22Añade algo que aclara su indiferencia frente a lo orgánico: “No sé qué pensar sobre la lucha orgánica, sobre las ingeniosas maniobras del ‘gen egoísta’ […] y no me encuentro solo en esta actitud”. Tuan reconoce claramente que la naturaleza puede ser un escape de la sociedad. Las personas raras, tímidas o poco sociables (como él mismo) suelen disfrutar y sentirse bien en ella. “Los inadaptados encuentran consuelo en las plantas y los animales, porque estos no los juzgan. Pero incluso allí no están del todo seguros, pues las cosas vivientes forman comunidades; muchas son seres sociales que en sus propios mundos discriminan, incluyen y excluyen. Solo en plena naturaleza mineral –desierto o hielo– puede un ser humano sentirse completamente libre, no solo de la realidad sino también del oprobio social” (2004: 84).
23Al revisar estas líneas, descubro con alegría que Joan Nogué, que ya había editado Romantic Geography. In Search of the Sublime Landscape de Tuan en la editorial Biblioteca Nueva, acaba de publicar en la colección Espacios Críticos de Icaria El arte de la geografía (2018), una excelente antología de textos de Tuan, que incluye su discurso de despedida, junto con un análisis profuso y una entrevista de Nogué. El capítulo que tiene que ver más con lo que he contado es “Desierto y hielo: estética ambivalente” (pp. 143-169), que no es autobiográfico, pero que aclara muchas de sus ideas sobre esos dos tipos de paisajes, los desérticos y los gélidos, en la relación con la geografía y la exploración humana y, sobre todo, con la teología. No deje de leerse. Véase también el capítulo dedicado al desierto en Geografía romántica (Madrid, Biblioteca Nueva, 2015).
24Véase, de J. Prest, The Garden of Eden. The Botanic Garden and the Recreation of Paradise (New Haven, Yale University Press, 1981).
25Parece ser que los síntomas de las enfermedades se comparaban con las partes de las plantas, pero aclarar esto nos llevaría muy lejos. Véase Foucault (1967, vol. ii: 97) y, también ahí, en la página 558, las referencias en que se basa (un trabajo de F. Berg de 1956: Linné et Sauvages). Agradezco a Julio Díaz Galán que llamara mi atención sobre estos textos de Foucault y que revisara este capítulo.
26Ellard publicó en 2009 Where Am I? Why We can Find Our Way to the Moon, but Get Lost in the Mall, un trabajo sobre psicología del espacio, o más exactamente, sobre la orientación y la navegación en él. El título original del libro que comentamos, Places of the Heart. Psychogeography of Everyday Life, recuerda un poco al del famoso libro del sociólogo de la religión Robert Bellah, Habits of the Heart. Individualism and Commitment in American Life, pero el trabajo de Ellard no es sociológico. Tampoco puede considerarse un ejemplo de psicología social.
27Los dos trabajos que aclaran esta ideas son: Kaplan, R. y Kaplan, S., The Experience of Nature: A Psychological Perspective (Nueva York, Cambridge University Press, 1989) y el trabajo de Orians, G. H. y Heerwagen, J. H. sobre la respuesta evolutiva a los paisajes en el libro The Adapted Mind: Evolutionary Psychology and the Generation of Culture, editado por J. H. Barkow, L. Cosmides, y J. Tooby (Nueva York, Oxford University Press, 2000).
28Habría que empezar por discutir algunas fuentes que menciona Ellard, como The Experience of Landscape de J. Appleton (1975), donde se asocia un entorno agradable con dos variables, “perspectiva y refugio”; el famoso libro de R. y S. Kaplan, The Experience of Nature. A Psychological Perspective (1989), y los trabajos de Heerwagen y Orians sobre los paisajes de estilo sabana incluidos en The Biophilia Hypothesis, editado por Kellert y Wilson en 1993. Ellard también tiene en cuenta trabajos muy posteriores de Falk y Balling (2010) sobre la influencia evolutiva en los gustos paisajísticos, publicados en Environment and Behaviour, 42, n.º 4, 2010, pp. 479-493.
