Sería sobre todo tras la Revolución Tranquila de los años 60 cuando la explosión literaria de Quebec llamaría la atención de la crítica anglófona sobre esta literatura. Según Hayward y Lamontagne, más de 163 textos sobre la literatura quebequense se escribieron en el Canadá anglófono en 1967, un año que coincidió también con la celebración del centenario de la Confederación (Hayward y Lamontagne 1999: 469). Los intentos por comparar ambas literaturas también aumentaron ligeramente en los años 60, con críticos como Jean-Charles Bonenfant, Jean-Charles Falardeau, Desmond Pacey, Malcolm Ross, Philip Stratford, Clément Moisan o Ronald Sutherland, que hacían frecuentemente hincapié en los aspectos sociopolíticos de las dos literaturas, como señala el propio Moisan (1999: 57).
Philip Stratford afirma que en 1968 había más autores quebequenses traducidos al inglés que viceversa (Stratford 1968: 180). En 1972, el Conseil des Arts puso en marcha un programa de subvenciones para traducir libros quebequenses y canadienses anglófonos a la otra lengua oficial. Se tradujeron 66 libros en 1974, y entre 1972 y 1981 las traducciones subvencionadas fueron 452 (Godard 2002: 75). Sin embargo, como ha analizado detenidamente Barbara Godard en sus estudios, muchas de las traducciones de obras quebequenses al inglés reescribían en cierto sentido estas obras dándoles un carácter realista o referencial (Godard 2002: 77).
A partir de 1970, las tensiones asociadas a la subida del movimiento nacionalista en Quebec aumentaron. La creación en 1968 del Partido Quebequés y el terrorismo que desembocó en la crisis de octubre de 1970, muestran las relaciones sociales y políticas conflictivas que existían entre Quebec y el Canadá anglófono. En 1980, el referéndum sobre la soberanía de Quebec, en el que el no ganó por un 59,44%, llevó a muchos escritores francófonos a la desilusión y situó la cuestión nacional en un segundo plano. La idea de la fundación de la literatura quebequense se vio sustituida por toda una serie de posiciones políticas y estéticas. El entusiasmo y el optimismo que había suscitado la novela de la Revolución Tranquila, dejó paso a un sentimiento de pérdida (Biron, Dumont y Nardout-Lafarge 2007: 502). A partir de ese momento, la literatura quebequense se caracterizará por una gran pluralidad temática y estilística. La importancia del movimiento feminista, sobre todo a partir de 1975, también transformará dicha literatura dándole un carácter más intimista e inspirando la creación de nuevas formas literarias, como la “teoría-ficción” ( théorie/fiction o fiction-theory ).
El movimiento feminista favoreció los contactos entre la literatura quebequense y la canadiense anglófona, como han señalado, entre otras, Barbara Godard o Marguerite Andersen. Según Godard, algunas escritoras anglófonas se vieron influenciadas por la teoría-ficción que se hacía en Quebec. Margaret Atwood y Lola Tostevin la practicaron mediante el poema en prosa, Smaro Kamboureli y Daphne Marlatt mediante la forma del diario, y Aritha Van Herk, Kristjana Gunnars y Gail Scott la utilizaron en sus “ ficto-criticisms ” (Godard: 2002, 81).
Según Andersen, durante los años 80, el Canadá inglés se interesó considerablemente por la literatura quebequense escrita por mujeres. Admiraban esta literatura por su carácter subversivo puesto que representaba una transgresión tanto por las nuevas formas que introducía, como por la temática que cuestionaba las tradiciones patriarcales (Andersen 1988). Un diálogo muy significativo entre escritoras de ambas lenguas se realizó a través de revistas como Tessera, Room of One’s Own , o en obras colectivas como In the Feminine: Women and Words (1983) y Gynocritics/La gynocritique (1987). Si cierto cambio aparece en el sistema literario canadiense anglófono por la influencia de estos textos, y de escritoras quebequenses como Nicole Brossard, Suzanne Lamy, France Théoret, Madeleine Gagnon, o Louise Dupré, se trata de una práctica que se limita a la producción marginal de la escritura experimental (Godard 2002: 81).
