Las conversaciones entre estas dos escritoras ponen de manifiesto su voluntad de romper con la distancia tradicional entre las “dos soledades”, pero también reflejan la admiración mutua que se tienen. Las dos han intentado acercarse tanto al público y a los autores francófonos como anglófonos y han puesto de manifiesto en numerosas ocasiones la importancia de considerar la literatura en su dimensión internacional: “for writers, the world isn’t divided into regions or nationalities”, afirma Atwood en Two Solicitudes (1998: 60). Blais ha demostrado tener un gran interés por la literatura del Canadá anglófono y por la literatura internacional. Este bagaje literario se puede observar claramente a través de las numerosas referencias intertextuales que aparecen en sus libros. Sus novelas, sobre todo a partir de los años 80, muestran la voluntad de la autora de transcender las diferencias culturales y las tradiciones literarias con el fin de alcanzar una visión más universal del mundo. Por este motivo, no es extraño que Blais presidiera en el 2008 la 36 ièmeRencontre Québécoise Internationale des Écrivains, el encuentro internacional de autores que se celebra en Montreal, y que ese año se centró en el tema de “L’Ailleurs”.
Atwood y Blais tienen en común no sólo el pertenecer exactamente a la misma generación (nacidas en 1939), el iniciarse en la escritura a pocos años de distancia y el practicar distintos géneros literarios, sino que también, desde el punto de vista temático, abordan incesantemente en sus novelas el problema de la identidad y de la alteridad, así como las relaciones de poder que caracterizan tanto la vida de la nación como del individuo, y tanto la vida pública como privada. El universo femenino adquiere una importancia particular en sus novelas. Ambas autoras examinan las relaciones entre hombres y mujeres, señalan el valor desmesurado y peligroso que la sociedad atribuye al aspecto del cuerpo femenino, y muestran cómo los estereotipos sociales condicionan la vida de la mujer y la construcción de su identidad. La evolución temática de las dos escritoras también sigue un camino paralelo. Si en un primer momento sus novelas se centran en el territorio canadiense o quebequense, progresivamente nos presentan un universo internacional condicionado por la globalización y los desastres medioambientales.
Antes que nada es necesario resaltar un aspecto de sus vidas que ha marcado profundamente la trayectoria literaria de ambas y su visión de la literatura. Se trata sin duda de las distintas estancias que han realizado en Estados Unidos, un espacio clave que ha marcado la reflexión de estas autoras y que permite comprender algunos aspectos de su escritura.
Identidad nacional y literatura
Estados Unidos es un país que ha marcado considerablemente la literatura canadiense anglófona. Ésta ha intentado definirse frecuentemente por oposición o con respecto a su vecino del sur. La literatura quebequense también se ha visto influenciada por las obras literarias estadounidenses, con las que comparte, según Jean Morency, el sentimiento del espacio, la importancia del vagabundeo, la voluntad de romper con el grupo, la desconfianza hacia la cultura, la pasión por la naturaleza (1994: 9).
En el caso de Marie-Claire Blais y de Margaret Atwood, hay muchos aspectos de sus obras que no se pueden entender si no se tiene en cuenta la importancia que Estados Unidos ha revestido a la hora de forjar su concepción del mundo y de la literatura. Las dos autoras vivieron en Cambridge, Massachussets, durante los años 60, aunque no se conocían personalmente en esa época. Aunque de forma muy diferente, los años pasados en Estados Unidos marcaron profundamente sus obras y el país norteamericano estará presente de distintas maneras en sus textos.
MARIE-CLAIRE BLAIS Y ESTADOS UNIDOS
La relación entre Blais y Estados Unidos comenzó muy temprano, cuando fue descubierta por el crítico estadounidense Edmund Wilson, tras escribir La belle bête en 1959 (una obra que sería traducida al inglés como Mad Shadows , en 1960). Su carrera se vio impulsada rápidamente desde sus inicios por los comentarios elogiosos sobre sus novelas que realizó este crítico, quien más tarde, en su conocida obra O Canada , describiría a esta joven autora como “a true ‘phenomenon’”, “a genius”, llegando incluso a afirmar que su escritura en La belle bête era “as shocking as Zola’s” (Wilson 1976: 148).
