1 ...8 9 10 12 13 14 ...36 Algunos documentos dan cumplida cuenta de las prácticas de trabajo en el seno de las instancias orgánicas de la IC. Un extenso memorándum de inicios de 1931, probablemente obra de Stepan Mínev, detalló las funciones, actividades y ritmos del Secretariado Romano en un tono de exaltada hiperactividad. Este organismo se definía por oposición. «No es una sociedad de estudios históricos, arqueológicos, sociológicos, filosóficos ni un círculo de auto-educación», sino el centro de actividad política encargado de asegurar un flujo de información y orientaciones entre la IC y varios partidos europeos, entre ellos el PCE. Asimismo, debía realizar labores de control garantizando el cumplimiento de las directivas cominternianas. Y, llegado el caso, «revelar a tiempo los errores, las faltas, desviaciones», planteando encuentros para tratar «cuestiones delicadas, litigios y su discusión». Su lógica era la del trabajo funcionarial con horarios muy marcados, reuniones regulares entre los miembros estables –un staff transnacional donde se situaban el propio Stepanov, Dmitri Manuilsky, André Ferrat o Kurt Müller– y otros colaboradores ocasionales. Además, desarrollaba actividades coyunturales con múltiples comisiones de trabajo. El secretariado también fijó las tareas de los representantes de los partidos nacionales. El delegado español León Gabriel Trilla, por ejemplo, estaba obligado a resolver en pocas jornadas la redacción de varias directivas para el PCE y participar en diversos grupos de trabajo. 26
Pero una mirada que hable solo de comunicación unidireccional resulta, en este sentido, tan engañosa como otra que minusvalore o desprecie el decisivo contagio de los intereses soviéticos en las políticas comunistas españolas. En ocasiones, alguna decisión coyuntural fue fruto directo de la iniciativa española. El 22 de mayo de 1936 Jesús Hernández defendió ante la Presidencia del Comité Ejecutivo de la IC la necesidad de una «intervención económica del Estado» y alguna nacionalización estratégica. Era una propuesta en estricta clave proteccionista. 27 Fue recogida una semana después entre las decisiones aprobadas por el Secretariado, donde se abogó por que el PCE se esforzará para que el Frente popular hiciese suya esa propuesta, contemplando incluso la «participación sindical en dicho control». 28
En otras ocasiones la mecánica de las consultas conllevó al contacto directo entre Stalin y algún dirigente español. Eso ocurrió, por ejemplo, a inicios de septiembre de 1937, cuando Dimitrov envió por escrito a Stalin una solicitud de Codovilla y del secretario de organización del PCE Pedro Checa –a quien algunos autores han atribuido el rol de agente del NKVD– 29 para clarificar «varias preguntas que nos piden que discutamos y para las que se solicitan adecuados consejos e instrucciones apropiadas». 30 Aunque la emanación de criterios se insertó en un modelo de comunicación mucho más complejo y sofisticado que la pura unidireccionalidad del mandato de órdenes jerárquicas. Dicho modelo debería definirse, más bien, como diálogo asimétrico que requería de esa eficaz transmisión de información, pero donde intervinieron las decisiones colegiadas e, incluso, la discusión de directrices en una lógica no siempre de rapidez o eficacia respecto a la toma y resolución de decisiones ( cf . epígrafes 4.5 o 5.6).
