Para combatir el déficit ocasionado por una crisis galopante se han propuesto fórmulas que no vienen avaladas por estudios rigurosos, como son los «Copagos ». En realidad, estas formas de repago conducen a situaciones de inequidad y de injusticia social difícilmente soportables para una sociedad en la que es cada vez más perceptible la «dualización» entre ricos y pobres.Y lo peor es que las distancias se van agrandando.
Y todo precisamente ahora, cuando ya creíamos haber cerrado el círculo de la protección social y alcanzado niveles de prestaciones adecuados a las necesidades de las personas más vulnerables, entre las que se encuentran aquellas a las que se refiere el texto sobre «Las personas dependientes ». Pues bien, los distintos artículos que abordan la cuestión nos ponen frente a un espejo de ineficacia, boicot institucional y falta de interés por el cumplimiento de una norma conocida como «Ley de Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia», que ha tenido poca autonomía. Más bien lo que ha tenido ha sido una «libertad vigilada» por unas administraciones autonómicas que no siempre han sido leales en su tarea de corresponsabilidad con el gobierno de España, aplicando y desarrollando una norma que debería haber ayudado a más de un millón de españoles que lo tienen mal y que si han mejorado algo su situación ha sido a base de muchosufrimiento y de constantes denuncias al Defensor del pueblo, Síndic de Greuges y a los tribunales correspondientes, ámbitos en los que se les ha dado la razón un poco tarde, para muchos, definitivamente tarde.
Recurrir a la ineficacia administrativa como excusa para justificar los bajos niveles de resultados alcanzados en la gestión de las políticas sociales es una fórmula cobarde y que no convence a nadie. Algunos responsables políticos han intentado derivar la responsabilidad hacia instancias burocráticas. También este tipo de injusticias se abordan en textos como «¡Ay!, los funcionarios», en los cuales se hace algo tan a contracorriente y poco habitual como romper una lanza en defensa de los empleados públicos, como cuando se lanza un grito tan llamativo como «Un funcionario no es una vaca». Se trata de uno de los colectivos que durante este periodo de crisis ha sufrido una difícil situación, se ha pasado el cepillo constantemente a su nómina y también a sus derechos, y todo ello bajo la coartada de reducir el déficit, cuando es evidente que alguna de las medidas adoptadas no han sido otra cosa que un golpe de efecto para demostrar quién manda, y lanzar un mensaje de sanción a un colectivo que, supuestamente, goza de privilegios muy superiores a los que tienen el resto de los trabajadores.
Los cambios producidos en la Comunitat Valenciana son tema de análisis en varios artículos, entre ellos «Un país enfermo », que ofrece algunas claves para la reflexión, un poco en broma o un poco en serio, sobre una comunidad que ha pasado de ser un referente nacional e incluso internacional a la pérdida total de señas de identidad y elementos necesarios para construir un proyecto compartido. Las cajas de ahorro y bancos propios han desaparecido, la televisión pública ha dejado de emitir, incluso uno de los equipos de futbol de la capital ha dejado a medio construir un estadio en una esquina de la ciudad. Es lamentable e incomprensible cómo han podido ocurrir tantas cosas malas y en tan poco tiempo.
En gran medida, la velocidad y la intensidad de los cambios han tenido mucho que ver con la falta de conciencia de los ciudadanos respecto a lo que estaba pasando. Debido a constantes maniobras de maquillaje o, dicho sin eufemismos, al engaño masivo a través de unas campañas institucionales que impedían ver en lo que se estaba convirtiendo esta tierra, que ha pasado «De huerta valenciana a corralito »,sin que la mayoría de ciudadanos se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo con su patrimonio colectivo.
En el texto «Grumetes en la niebla», el foco se sitúa en la bisoñez y la falta de implicación en una singladura en la que se ha estado patroneando con la mirada puesta en una fantasía, un mundo creado casi virtualmente por fotografías retocadas, coches de lujo, amarres de barcos enormes y carreras de bólidos por la ciudad de Valencia. La política espectáculo ha supuesto una forma de manipulación tan burda y evidente que, una vez que se ha caído, todos nos hacemos la misma pregunta: ¿pero cómo nos hemos podido dejar engañar con un espejismo ridículo y que no tenía ningún recorrido?
Este repaso a lo que hemos sido tiene un punto de inflexión terrible si cambia el sentido de la mirada y sedirige hacia el futuro. En alguna de las crónicas se denuncia lo que le espera a una generación de jóvenes que han recibido la mayor formación que se haya ofrecido nunca y que, en cambio, se ven obligados a hacer frente a las peores expectativas sobre su futuro. Las respuestas que se han dado por parte del gobierno del PP no parecen las más adecuadas.Tampoco se resuelve nada subiendo tasas, dificultando el acceso al mundo laboral e incluso, actuando contundentemente mediante la «Respuesta policial», cuando estos jóvenes cabreados han querido hacer oír su voz.
Nuevas normas de reciente elaboración, como la Ley Wert o la de racionalización han inspirado titulares como «Racionalidad irracional», sobre todo porque se trata de algo muy parecido a papel mojado ya que son normas que, tras un esfuerzo en su trámite parlamentario, no han traspasado ese «carril». No han sido negociadas y acordadas con otros partidos políticos distintos al proponente y tampoco han contado con el apoyo del resto de los agentes sociales implicados; además, todos ellos se han empeñado en manifestar su disconformidad mediante la ocupación de las calles, recogiendo firmas, elaborando manifiestos y documentos en contra de estas leyes que no aportan nada nuevo a las soluciones y que pasan a convertirse en una parte más del problema.
Para este humilde cronista, nada sería más grato que este libro sirviese para algo más que para una lectura entretenida. Si cualquiera de estos artículos ayudara a reflexionar acerca de lo que nos ha pasado y la forma en la que podemos colaborar cada uno de nosotros para cambiar el futuro, mi objetivo estaría cumplido.
1.
MAYORES Y DEPENDIENTES

Posiblemente, uno de los cambios sociodemográficos más relevantes de los ocurridos en nuestro país, algo que algunos demógrafos consideran una auténtica revolución, es el envejecimiento poblacional, un indicador de avance y calidad de vida. Nada menos que ampliar el bien más preciado que tenemos los ciudadanos. Envejecer es avanzar para una sociedad, ya que es democratizar el derecho a la vida.Ya no son reyes, chamanes y papas los que se eternizan y cumplen años. En nuestro país, amplias capas de la sociedad han empezado a superar los 65 e incluso los 80 años, muchos de ellos con unas condiciones de vida envidiables y lo consiguen acogiéndose a una de las corrientes en alza, el envejecimiento competente, en contra de fenómenos conocidos como «ageísmo», o discriminación de las personas mayores.
Pero también hay una parte muy importante de mayores que se ha convertido en soporte y colchón contra la adversidad de generaciones posteriores, ya que con sus pensiones e incluso con su patrimonio y, sobre todo, con su tiempo están ofreciendo respuestas sustitutivas a unas ineficaces respuestas institucionales. No obstante, de todo este proceso en positivo, lo más importante, aquello que adquiere relevancia colectiva, es sacar a la luz aquellos casos que transitan este tramo vital con dificultades y requieren de ayudas como las prestaciones contenidas en la Ley de la Dependencia y que, en muchos casos, están sometidos a un vía crucis injustificado. De todas estas cosas se habla en este apartado, en ocasiones de forma más ligera y en otras, con todo el dramatismo que requieren alguna miradas a la realidad que nos rodea.
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