Richard Wagner - La obra de arte del futuro (2a ed.)

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La obra de arte del futuro (2a ed.): краткое содержание, описание и аннотация

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Wagner, más que un músico y un poeta con nombre, fue también un notable escritor y pensador, así¬ como un ensayista prolífico. Sus ideas y sus propuestas son imprescindibles para captar las relaciones entre la música y la filosofí¬a, o si se quiere, entre la musicología y la historia de las ideas, un aspecto fundamental de la teoría estética. La meta a la que apuntan estos escritos wagnerianos es un nuevo arte que ha de sumar y potenciar las diferentes modalidades artísticas en creaciones multidisciplinares, en dramas mítico-ejemplares que otorguen permanencia al recuerdo y a la significación de los héroes, una especie de tragedias griegas revividas y nuevamente musicales, que se escenificarán en los teatros especialmente diseñados para estos espectáculos totales.

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Así pues, el espíritu, en sus artísticos esfuerzos por reunificarse con la naturaleza en la obra de arte, aquí se ve remitido únicamente a fiar en el futuro, o empujado a la triste prueba de fuerza de la resignación. Él comprende que no alcanzará su redención sino en la obra de arte sensiblemente presente, esto es, que sólo la obtendrá en un momento que de veras necesite arte, es decir, que produzca y genere arte desde su propia verdad y belleza naturales, y fía por lo tanto en el futuro, o sea, cree en el poder de la necesidad a la que la obra de arte del futuro está reservada. Ahora bien, por lo que respecta al presente, el espíritu renuncia a que la obra de arte aparezca en la superficie del momento actual, de la opinión pública, y, en consecuencia, renuncia a ésta misma, en cuanto partícipe de la moda. La gran obra de arte integral ( grosse Gesamtkunstwerk ), que ha de abarcar todos los géneros del arte utilizando en cierto modo como medio a cada uno e incluso aniquilándolos en aras de la consecución de la finalidad global de todos ellos , a saber, de la presentación incondicionada e inmediata de la plena naturaleza humana – a esta gran obra de arte integral él no la reconoce como la posible acción arbitraria de un individuo, sino como la imaginable obra necesariamente colectiva de los seres humanos del futuro. El impulso que reconoce satisfacerse sólo en comunidad renuncia, en la medida en que puede hacerlo un individuo, a la comunidad moderna, a esa conexión de egoísmos arbitrarios, para darse satisfacción en la solitaria comunidad formada consigo mismo y con la humanidad del futuro.

6. Norma para la obra de arte del futuro

El espíritu solitario que trata de conseguir artísticamente su redención en la naturaleza no puede crear la obra de arte del futuro; sólo es capaz de hacerlo el espíritu comunitario que, gracias a la vida, ya ha sido satisfecho. Pero puede representársela, y la peculiaridad de sus esfuerzos, de sus esfuerzos por la naturaleza , le protege precisamente de que esa representación no se quede sólo en una quimera. El espíritu que añora la naturaleza y que por eso mismo está insatisfecho en el moderno presente encuentra, no sólo en la totalidad de la naturaleza sino también en la naturaleza humana que históricamente se halla representada ante él, las imágenes mediante cuya contemplación es capaz de reconciliarse con la vida en general. Para todo lo futuro reconoce en esta naturaleza una imagen ya representada dentro de estrechos límites: en la capacidad de representación de su ansioso impulso de naturaleza radica el concebir la expansión de estos límites con el máximo grado de amplitud.

En la historia se perciben con claridad dos momentos capitales del desarrollo de la humanidad: el específicamente nacional y el universal no nacional . Del mismo modo que ahora vemos que la culminación de ese segundo proceso tendrá lugar en el futuro, así también se nos hace claramente perceptible la finalización, consumada en el pasado, del primero. En verdad, no tenemos sino todo el fundamento para reconocer, con el más gozoso de los éxtasis, hasta qué grado fue capaz de desarrollarse el ser humano bajo el influjo, casi inmediatamente formativo, de la naturaleza – en la medida en que inconscientemente se entregó a él de acuerdo con su específica ascendencia, con su comunidad lingüística, con la homogeneidad del clima y la constitución natural de una patria comunitaria. En las costumbres naturales de todos los pueblos, incluso en las reputadas como más groseras, aprendemos, en cuanto abarcan al ser humano normal, a reconocer la verdad de la naturaleza humana, sobre todo en toda su nobleza y su belleza real. No hay ninguna religión que haya aceptado como mandamiento divino ni siquiera una virtud verdadera que no se hallase ya en dichas costumbres; el moderno Estado civilizado no ha desarrollado – ¡salvo hasta, por desgracia, su completa deformación! – ni uno solo de los conceptos jurídicos verdaderamente humanos que no tuviese en aquéllas su segura expresión; la cultura moderna no se ha apropiado – ¡con altanera ingratitud! – ni de una sola invención de verdadera utilidad pública que no se hubiese derivado de la obra del entendimiento natural de quienes cultivan tales costumbres.