Los tres autores quebequenses más estudiados en el Canadá anglófono son mujeres: Gabrielle Roy, Anne Hébert y Marie-Claire Blais. Como ha destacado Godard, sus obras han circulado durante mucho tiempo en el campo de la producción restringida, y han sido publicadas sobre todo en inglés por editoriales estadounidenses y en coedición con editoriales canadienses anglófonas (McClelland & Stewart, Stoddart-General). En cuanto a las obras experimentales de las escritoras feministas, circularon sobre todo en el ámbito de la producción marginal de vanguardia y aparecieron en revistas especializadas en la literatura experimental o en editoriales pequeñas como Talonbooks, Exile Editions, Coach House, o Women’s Press (Godard 2002: 77).
La crítica quebequense se ha resistido durante muchos años a considerar la literatura anglófona. A partir de los años 80 sí que ha habido cierta voluntad de reconocer dicha literatura y sobre todo las obras escritas por aquellos autores anglófonos que viven y escriben en Quebec. En 1984, la revista quebequense Voix & images dedicó un número a la literatura canadiense anglófona, lo que pone de manifiesto claramente cierto cambio en cuanto a las relaciones entre ambas culturas. Desde entonces, diferentes revistas quebequenses han consagrado números a la literatura anglófona, aunque se han centrado principalmente en aquella escrita en Quebec: Quebec Studies, Lettres québécoises, Spirale . Como ha destacado Lianne Moyes, el número de revistas quebequenses que han dedicado números temáticos o artículos a la literatura anglocanadiense pone de relieve cómo una nueva generación de intelectuales francófonos se vuelca sobre la escritura anglo-quebequense, que constituye, según ella, “a company of strangers” (2006: 17).
También a partir de los años 80 se han multiplicado los encuentros y coloquios internacionales tanto en Quebec como en el resto de Canadá. Festivales como Write pour écrire o Métropolis bleu fueron creados para incrementar los lazos entre ambas culturas. Si la relación entre los espacios culturales ha sido problemática, no hay que olvidar que Canadá es un país marcado cada vez más por la presencia de escritores inmigrantes que han enriquecido las dos literaturas y cuestionado el carácter bicultural de Canadá. La presencia de escrituras migrantes, el mestizaje cultural, la multiculturalidad son cuestiones esenciales que atraviesan tanto los textos de los autores como las reflexiones de los críticos canadienses y quebequenses contemporáneos. Los festivales literarios que se celebran en Canadá abren cada vez más sus puertas a la literatura internacional. Para observar esta apertura a las demás culturas, no hay más que ver el ejemplo de la Rencontre Internationale des Écrivains , que se celebra anualmente en Montreal y en la que participan escritores venidos de distintas partes del mundo.
A pesar de todos estos esfuerzos, las relaciones entre la cultura quebequense y anglocanadiense siguen siendo complejas. De hecho, si existen estudios quebequenses sobre la literatura anglófona de Canadá, como se ha mencionado, éstos se centran casi exclusivamente en la literatura escrita en Montreal. Los estudios comparativos de ambas literaturas son escasos y los trabajos de tipo comparativo que han realizado los críticos anglocanadienses y quebequenses se han centrado mucho más en las literaturas europeas, estadounidense o de América Latina.
Aunque la literatura quebequense rara vez se inspira en la literatura anglocanadiense, sí que está muy marcada por la literatura de Estados Unidos, tal y como han mostrado los estudios de Jean Morency o Jean-François Chassay (Morency 1994; Chassay 1995). Esto puede deberse, tal vez, al mayor número de traducciones al francés de las obras estadounidenses, o al rechazo de una literatura anglocanadiense que encarnaría todavía para algunos la dominación política anglófona sobre el territorio de Quebec.
Читать дальше