En el año 2000, la escritora quebequense fue galardonada con el premio W.O. Mitchell, otorgado por el Writers’ Trust of Canada, que por primera vez le era concedido a un escritor francófono. Tanto Blais, como Gabrielle Roy y Anne Hébert figuran entre los “Major Canadian Authors” y han conocido cierta consagración en el Canadá anglófono. Según Barbara Godard, la influencia de la reputación estadounidense de las obras de Blais, tuvo mucha importancia a la hora de que fuera integrada en el campo literario canadiense-anglófono (Godard 1999: 499). Como ha subrayado también Rainier Grutman, muchas veces la crítica tiende a considerar París como el único horizonte internacional de la literatura quebequense y subestima la importancia de otras fuentes de reconocimiento, como Toronto o Nueva York. Es cierto que la consagración de Blais en París llegó de inmediato, gracias a la publicación en la editorial Grasset en 1966 de Une saison dans la vie d’Emmanuel (menos de un año después de que fuera publicado en Montreal en las Éditions du Jour, en junio de 1965), y a la obtención del premio literario francés Médicis. Ahora bien, más importante sería la traducción estadounidense de dicha obra y la introducción que de ella hizo el influente crítico Edmund Wilson. Como señala Grutman, bajo el título de la traducción de la obra, aparecía el nombre de Wilson, en un tamaño superior al de las letras cursivas utilizadas para escribir el nombre del traductor, Derek Coltman, que llamaban casi tanto la atención como aquellas utilizadas para el nombre de la autora (Grutman 2010: 9).
Hay que tener en cuenta que las primeras novelas de Blais fueron difundidas rápidamente a través de una serie de traducciones. Todas sus novelas han sido traducidas al inglés y sólo en 1967 se realizaron ocho traducciones de Une saison dans la vie d’Emmanuel (en Italia, México, Alemania, Dinamarca, Países-Bajos, Finlandia, Noruega, Checoslovaquia). Según Grutman algunas de las traducciones se hicieron de forma indirecta, partiendo de la edición anglófona de la novela de Blais (particularmente la traducción mexicana de Adolfo de Alba). Esto muestra también la importancia que dicha edición tuvo para la proyección internacional de las novelas de la autora quebequense (Grutman 2010: 8) y para la consagración de su obra en el mundo anglocanadiense. No obstante, hay que señalar que las traducciones de la obra de Blais al español son escasas, y únicamente dos de sus novelas han sido traducidas a nuestra lengua ( La hermosa bestia . Traducción de Orta Manzano. Barcelona, Ediciones Cedro, 1961; Una estación en la vida de Emmanuel . Traducción de Adolfo de Alba. México. Editorial Diana, 1967).
Si el éxito de Une saison dans la vie d’Emmanuel dio a conocer a la autora en distintos países, la complejidad de sus novelas –sobre todo de las más recientes, caracterizadas por el uso del discurso indirecto libre y del encadenamiento de los pensamientos de una gran cantidad de personajes– hace que algunos lectores e incluso una parte de la crítica, haya ignorado sus novelas de los últimos años. Por este motivo, Aparna Sanyal, en su reseña de Rebecca, Born in the Maelstrom (la traducción inglesa de Naissance de Rebecca à l’ère des tourments ), afirma:
Lionized at home and abroad over a 50-year career, the Québécoise writer Marie-Claire Blais remains more of a rumour than a legend. She is read mainly by writers, perhaps because […] readers have difficulty with her omission of paragraph breaks and the fact that she uses multiple voices. Yet, like interwoven diary entries written by distinct individuals, Blais’s prose is clear to an attentive reader. It is also meaningful in the way only work written with a high aim and a profound understanding of human motivation can be. ( The Globe and Mail , 27 de noviembre de 2009)
Tanto Soifs como Dans la foudre et la lumière, Augustino et le chœur de la destruction y Rebbeca à l’ère des tourments obtuvieron el premio Gouverneur Géneral (en 1996, 2001, 2005 y 2008 respectivamente) y han sido elogiadas en los periódicos y a nivel académico por una gran parte de la crítica universitaria anglófona y francófona. Marianne Ackerman, en su artículo “How to read a masterpiece”, ha destacado la paradoja que envuelve las novelas de Blais. Se trata de una autora canonizada de Quebec, y se ha subrayado en numerosos estudios el talento, la profundidad y la calidad de su obra literaria. A pesar de esto, la venta de sus libros es, como afirma Barry Callaghan, editor de Exile Editions, “from modest to minuscule”. Según Ackerman, Callaghan describe a la autora como “A writer like no other writer this country has produced. She will be remembered for the total authenticity of her vision […] People don’t read Marie-Claire because she’s too tough, too good” (in Ackerman, The Walrus , octubre 2009).
