Cuando estalla la rebelión en diciembre de 1568, los monfíes están listos para saltar a escena. Según el relato de Mármol, que Vincent da por bueno, Gonzalo el Seniz, forajido de larga trayectoria, reúne una tropa de doscientos o trescientos bandoleros, que se integra con naturalidad en la lucha. Tan es así que hasta el final de la contienda, el 1 de noviembre de 1570, solo habrá bandidaje en los confines del reino de Granada. Decretada la deportación de los moriscos tras la derrota, el fenómeno adquiere una nueva y desesperada fisonomía: los monfíes ya no pueden contar con el auxilio de la población, la región está en ruinas y se hace difícil eludir a los soldados que vigilan las montañas. Con todo, algunas cuadrillas continúan asolando el territorio durante años. Vincent menciona el saqueo de Jubrique en 1572 por Antonio el Manco al frente de 300 hombres, pero el caso es excepcional; por lo común, las bandas no alcanzan la veintena de miembros. 53
A partir de 1577 el bandolerismo morisco entra en declive en Andalucía oriental por efecto de la política de reducción negociada y del traslado a Castilla y Andalucía occidental de los grupos armados que se resisten a entregarse. El monfí –afirma Vincent– es ya un «producto de exportación». No obstante, y paradójicamente, el mal se disemina por áreas hasta entonces no contaminadas –como constata Halperin para esas fechas–, una vez más favorecido por la aparente lenidad de los señores. Al fin, únicamente la expulsión conseguirá acabar con el problema por completo. Los bandidos moriscos, «vengadores de una minoría oprimida», solo desaparecen cuando esta sale desterrada de España. 54
En su siguiente aproximación al tema, dada a la imprenta en 1989 bajo el título de «Retour sur les monfíes grenadins», Vincent revisa la cronología y la geografía del asunto. Si en su primer trabajo examina los años 1492-1515 y 1560-1580, ahora centra la atención en el periodo intermedio: 1515-1560, para afirmar que el bandolerismo monfí fue insaciable y se renovó sin cesar. Por lo que atañe a la geografía, se ratifica en la tesis de que la montaña es el hábitat por antonomasia del bandido, pero a renglón seguido aclara que valles como el de Lecrín reunían todas las características para convertirse en eje de actividad fundamental de los monfíes: lugar de paso obligado para mercaderes y viajeros, población morisca mayoritaria y siempre dispuesta a prestar ayuda y cercanía del mar para embarcarse allende, lo que matiza la clásica tesis braudeliana. 55
Al elevar sus conclusiones, Vincent se muestra un punto más rotundo que en 1981. Como los motivos de malestar no dejan de acumularse, no hay comunidad morisca en la que, a poco que las circunstancias acompañen, no emerja un nuevo monfí con el auxilio de sus correligionarios. De ahí que los legisladores sean tan severos con los encubridores. En resumen, los monfíes granadinos se alejan del modelo del «bandido social» sin horizontes. Se hallan, por el contrario, como lo están también los corsarios berberiscos, en el mismo corazón del conflicto entre cristianos y criptomusulmanes, de tal manera que puede sostenerse que la guerra iniciada en 1482 para la conquista de Granada no culminó verdaderamente hasta un siglo más tarde, obligando a la monarquía española a desplegar y mantener «un dispositif ample et coûteux et pourtant insuffisant et inefficace». 56
En «El peligro morisco», estudio de 1991 recopilado luego en su libro El río morisco , Vincent se reafirma en sus convicciones. 57«Manifestación estridente de la yihad » es, a su juicio, el corso berberisco-morisco (distinto de la piratería y del corso legal), 58en el que los moriscos emigrados al norte de África hartos de soportar el yugo cristiano sirven de informantes y exploradores de las expediciones de saqueo y captura de cristianos que, a razón de una por año al menos, hostigan las costas de Andalucía y Valencia. No es menor la violencia en el interior. Quienes catalizan aquí la resistencia y mantienen en jaque a las autoridades cristianas son los monfíes, organizados en bandas más o menos numerosas, que para los musulmanes andaluces, valencianos o aragoneses son «guerreros de la fe». Asaltan –como ya tiene dicho– a mercaderes y eclesiásticos, pero también a miembros de los tribunales. Pese a las disposiciones promulgadas contra ellos, es obvio que no dejan de representar un peligro para el Estado. Y remacha: «de las bandas de monfíes a la revuelta no hay más que un paso», como demuestra el liderazgo de salteadores como Gonzalo el Seniz o el Partal de Narila en el levantamiento de las Alpujarras de 1568. Los bandidos moriscos son, en suma, líderes en potencia (y a veces en acto, podría añadirse parafraseando a Reglà) de movimientos de gran amplitud, abanderados de la frontera interior, estandartes de la quinta columna. 59
1Eric Hobsbawm: Bandidos , Barcelona, 2001, pp. 23-24. También reconoce el fundamental magisterio de Braudel Anton Blok en su conocida crítica a los postulados de Hobsbawm: «The Peasant and the Brigand: Social Banditry Reconsidered», en Comparative Studies in Society and History , 14, 4, 1972, pp. 495-504, recopilado y revisado en A. Blok: Honour and Violence , Oxford, 2001, pp. 14-28, en concreto, p. 22.