Tampoco debe obviarse el esquema de actuación condicionado por las necesidades estratégicas de la política exterior y de seguridad soviética. El vector soviético, en expresión de Ángel Viñas, conformó un aspecto clave, aunque sus perfiles concretos estuvieron condicionados por diversos factores. 31 En lugar destacado, por la limitada capacidad de maniobra diplomática a que se vio sometida la política exterior republicana. Y, en paralelo, por las inestables tensiones europeas, sus derivas a lo largo del tiempo y por lo que Marcelino Pascua definió como la «alerta tensísima [soviética] a los peligros del exterior», en particular ante la posibilidad de un entendimiento entre Alemania, Francia y Gran Bretaña. 32 La aventura española de Stalin ha sido valorada como ambiciosa operación sobre el papel, pero también como fracaso relativo en la práctica, plagado de notables claroscuros en lo relativo a la eficacia del personal militar y los asesores, un contingente que pudo sumar algo más de dos millares de integrantes. 33 Sin embargo, junto a esta presencia se entretejieron otros elementos de conexión cultural en la apreciación española sobre la URSS, unas coordenadas donde debe situarse la eficaz socialización de un antifascismo de masas o la carga simbólica adquirida por la Unión Soviética –y no solo entre los comunistas españoles– como nación amiga y privilegiada vanguardia del socialismo ( cf . epígrafes 5.3 y 5.4).
3. TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA TUTELA
Una muestra de disparidad relativa de pareceres entre los consejos emanados de Moscú y la lectura in situ de la situación en España se manifestó en la primavera de 1937 ante el escenario de la crisis del gobierno Largo Caballero. Las indicaciones enviadas desde Moscú a inicios de marzo de 1937, tras un informe de situación presentado por André Marty, insistió en que sería «un error dirigir nuestras críticas particularmente contra Largo Caballero» y acentuó la necesidad de influir, evitando levantar suspicacias, en el dirigente socialista. 34
En la tarde del 14 de marzo tuvo lugar una reunión en el Kremlin con presencia de Stalin, Voroshílov, Mólotov, Kaganóvich, Dimitrov, Marty y Togliatti. El encuentro se producía semanas después de la caída de Málaga y en coincidencia con el inicio de la ofensiva franquista en el Norte. Allí se discutió sobre la continuidad de Largo Caballero, planteándose su renuncia como ministro de la Guerra y la designación de «otra persona como comandante en jefe». Además, si se producía una reorganización del gobierno, se contempló que los comunistas reclamasen mayor presencia. Pero también pareció claro que no era necesario «derribar a [Largo] Caballero», ya que «no existe nadie más adecuado para servir como jefe de Gobierno». 35 Seis días después Stalin recibió a Rafael Alberti y María Teresa León e insistió en los mismos argumentos. Largo Caballero había demostrado un carácter firme y voluntad de lucha contra el fascismo. Por tanto debía ser «preservado» como jefe de Gobierno, si bien debería quedar excluido de las responsabilidades militares. 36
La respuesta desde Madrid llegó unos días después en forma de rechazo a las directrices de la IC. En un informe de finales de marzo de Stepanov, que afirmaba reflejar el estado de ánimo y la opinión del BP, apuntaba que
Todos están de acuerdo aquí en que las directrices y consejos [de la IC] son absolutamente correctos en todas las cuestiones; solo hay una que ha sido superada por los acontecimientos y es la que atañe a la posibilidad de encontrar un acuerdo con Caballero. Aquí todos piensan que es imposible un acuerdo, que se han agotado todas las posibilidades, que hay que adoptar una posición dirigente y obligar[le] a abandonar el puesto de ministro de la Guerra, y si se hace necesario, también el puesto de presidente del Consejo de Ministros. 37
El 14 de abril de 1937 la IC respondía a estas objeciones aconsejando de nuevo que Largo Caballero quedase como presidente. 38 Finalmente, como es sabido, en el Consejo de Ministros celebrado el 13 de mayo los dos ministros comunistas, Vicente Uribe y Jesús Hernández, reclamaron exactamente eso: la salida de Largo Caballero del Ministerio de Guerra. En las jornadas inmediatamente posteriores se certificó el fracaso del proyecto caballerista en el contexto más general de la pugna por la hegemonía en la izquierda frente al PCE. 39 El jefe de Gobierno se orientó, en última instancia, a lograr un fortalecimiento socialista mediante el control de las carteras clave. Ni la CNT, ni una parte notable de su partido ni, por supuesto, el PCE apoyaron esa opción, que tan solo contó con el respaldo de la UGT y las fuerzas republicanas.
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