El bandolerismo morisco valenciano
(1563-1609)
BIBLIOTECA DE ESTUDIOS MORISCOS
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El bandolerismo morisco valenciano (1563-1609)
Jorge Antonio Catalá Sanz
Sergio Urzainqui Sánchez
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
UNIVERSIDAD DE GRANADA
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
Colección dirigida por:
MANUEL BARRIOS AGUILERA (Universidad de Granada)
RAFAEL BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO (Universitat de València)
ALBERTO MONTANER FRUTOS (Universidad de Zaragoza)
© Jorge Antonio Catalá Sanz, Sergio Urzainqui Sánchez, 2016
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2016
Publicacions de la Universitat de València
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Editorial Universidad de Granada
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Diseño de la colección: Vicent Olmos
Ilustración de la cubierta: Dibuix, ARV, Governació, 1.982 (1615)
Maquetación: Inmaculada Mesa
ISBN: 978-84-9134-023-2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
LA INTERPRETACIÓN TRADICIONAL
UN ENFOQUE ALTERNATIVO
GEOGRAFÍA DEL BANDOLERISMO MORISCO
MOTIVACIONES, ESTRATEGIAS, VÍCTIMAS. PARTE PRIMERA: DISONANCIAS
MOTIVACIONES, ESTRATEGIAS, VÍCTIMAS. PARTE SEGUNDA: TENDENCIAS DOMINANTES
BANDIDOS, INFILTRADOS, CONSPIRADORES Y ENEMIGOS DE ULTRAMAR
DE VERDADES ESQUIVAS, JUEGOS DE ESPEJOS Y OTRAS COSAS CIERTAS QUE PUEDEN DECIRSE DE LOS PROCESOS PENALES
EVOLUCIÓN Y REPRESIÓN DEL BANDOLERISMO MORISCO VALENCIANO
TABLA DE BANDOLEROS MORISCOS VALENCIANOS (1563-1609)
ÍNDICE GENERAL
Introducción
Hace ocho años que empezamos a estudiar el bandolerismo morisco valenciano en profundidad. No era nuestra primera incursión en el tema morisco, ni tampoco en el de la violencia y la criminalidad asociadas a bandos y bandidos, aunque todavía no habíamos hecho de las dos caras una sola moneda. No podíamos imaginar entonces que recorrer el camino que nos ha traído hasta aquí pudiera llevarnos tanto tiempo, pero las dificultades y obligadas estaciones del trayecto y los sucesivos retos de diversa índole que en el ínterin hemos tenido que atender han acabado demorando más de lo previsto la presentación de los resultados de la investigación.
Varias son las preguntas a las que hemos tratado de dar respuesta. En primer lugar, una bien simple, nada original, mas paradójicamente novedosa, quizá por estar abocada sin remisión al fracaso: ¿cuántos bandidos moriscos hubo en Valencia? Acaso la razón de que los historiadores no se la hayan planteado antes, contentándose con los testimonios oficiales de que eran «muchos»: una plaga ubicua y pertinaz, sea haber comprendido que contestarla es una quimera, no solo por la naturaleza dolorosamente fragmentaria e incompleta de las fuentes disponibles, sino también por la ambigua definición jurídica de esta figura delictiva, que daba a las autoridades de la época una muy amplia facultad de decisión acerca de quiénes eran o no bandoleros y debían ser punidos como tales. Considerando estos obstáculos, las cifras que aquí ofrecemos son, como no podía ser de otro modo, meramente aproximativas. A pesar de la insistencia de las más altas magistraturas del reino en reclamar para sí la resolución de los crímenes cometidos en camino real o con armas prohibidas a los nuevos convertidos, es obvio –y a lo largo del texto tendrá ocasión el lector de comprobarlo– que numerosos delitos de este tipo fueron investigados y sancionados por tribunales penales ordinarios, ya de realengo, ya de señorío, de cuyos registros judiciales, lamentablemente, apenas se conservan vestigios. Quiere ello decir que por valiosos e indispensables que sean para nuestros fines –y ciertamente lo son– los fondos documentales de la Real Audiencia, las gobernaciones y otras instituciones forales y por sistemática y minuciosa que haya sido nuestra búsqueda de datos, solo tenemos constancia, en el mejor de los casos, de una parte de las acciones criminales atribuidas a los delincuentes moriscos reputados de salteadores o asimilados a estos en virtud de las circunstancias concurrentes (por ejemplo, las antedichas de perpetrar robos o agresiones en vía real o estar en posesión de armas vedadas). A la inversa, de no pocos reos calificados como bandidos en listas oficiales no hay más información que sus nombres anotados en pregones o pragmáticas, sin que conozcamos los motivos que llevaron a inscribirlos, por lo que no hay certeza de que en verdad lo fuesen. Con todo, el sesgo al alza que pueda introducir este factor es incomparablemente menor que la pérdida del material emanado de los tribunales de justicia locales, de manera que la impresión final es que la imagen de conjunto que con muchos apuros y cautelas hemos logrado componer y reducir a números, porcentajes y tendencias representa porciones, segmentos más o menos significativos, de una realidad mucho más vasta, rica y dramática.
Pero contar bandidos también rinde beneficios. Si, como sostienen los expertos en historia de la criminalidad y de la desviación social, contar es solo un inicio –uno de los posibles– del proceso de estudio, la enumeración e identificación de malhechores nos ha permitido responder con mayor precisión a otras dos cuestiones que sí habían sido ya objeto de investigación: dónde y cuándo. ¿Dónde atacaron las bandas armadas moriscas?, ¿cuáles fueron sus escenarios predilectos?, ¿de dónde procedían?, ¿dónde hallaron refugio? Las distintas respuestas a cada uno de tales interrogantes y las diversas relaciones entre estas nos han llevado a examinar bajo un nuevo prisma un arraigado tópico historiográfico: el de la montaña como cuna y santuario del bandidaje, más aún si cabe del morisco que del veterocristiano, habida cuenta de lo vigente que durante décadas ha estado la idea de que los nuevos convertidos habitaban las zonas agrestes del interior del reino de Valencia y los cristianos viejos las llanuras litorales. Otro tanto puede decirse del «cuándo»: cuándo se convirtió el bandolerismo morisco valenciano en una amenaza tan seria que se hizo necesario adoptar medidas específicas para combatirlo; en qué coyunturas alcanzó sus cimas más alarmantes; cuándo declinó o perdió fuelle –si es que lo hizo–, por efecto de la política represiva de la corona; y si, como afirman los clásicos, empezando por Braudel y Reglà, solo la expulsión puso fin al problema. El resultado combinado de las indagaciones sobre cuántos y cuándo es un ensayo de reconstrucción de la evolución histórica del bandolerismo morisco valenciano desde su eclosión como fenómeno conflictivo relevante, iniciado ya el reinado de Felipe II, hasta 1609, con el que nos proponemos ilustrar y en la medida de lo posible explicar las sucesivas fases de este, así como la incidencia de las diferentes estrategias empleadas para contener las depredaciones de las cuadrillas. Por supuesto, nos habría gustado prolongar nuestro análisis más allá de la expulsión, pero, por desgracia, con excepción de unas pocas noticias sobre la presencia de proscritos en la Muela de Cortes y sus alrededores, la búsqueda de fuentes sobre la permanencia y actividad delictiva de bandidos moriscos en Valencia ha sido infructuosa (y doblemente frustrante, pues consta en los archivos que sí se instaron procesos penales contra estos).
Una de las principales aportaciones de este libro tiene que ver con el estudio del «cómo», terra incognita
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