Gracias al apoyo de Wilson, Blais consiguió en 1963 una beca Guggenheim que le permitió residir en Cambridge, Massachusetts. Como han señalado Michel Biron et al , esta estancia situó a la autora entre dos mundos, el de la Revolución Tranquila de Quebec, caracterizado por una explosión cultural y social y por la llegada de exiliados de la Europa de la segunda guerra mundial, y un mundo estadounidense más violento, marcado por las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos, por el feminismo emergente y por la oposición a la guerra de Vietnam (Biron et al. 2007: 446-447).
En Notes américaines: parcours d’un écrivain (1993), Blais cuenta cómo era su vida en los Estados Unidos de los años 70. Esta obra constituye una recopilación de ensayos publicados anteriormente en el periódico Le Devoir , que ponen en evidencia hasta qué punto esta experiencia fue importante para ella. Blais hace referencia no sólo al tiempo pasado en Cambridge sino también a los momentos vividos en la comunidad intelectual de Wellfleet en Cape Cod y más tarde en Key West. El íncipit de la obra destaca la violencia y la lucha por la libertad que caracterizaban los Estados Unidos de los años 60:
Juin 1963: cette année-là un grand président américain sera assassiné, avec la guerre du Viêt-nam qui approche, chacun de nous assistera à la télévision, comme dans les journaux, à une ère de massacres traversée parfois de quelques prises de consicence collectives qui changeront le monde. (Blais 1993: 9)
A lo largo de los ensayos, la autora nos presenta un país marcado por la brutalidad y los crímenes. El apartamento que alquila a su llegada a Estados Unidos está situado en un sótano, en un edificio que tiene varias ventanas rotas y los buzones destrozados. Las peleas callejeras y los robos son frecuentes en su barrio. Los delincuentes que detiene la policía son generalmente adolescentes, acostumbrados a vivir en un entorno violento. Descubre unos Estados Unidos caracterizados por la segregación racial, los asesinatos de familias enteras a sangre fría, las violaciones, los incendios provocados, la brutalidad policial, el consumo de drogas. También descubre un país marcado por una gran cultura y donde se lucha por los derechos humanos. Describe cómo los estudiantes pasan horas leyendo en librerías y bibliotecas libros de Walt Whitman, Herman Melville, Henry James. Al igual que ellos, Blais comienza a leer las obras de Mary McCarthy, Elizabeth Bishop, Marianne Moore, James Baldwin, Richard Wright, Ralph Ellison, al mismo tiempo que aprende la lengua inglesa. Estas lecturas la acercarán cada vez más a ese país anglófono, en el que al llegar se siente como una extraña, incapaz de hablar el idioma, y que acabará por convertirse en parte de su “patria espiritual”:
[…] ces écrivains que je lis dans la fraîcheur d’une autre langue que la mienne –en même temps que j’apprends cette langue– en ces jours de juin très chauds où j’erre seule dans la ville, consciente de mon malaise, de mon étrangeté en ces lieux, me révèlent qu’un peu de ma patrie spirituelle m’attend ici, près d’eux. (Blais 1993: 11)
Describe las conversaciones literarias que mantenía con Edmund Wilson sobre autores como Virginia Woolf, Zelda Fitzgerald o Gertrude Stein, y cómo el crítico la introdujo en los círculos intelectuales y artísticos de Wellfleet. Blais pasaba muchos días en casa de Edmund y Elena Wilson, quienes invitaban a artistas y escritores de diferentes partes del mundo. De esta manera, se vio rodeada por una comunidad internacional de escritores y artistas que tenían en común, como subraya Mary Jean Green, su pasión por la creación artística y su oposición a la violencia (Green 1995: 125).
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