Acaso mejor que sueño , convendría llamarlo duermevela ; es lo que ocurre en el límite en el que la mente humana está a punto de dormirse y el hombre inventa el sueño contando con que el soñador es el mismo protagonista. Esto conviene con lo que en la labor literaria es la invención de la novela, y esta poesía contiene, en efecto, esbozos de posibles relatos de índole novelesca. Por eso González de Uceda deja de lado lo que el sueño pueda tener de transcendente, enigmático y mítico. El poema reúne un cúmulo de imágenes sucesivas, posibles por la libertad inherente al sueño, que son proyectos de vidas de gentes muy diversas y que se formulan con claridad.
4 . Comentario de las estrofas
Las aventuras o episodios se refieren en la aparente forma de un viaje en el que no cuentan las dificultades del desplazamiento. El sueño es como una eficaz agencia de viajes que permite al poeta medieval ir de una a otra parte sin límites y a precios económicos, como dice, burla burlando, el poeta a su buen amigo, y que además resulta cómodo.
Y entonces comienza el viaje, que en la estrofa primera es una sucesión de los lugares que visita en el sueño y después, en las otras estrofas, implicará una serie de proyectos de vida, identificables para los lectores de la obra y que el poeta incorpora a sí mismo. He aquí su numeración según el orden de la exposición del poeta.
a) El viajero (est. 2; vv. 9-16). González de Uceda se convierte en este caso en un viajero incansable y emprende el camino posible para los que entonces sentían el afán de correr mundo. Por eso viaja por la Europa interior, hacia Hungría y de allí a Alejandría, y después se dirige hacia Oriente, la ruta de las especies y de los tejidos preciosos, vías que recorren genoveses e italianos, y también los embajadores de muchos lugares. De 1403 a 1406, vinieron del Asia Menor a la corte de Castilla embajadores de Tamorlán, y en respuesta, otros de Enrique III fueron hasta Samarcanda, en el corazón del Asia, donde el gran señor asiático había instalado la capital de su grande y quebradizo imperio; de esto ha quedado el relato de este asombroso viaje (véase F. López Estrada 1981, 1997 y González de Clavijo 1943 y 1999). Y otro cordobés del siglo XV, Pedro Tafur, contó otro largo viaje por Europa (1982). Falta relativamente poco para que de Andalucía salgan las naves de Colón para un viaje por mar hacia oriente por la vía de occidente. Y curiosamente Fernando Colón, el hijo del Almirante, compró el manuscrito de la edición castellana del libro de Lulio al que antes me referí. La imaginación desatada de González de Uceda acierta al proponer la empresa de este viaje por Europa y Asia, posible sobre todo para los que andan metidos en empresas de índole comercial.
b ) El maestro de Universidad (est. 3; vv. 17-24). En segundo lugar, el poeta sueña nada menos que con ser maestro en Bolonia. Soplan aires de Italia por entre los escritores españoles, y el grupo avanzado de los poetas del Cancionero sigue la vía de Dante, y Uceda es uno de ellos. Bolonia desarrolla en su Universidad estudios, sobre todo, de derecho romano, que atraen a los españoles. El prestigio de la inteligencia sigue al afán viajero, y lo uno y lo otro se juntan en el empuje renovador de este poeta cordobés, hijo de quien tradujo a Lulio, el sabio que también viajó por los centros intelectuales de Europa.
c ) El mercader (est. 4; vv. 25-32). Dije que González de Uceda es un hombre de la condición mediana en las categorías sociales de Córdoba. Por eso no tiene reparos en levantar la condición del mercader si con su esfuerzo logra tener un capital económico importante que asegure su prestigio en la sociedad. La riqueza abre puertas. Entonces, incluso puede ofrecer un gran presente al rey castellano, que bien lo necesita. Y esto trae al poema los nombres ilustres de Flandes y Sevilla, emparejados como lugares adecuados para comprar y vender.
d ) La vía social de la religión (est. 5; vv. 33-40). El viajero se siente balanceado, y desde la riqueza mercantil va a parar a la vida religiosa y su diversidad. Por una parte, expone el mejor camino para la salvación del alma: vivir como un ermitaño. Y por la otra, siente la atracción de Roma, tan fuerte que sueña con llegar a ser papa, en la cabeza de la Iglesia.
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