2Joan Reglà: Estudios sobre los moriscos , Valencia, 1971, p. 10.
3Xavier Torres i Sans: «El bandolerismo mediterráneo: una visión comparativa (siglos XVI-XVII)», en Ernest Belenguer Cebrià (coord.): Felipe II y el Mediterráneo , vol. II, Los grupos sociales , Madrid, 1999, p. 399.
4Fernand Braudel: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II , México, 2.ª ed., 1976, vol. II, p. 117.
5Ibíd., II, 126. Xavier Torres señala certeramente que Braudel no considera esta guerra social como una manifestación de la lucha de clases, sino más bien un antagonismo de cuño stendhaliano (Torres, op. cit. , p. 401).
6F. Braudel, op. cit. , II, pp. 128-131.
7Ibíd., II, p. 126.
8Ibíd., II, pp. 131-133.
9Ibíd., I, pp. 46-47, II, p. 123.
10Ibíd., II, p. 134.
11Rafael Benítez Sánchez-Blanco: «Granada y Valencia. ¿Uno o múltiples problemas moriscos?», en Manuel Barrios Aguilera y Ángel Galán Sánchez (eds.): La historia del reino de Granada a debate. Viejos y nuevos temas. Perspectivas de estudio , Málaga, 2004, pp. 49-63.
12F. Braudel, op. cit. , II, p. 179; R. Benítez, op. cit. , p. 50.
13Ibíd., pp. 50-51.
14Ibíd., pp. 55-57.
15F. Braudel: op. cit. , II, pp. 183-185.
16J. Reglà: El bandolerisme català del Barroc , Barcelona, 1966, pp. 19-20.
17Ibíd., p. 29.
18J. Reglà: Bandoleros, piratas y hugonotes en la Cataluña del siglo XVI , Pamplona, 2012, p. 65. Por razones bibliográficas citamos aquí la edición en castellano.
19Ibíd., pp. 89-93. Véase al respecto el prólogo de Pere Molas a dicha edición, p. XLVI.
20J. Reglà: El bandolerisme català… , p. 25.
21Ibíd., pp. 37-38, 45-47 y 187-188.
22Ibíd., pp. 32-35 y 85-97.
23J. Reglà: Bandoleros, piratas y hugonotes… , p. 25.
24J. Reglà: «La cuestión morisca y la coyuntura internacional en tiempos de Felipe II». Originalmente publicado en Estudios de Historia Moderna , Barcelona, III (1953), pp. 219-234, se incluyó luego en sus Estudios sobre los moriscos , pp. 139-157; véase en concreto p. 139.
25Agradecemos a Juan Francisco Pardo que haya puesto a nuestra disposición su trabajo «¿Emigrantes o conspiradores? Fugas, tramas y peligro morisco en el reino de Valencia (1525-1609)», todavía en prensa, donde, entre otras cosas, se aborda la evolución de esta idea.
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