Esta situación aparece también dentro de los círculos quebequenses, donde Ackerman observó que sólo unos pocos habían leído las novelas más recientes de la autora. Lynn Henry, editor en Toronto de Anansi Press señala, hablando de Marie-Claire Blais: “There’s a prestige involved in publishing her. We’re very aware of her status. I wish she could be a bestseller, but she isn’t […] She presents the largest imaginable sense of humanity, a sublime vision of how the world works. There aren’t many writers working at that level” (in Ackerman, The Walrus , octubre 2009).
Según Mary Jean Green, en los años 70 Blais era la autora más estudiada en las revistas estadounidenses de literatura quebequense, y lo ha seguido siendo durante mucho tiempo (Green 1989). Está considerada como un clásico, un monumento, como uno de los autores quebequenses más importantes. Los premios literarios que ha recibido atestiguan de la importancia de esta escritora, que en el 2012 ha sido galardonada con un nuevo premio, el Grand Prix du Livre de Montréal, por su novela Le jeune homme sans avenir . La calidad de su obra literaria ha sido reconocida mundialmente y tanto el estilo poético que utiliza como la intensidad de las imágenes que aparecen en sus novelas hacen de esta autora una de las mejores escritoras de la literatura universal.
Al contrario que Blais, Margaret Atwood es una escritora anglocanadiense cuya obra ha sido con frecuencia situada dentro de la categoría de best-sellers tanto en Canadá como en Estados Unidos. Muchas de sus novelas han sido traducidas al castellano. En España, como subrayaba Ana María Moix en un artículo para El País cuando Atwood recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el 2008, la autora “goza de un notable prestigio y de un número de lectores adictos. Sus libros no alcanzan ventas espectaculares, pero el lector aprecia en sus páginas la calidad de su prosa, su exquisita sensibilidad, su implacable ironía, su enorme talento” (Moix, El País , 26 de junio de 2008).
Atwood es admirada por el gran público, pero también por la crítica universitaria internacional. Es el autor canadiense más estudiado en los programas universitarios de Gran Bretaña y de muchas universidades europeas (Macpherson 2010: 14; Rosenthal 2000). Laura Moss ha mostrado que si un autor canadiense aparece en las páginas web de Estudios Canadienses ése es generalmente Atwood (Moss 2006: 27). Se han publicado numerosos volúmenes sobre su trayectoria literaria y existe incluso una asociación de estudios sobre su obra. Por la importancia que tiene a nivel internacional, se la considera simbólicamente una “embajadora” que promueve la cultura de Canadá en el exterior (Moss 2006: 22).
En el Canadá anglófono su posición como icono de la cultura canadiense es considerada con ambivalencia por una parte de la crítica. Caroline Rosenthal, tras realizar una encuesta a críticos del país sobre los cincuenta mejores libros canadienses del siglo XX se sorprendió de que no figurara ninguno de esta autora entre los diez primeros. Rosenthal concluyó afirmando que el Canadá anglófono mantiene una relación muy particular con su autor más famoso, considerado con orgullo una superestrella, pero al que se rechaza por ese mismo motivo (Rosenthal 2000: 43). Como recuerda Laura Moss: “As is often the case, as a cultural figure is elevated to the level of icon nationally and then internationally, other writers, thinkers, and speakers rebel at the simplification of having one artist’s voice paradigmatically represent many” (Moss 2006: 24).
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