¿Quién comprende con mayor seguridad que aquellos pueblos – que el arte no es un producto artificial – que la exigencia de arte no ha sido añadida arbitrariamente, sino que es propiamente originaria del ser humano natural, verdadero y no deformado? En efecto, ¿de dónde podría nuestro espíritu obtener de algún modo la prueba de la necesidad del arte si no la recibiese de la percepción del impulso artístico y de los magníficos frutos que de él nacen en aquellos pueblos que se desarrollan de un modo natural, o, en suma, del pueblo ? ¿Ante qué fenómeno tenemos una sensación más descorazonadora de la impotencia de nuestra frívola cultura sino ante el arte de los helenos ? ¡Hacia él, hacia ese arte de los preferidos de la naturaleza que todo lo ama, de los más bellos seres humanos que esa madre que goza procreando nos presenta, hasta en los días más brumosamente grises de la actual cultura de la moda, como un testimonio irrefutable y victorioso de lo que ella es capaz de producir – hacia el magnífico arte griego dirigimos nuestra mirada, para, desde su íntima comprensión, arrancarle el cómo hemos de realizar la obra de arte del futuro! La naturaleza ha hecho todo lo que estaba en sus manos – ha procreado a los helenos, les ha alimentado con sus pechos, les ha formado con su sabiduría materna: con orgullo de madre nos los presenta, y con amor de madre se dirige a todos nosotros, los humanos, diciéndonos: «¡Por vosotros lo hice; haced ahora lo que podáis, por el amor que os tenéis!»

Así pues, hemos de hacer del arte helénico arte humano en general; debemos sustraerlo de las condiciones bajo las que fue sólo helénico , y no arte humano universal ; para poder hacemos, ya ahora, una imagen fidedigna de la obra de arte del futuro, el ropaje de la religión , con el que sólo fue un arte de la comunidad helénica, y con el que, de acuerdo a esa particularidad, en cuanto género artístico egoísta e individual, ya no podía corresponder a las exigencias de universalidad, sino solamente a las de lujo – ¡aun cuando a las de un bello lujo! –, este ropaje de la religión específicamente helénica hemos de transformarlo en el vínculo de la religión del futuro, de la religión de la universalidad. Pero nosotros, desdichados, no somos capaces de formar ese vínculo, esa religión del futuro , porque por muchos que seamos los que sintamos ansias de la obra de arte del futuro, no somos sino individuos aislados. La obra de arte es religión representada en vivo; ahora bien – el artista no inventa religiones, surgen sólo del pueblo.

Contentémonos, pues, con que, por ahora – sin ninguna vanidad egoísta, sin querer buscar satisfacción en cualesquiera ilusiones privadas, entregados honesta y amorosamente a la esperanza en la obra de arte del futuro – examinemos, en primer lugar, la esencia de las modalidades artísticas que hoy constituyen, en su dispersión, la esencia general del arte del presente; agucemos para tal examen nuestra mirada sobre el arte del los helenos y concentrémonos, llenos de fe y audacia, en ¡la gran obra de arte universal del futuro !

1. Traducimos siempre los adjetivos willkürlich/unwillkürlich por arbitrario/no arbitrario , teniendo en cuenta que con ellos se significa, respectivamente, que una acción se lleva a cabo de acuerdo con la libre decisión de la voluntad, o del arbitrio o albedrío, del sujeto, o que, por el contrario, los sucesos tienen lugar sin que hayan sido decididos por el sujeto. A la luz de lo dicho, parecería más natural (y sería sin duda más eufónico) traducir willkürlich por voluntario y unwillkürlich por involuntario ; pero si no lo hacemos así es porque creemos que debe tenerse en cuenta que, a la altura de 1849, fecha en la que está escrito el presente texto, Wagner aún no conocía la obra de Schopenhauer, filósofo que, a partir de 1854, influirá de modo decisivo en el pensamiento wagneriano, y a cuya sombra Wagner utilizará en escritos posteriores el concepto de voluntad con una intención y una consciencia que, si aquí se tradujera willkürlich por voluntario , incitaría a peligrosas confusiones ( N. de los t.).

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