No es posible aplicar una distinción entre programas de servicio público y otros que no lo son, en cuanto se integran en una estructura de programación y han sido ideados o adquiridos para cumplir con unos objetivos marcados en un contrato programa. No es adecuado, pues, tratar de diferenciar entre programas de servicio público y programas comerciales ya que, por definición, una vez establecida con claridad la misión de la televisión pública todas sus emisiones responderán a la consecución de los objetivos marcados, es decir, al criterio de servicio público.
Todo lo anterior no supone la inexistencia de elementos de cualificación de la televisión pública. No. Pero las diferencias recaen en aspectos cualitativos que se manifiestan en los contenidos, los tratamientos y las funciones.
Sexto mantra. Las televisiones públicas hacen competencia desleal al tener acceso a dos fuentes de financiación
Independientemente de que las televisiones públicas en Europa tienen diferentes porcentajes de acceso a la publicidad, desde ninguno a diferentes limitaciones de volumen y periodos de emisión, el argumento trata de deslegitimar a la televisión pública, ya que en los mercados en los que no tienen acceso a la publicidad o lo tienen muy limitado siguen reclamando las limitaciones para que las televisiones públicas no puedan acceder a los programas más competitivos en términos de captura de audiencias. Cuando en un mercado, como el español, consiguen que se suprima la publicidad como forma de financiación de la televisión pública, la inversión publicitaria que se canalizaba a través de la televisión pública no va automáticamente a las arcas de las televisiones privadas. Si la televisión pública consigue retener su audiencia o incrementarla al suprimir la publicidad, los anunciantes tratan de impactar en ese segmento de audiencia por otras vías, que no son las televisiones privadas, y por tanto la inversión publicitaria en televisión decrece. Entonces reclaman que los canales públicos no puedan acceder a contenidos de éxito en el mercado y que las subvenciones públicas desciendan con la esperanza de que pierdan audiencia en beneficio de las privadas que, entonces sí, se beneficiarán de la inversión publicitaria que antes tenía la televisión pública.
Séptimo mantra. El mercado televisivo no necesita regulación, sus propias leyes son suficientes para garantizar la presencia de diferentes opciones
La historia nos demuestra que en ausencia de barreras legales la concentración es la resultante natural de la ley del mercado. Siempre que desaparecen esas barreras se producen procesos acelerados de concentración. El caso español resulta paradigmático. Estamos plenamente inmersos en un mercado con dos operadores dominantes que concentran la mayoría de las audiencias. Desde el punto de vista de la diversidad ideológica esta concentración es una amenaza.
7. A modo de conclusión: decálogo sobre la indispensabilidad de la televisión pública
Después de analizada la debilidad de los argumentos de los enemigos de los medios de comunicación de servicio público, vamos a tomar un momento para identificar algunas de las razones de su indispensabilidad. Tomando en consideración, como hemos mostrado, que la televisión posconvergencia conserva un carácter central en la dieta mediática de los ciudadanos, y teniendo en cuenta también que las características del universo de televisión convergente permiten a los ciudadanos el acceso a una gran cantidad de contenidos de terceros y que los contenidos coherentes con su identidad cultural son enterrados por la abundancia de una oferta que se caracteriza por una baja diversidad y por promover la homogeneización cultural, la televisión pública sigue siendo indispensable para:
1.Poner a disposición de los ciudadanos de cada país un amplio repertorio de contenidos que lleve los rasgos de su identidad cultural.
2.Proporcionar información de todas las áreas, desarrollada con criterios profesionales independientes, lo que permitirá a los ciudadanos interpretar la realidad compleja y actuar en su entorno.
3.Propiciar la diversidad programática en un contexto de abundante oferta regida por la ley del mercado que provoca la homogeneización de la oferta, tanto a nivel nacional como a nivel mundial.
4.Permitir la experimentación e innovación en el uso de los géneros, del lenguaje y de la televisión, dando tiempo al espectador para familiarizarse con las innovaciones y contribuir a la educación social del gusto .
5.Desempeñar el papel de motor de la industria audiovisual nacional y local.
6.Fomentar la participación de todos los ciudadanos y grupos sociales, dando visibilidad a sus ideas y creaciones, utilizando todos los nuevos recursos disponibles.
7.Asegurar la visibilidad al talento creativo nacional.
8.Poner en valor la memoria audiovisual y organizar los repositorios de la producción nacional, más allá de sus propias producciones, y facilitar el acceso de todos los ciudadanos a ese patrimonio.
9.Liderar la producción multiplataforma.
10.Garantizar el pluralismo ideológico y la independencia editorial. Un pluralismo interno , que permite a los ciudadanos entrar en contacto con las diferentes ideas y los diferentes puntos de vista que existen en la sociedad, para contrarrestar el sectarismo que se puede derivar del pluralismo externo , que es el único que podría garantizar hipotéticamente la multiplicación de canales.
Para conseguir todos estos objetivos la televisión pública necesita:
1.Contar con un presupuesto estable, proporcional a la dimensión de sus objetivos.
2.Ser juzgada con criterios de rentabilidad social.
3.Medir el éxito de sus programas en términos de cumplimiento de los objetivos. No por la cuota de pantalla indiscriminada.
4.Disponer de un sistema de gestión que garantice su independencia y la aplicación de criterios profesionales en la toma de decisiones.
Por lo tanto, una televisión pública fuerte y competitiva es esencial, ahora como en el pasado, para cumplir las funciones de refuerzo de las identidades, la defensa de las lenguas, la promoción de la cohesión social, el fomento de la participación democrática y la creación de consenso.
*Este texto se nutre de las aportaciones de diferentes investigaciones dirigidas por el autor en el seno del GRISS-UAB, grupo de investigación consolidado, reconocido y financiado por la Generalitat de Catalunya, 2014SGR1013, que actualmente trabaja en «La regulació de l’audiovisual en l’escenari de la convergència tecnológica», investigación financiada por el Consell de l’Audiovisual de Catalunya y el proyecto de I+D+i, CSO2012-39232, financiado por el MINECO.
1.Una caracterización más detallada de estas etapas se puede encontrar en E. Prado: «Del Flujo al Stock. Desafíos de la digitalización para las políticas de comunicación», en IEC (ed.): Pensar los medios en la era digital , Buenos Aires, La Crujía Ediciones, 2010.
2.EUROMONITOR es un observatorio permanente de la televisión en Europa creado por un grupo de investigadores europeos (Paolo Baldi, Ian Connell, Claus Dieter Rath y Emili Prado), con el apoyo del servicio VQPT de la RAI y operativo desde 1989. Hasta 1995 tuvo su base de coordinación en Ginebra y a partir de esa fecha se trasladó a la Universitat Autònoma de Barcelona, donde opera bajo la dirección de Emili Prado, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad. El equipo de la sede central también incluye como coordinadoras de informes nacionales a las profesoras titulares Matilde Delgado, Núria García-Muñoz y Gemma Larrègola. El observatorio realiza informes regulares para los principales operadores televisivos de Europa y Norteamérica, así como publicaciones científicas y seminarios académicos, talleres de programación con la industria y asesoramiento a instituciones y autoridades reguladoras. EUROMONITOR clasifica los contenidos televisivos con una tipología de tres niveles que contempla Macrogéneros, Géneros y Microgéneros. Se puede encontrar una actualización de esta tipología en E. Prado y M. Delgado: «La televisión generalista en la era digital. Tendencias internacionales de programación», Telos , 84, Madrid, Fundación Telefónica, 2010.
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