El Águila y el León
Dos parecen y uno son
Ninguno es mayor, ni es antes
Pues no son dos, dos amantes. 28
En la parte más alta se descubría «por tramoya al tiempo que era necesario», un trono revestido de espejos, desde donde actuaría la infanta. Cuatro pares de bastidores coronados por frisos de plata se repartían a ambos lados a modo de puertas, separados entre sí por columnas dóricas y corintias, en cuyos lienzos estaban pintados al temple los ocho dioses, interpretados por sus meninas y damas. 29
El primer bastidor de la derecha lo ocupaba Apolo rodeado de los rayos solares, acompañado de los siguientes versos:
Este es Sol, mas ya no es solo,
Que es Mariana nueuo Apolo.
Enfrente, Diana , acompañada de los símbolos de la variedad de oficios que antigüedad le atribuía, con esta letra:
Llena estoy, mas no creciente
Del Sol de Mariana ausente.
En el segundo bastidor de la derecha, Juno , acompañada del pavo real luciendo sus plumas con los ojos de Argos. La letra decía:
De tus ojos ciento, Iuno
Oy no te sobra ninguno.
Enfrente, Venus , resplandeciente por temor a apagarse por el nuevo planeta alemán. La acompañaba esta otra letra:
Para ser Astro el mayor
Preuengo el Sol de Mariana.
En el tercer bastidor, Flora , «diosa de las selvas», que con una lluvia de flores ocultaba la escarcha del mes de diciembre –mes del cumpleaños de Mariana– y prometía multiplicar las rosas en las sucesiones reales. La poesía decía:
Quantos oy les rindo flores
Frutos anuncio mayores.
En el correspondiente del otro lado estaba pintada Palas , «retrato de la reina por su discreción y valentía». La letra era la siguiente:
Palas en fuerça y dulçura
Es Mariana tu hermosura.
El cuarto de la derecha lo ocupaba Cupido con los ojos abiertos, por no desautorizar el acierto de las bodas reales, lo que se explicaba de esta forma:
Esta vez salio de ciego
Amor, que todo es razón.
En el bastidor de enfrente se representaba la Fama , que anunciaba futuros bríos, según explicaba la letra:
Esta no es Deidad de viento
Quanto respira, es aliento.
Hacia la seis de la tarde entró el monarca vestido de terciopelo liso negro, bordado en puntas de plata y acero, capa de paño con la misma guarnición que el traje, botones y cadena de diamantes, sombrero rodeado de un cintillo también de diamantes y plumas plateadas, y ocupo su silla enfrente del teatro que, si nos atenemos a las estrictas Etiquetas de Palacio, estaría colocada sobre una alfombra «a la parte del salonzillo del dormitorio diez o doze pasos desuiado de la pared y a las espaldas un biombo». 30 A su derecha se sentó la duquesa de Mantua, huésped de honor, sobre almohadas en la alfombra, a continuación de las tres de brocado donde solía sentarse la infanta María Teresa, y al mismo lado, más alejadas, algunas damas. Detrás, en los bancos corridos de los laterales, las demás señoras y, de pie, los grandes, señores y gentilhombres de la Cámara. Más al fondo, una tribuna con celosías, desde donde asistieron ocultos los embajadores de Capilla, y en otra, situada detrás del rey, don Luis Méndez de Haro, gentilhombre de la Cámara y su caballerizo mayor, acompañado de cinco presidentes de los Consejos.
Después de que los músicos y chirimías, ocultos, junto con el coro de la Capilla de Palacio, en dos altas tribunas situadas en la parte alta del teatro, anunciaran el inicio de la representación, se descorrió el velo de color azul que ocultaba el escenario, y doña Ana María de Velasco y Magdalena de Moncada, convertidas por la magia del teatro en la ninfa Dorida y en Astrea [Justicia divina] cazadoras, con arcos, aljabas y flechas, representaron la loa que precedía a la obra teatral, en la que coronaban al Águila [Mariana] con catorce [los años que cumplía] espigas de oro [símbolo de fecundidad].
A continuación, comenzó la obra con la infanta María Teresa en el papel protagonista, la Mente de Júpiter , sentada en el elevado trono de espejos, que reverberaban los reflejos de las luces del salón, vestida con manteo de tela blanca de plata y túnica de velo espeso de la misma tela, bordada de torzales de oro y diamantillos. A sus pies, la menina Iusepa de Luna, con manteo de tela de plata roja y tunicela bordada de pequeñas rosas rojas y tejuelas de plata, representaba a la ninfa Eco . Los demás personajes eran Apolo y Aglaya , interpretados por las mismas damas de la loa; la Fama , interpretada por Francisca Enríquez, con túnica y manto bordado con trompas y plumas, y con alas, sus distintivos; España , por Ana de Ávila, con cetro, corona y manto bordado de castillos y leones; Venus , interpretado por Isabel Manrique, cuya indumentaria se omite; Flora , por Francisca Mascareñas vestida de labradora; Diana , por Catalina Portocarrero, con su traje adornado con medias lunas, símbolo de la diosa; Juno , interpretado por Luisa María Enríquez, cuya caracterización también se omite; Palas , por María Antonia de Vera, con traje militar con peto, espaldar, plumas, espada y banda, como diosa de la guerra; Cupido , interpretado por Andrea de Velasco con vestido pastoril de color verde rodeado de armiños, y el pelo suelto con un cintillo de diamantes por la frente. Por último, los papeles de Eufrosina y Thalía , dos de las tres gracias, los interpretaron Luisa Osorio y Antonia de Borja, respectivamente.
El texto de esta pieza teatral contenía toda una serie de alusiones al enfrentamiento político entre el imperio y la monarquía hispánica con Francia y sus aliados, así como la paz que la llegada de la joven Mariana traería.
Finalizada la representación, la infanta y sus damas ejecutaron la máscara titulada Máscara real a los años de la reyna nuestra Señora , escrita también por Bocángel, una danza formada por catorce personajes –el mismo número que los años que cumplía Mariana–, en la que las egregias damas bailaron acompañadas por coros y violones, vestidas con basquiñas de tela plateada, justillos negros ribeteados de plata, mantos de velo de peso sujetos a los hombros, plumas blancas y rojas en la cabeza, mascarillas en la cara y hachas de cera encendida en las manos.
Fig. 8. Francisco Rizi, Decoración teatral . Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Los pintores Pedro Núñez del Valle y Francisco Rizi fueron los encargados de decorar el teatro portátil del salón, cuya traza se debió a Carbonel, 31 con columnas salomónicas revestidas de sarmientos y racimos de plata, estípites, alegorías y frontispicios con niños, guirnaldas y tarjetones. 32 Esta noticia nos lleva al atractivo dibujo de Francisco Rizi de la Biblioteca Nacional de España, Decoración teatral 33 [fig. 8]. La estatua del fondo del decorado, delante del paisaje que cierra la perspectiva, de pie sobre un pedestal y bajo una portada coronada por un frontón triangular con un escudo real, que sostienen cuatro cupidillos, podría tratarse de Apolo, que sostiene un violín o una viola con una mano y el arco en la otra, apenas apuntado a lápiz; es decir, en su faceta de dios de la armonía y de las artes. 34 Las alegorías de la Primavera y el Otoño , a uno y otro lado del frontis, podrían simbolizar a Mariana y a Felipe IV. Por último, en la cartela sobre la clave del arco se representa de nuevo a Apolo en su carro rodeado del lema, « Lustrat et fovet » («Ilumina y calienta»), emblema de Felipe IV, como comprobaremos más adelante.
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