29Un aspecto sorprendente de estos estudios es lo que se entiende por naturaleza “real”, por contraste con la “virtual”. Dado que estos investigadores experimentan con imágenes de paisajes, todo lo que no sea una imagen les parece natural, pero eso es absurdo. Los paisajes, hasta los poco fabricados, no son naturales. Muchos de los paisajes que estos científicos consideran naturales son medio humanos y han sido transformados por la acción humana. Queda más o menos claro cómo distinguen la imagen de su referente, pero no me queda tan claro qué criterio siguen para considerar a ese referente como “naturaleza”.
30Cuando se habla de exposición a entornos naturales, Ellard y otros muchos estudiosos suelen dar prioridad a la contemplación visual del entorno, y no a todo el conjunto de sensaciones que se reciben a través de la vista, el oído y el tacto (véase el énfasis en la actividad ocular para explicar los efectos de un paseo en la atención; ibíd.: 39-40).
31Urlich trabajó a mediados de los ochenta en el Texas a&m College of Architecture’s Center for Health Systems and Design y se le conoce por acuñar el concepto de ebd (Evidence-Based Design), un proceso para controlar los efectos del diseño de un particular sobre la base distintos tipos de datos. Su trabajo sobre el de 1984 en Science (vol. 224). “View Through a Window May Influence Recovery from Surgery”, influyó mucho en el diseño de edificios hospitalarios y sanitarios. Casualidad de la vida, conozco Texas a&m, pero ninguno de mis colegas de allí me ha hablado particularmente bien de los hospitales. No recuerdan que ver a través de su habitación extensiones de hierba y árboles durante su convalecencia acelerara su proceso de recuperación. Parece que lo que más animó su deseo de recuperarse era el coste de la factura, elevadísimo pese a disponer de una buena póliza de seguros.
32Muchas reproducciones de paisajes que han colgado de las paredes de varias generaciones no siempre resultaron tranquilizadoras, dependiendo de la historia de cada persona. Hay gente a la que le agrada llenar las paredes con ejemplos de “naturaleza muerta” (que en inglés y alemán no están tan muertas, Stil life, Stillleben) y hay gente a la que le agrada más un cuadro de un campo de frutales que uno de una mesa con una naranja y un limón cortados. ¿Qué efectos tienen sobre la salud las horrorosas copias de cuadros de cacerías en las que los ciervos se retorcían de dolor cuando los perros les hincaban sus dientes? Los motivos florales y bucólicos del papel pintado, a fuerza de repetirse, pueden inducir más de una alucinación, tanto en un dormitorio como en una sala de espera, pero se supone que debían serenar a los niños antes de dormir y a los pacientes antes de pasar a la sala de anestesia.
33No queda claro, creo, en qué circunstancias y para qué tipo de personas podría valer eso. Yo al menos no saco conclusiones claras leyendo el ensayo de Ellard “Restorative Effects of Virtual Natural Settings” (Cyberpsychology, Behaviour and Social Networking, 13, 2010, pp. 503-512).
34Las formas de presentar la naturaleza son inseparables de la historia de los museos de ciencia natural, una historia que no puedo narrar aquí. Solo recordaré que antes de la llegada de la televisión y el cine han existido muchas formas de simular “ventanas” a espacios naturales: dioramas, maquetas, sets, etcétera, hechos de cartón piedra, escayola, resina… Los grandes museos de ciencias naturales del mundo están llenos de esos escenarios, algunos muy grandes, como las vitrinas del Museo de Ciencias Naturales de Nueva York. La historia de las ventanas a la naturaleza abarca no solo la exhibición de animales vivos, en terrarios, acuarios o piscinas, o la de animales disecados, sino también la de animales animados (o sea, artificiales). Para entender esto, claro, habría que estudiar la historia de Disneyland y de Disney World, y la inmensa influencia que tuvieron las tecnologías que usaron sus ingenieros, los llamados imagineers, para crear robots. La influencia de Disney en los parques temáticos dedicados al mundo natural es inmensa. La literatura sobre este asunto es ingente, pero dado que buena parte de este libro me la inspiró Tuan, recomiendo empezar por algo suyo: Tuan, Y.-F. y Hoelscher, S. D., “Disneyland: Its Place in World Culture”, en Marling, K. A., Designing Disney’s Theme Parks: The Architecture of Reassurance (Montreal, Canadian Centre for Architecture, 1997).
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