26Julio Caro Baroja: Los moriscos del reino de Granada. Ensayo de historia social , Madrid, 2.ª edición, 1976, pp. 169-170 y 224-225.
27J. Reglà: Estudios sobre los moriscos , pp. 143-148.
28Sebastián García Martínez: «Bandolerismo, piratería y control de moriscos en Valencia durante el reinado de Felipe II», Estudis , 1 (1972), pp. 85-167. Junto con otros suyos, este trabajo se ha reeditado bajo un nuevo título: El País Valencià modern: societat, política i cultura a l’època dels Àustria , Catarroja, 2006. En estas páginas empleamos como referencia la publicación de su tesis doctoral patrocinada por el Ayuntamiento de Villena: Valencia bajo Carlos II. Bandolerismo, reivindicaciones agrarias y servicios a la monarquía , Valencia, 1991, donde se incluye la versión corregida de 1977.
29Es este un factor ya mencionado por Reglà (véase Bandoleros, piratas y hugonotes …, p. 82), pero al que García Martínez presta mayor atención.
30Ibíd., pp. 23 y 32-33.
31Ibíd., pp. 24-25.
32Ibíd., p. 33.
33Ibíd., p. 42.
34Ibíd., pp. 26-27.
35Ibíd., pp. 27-28.
36Ibíd., pp. 28-31.
37Tulio Halperin Donghi: «Un conflicto nacional: moriscos y cristianos viejos en Valencia», Cuadernos de Historia de España , Buenos Aires, XXIII-XXIV (1955), pp. 5-115 y XXV-XXVI (1957), pp. 83-250. Aquí empleamos la edición de la Universitat de València de 2008, p. 145.
38S. García Martínez, op. cit. , p. 75. La conspiración, sin embargo, ocurrió probablemente un lustro antes. Cf. Jorge Antonio Catalá Sanz y Sergio Urzainqui Sánchez: La conjura morisca de 1570: la tentativa de alzamiento en Valencia , Valencia, 2009, pp. 15-19.
39Informe del doctor Liébana, comisionado por el Consejo de Estado, citado por T. Halperin Donghi, op. cit. , p. 146, nota 62.
40S. García Martínez, op. cit. , pp. 77-78.
41También Colás y Salas creen que el bandolerismo aragonés mostró su rostro más audaz en los años centrales de los años ochenta del siglo XVI. Gregorio Colás Latorre y José Antonio Salas Auséns: Aragón en el siglo XVI. Alteraciones sociales y conflictos políticos , Zaragoza, 1982, pp. 153-395.
42S. García Martínez, op. cit. , pp. 82-100.
43Ibíd., pp. 113 y 120.
44Ibíd., pp. 126-130.
45T. Halperin Donghi, op. cit. , p. 73.
46S. García Martínez, op. cit. , pp. 126-127 (nota 401).
47T. Halperin Donghi, op. cit. , p. 192.
48J. Caro Baroja, op. cit. , pp. 166-167.
49Ibíd., pp. 168-172.
50Bernard Vincent: «El bandolerismo morisco en Andalucía (siglo XVI)», Awraq , IV (1981), pp. 167-178. Este trabajo se integró luego en la recopilación Minorías y marginados en la España del siglo XVI , Granada, 1987, pp. 172-197.
51Ibíd., pp. 174-177.
52Ibíd., pp. 178-181.
53Ibíd., pp. 182-186.
54Ibíd., pp. 188-189 y196-197.
55B. Vincent: «Retour sur les monfíes granadins», en J. A. Martínez Comeche (ed.): El bandolero y su imagen en el Siglo de Oro , Madrid, 1989, pp. 31-37.
56Ibíd., p. 37.
57B. Vincent: El río morisco , Valencia, 2006, pp. 65-74.
58B. Vincent: «Un exemple de course barbaresco-morisque: l ’attaque de Cuevas de Almanzora (1573)», Pedralbes , 1 (1981), pp. 7-20; «Les corsaires en Andalousie orientale au XVI esiècle», en Homenatge al doctor Sebastià García Martínez , Valencia, 1988, I, pp. 355-362.
59B. Vincent: El río morisco , pp. 70-74. Estas mismas ideas han sido defendidas por otros historiadores. Joaquín Gil Sanjuán destaca que entre las causas de la sublevación ha de incluirse el aumento del bandidaje morisco en los años previos. Véase su trabajo «Moriscos, turcos y monfíes en Andalucía mediterránea», Baética. Estudios de Arte, Geografía e Historia , 2-II (1979), p. 147. Por su parte, Valeriano Sánchez Ramos ha subrayado que sin la presión de los monfíes muchos pueblos de las Alpujarras no se habrían sumado a la rebelión. (Véase de este autor «La guerra dentro de la guerra: los bandos moriscos en el alzamiento de las Alpujarras», en VII Simposio Internacional de Mudejarismo , Teruel, 1999, p. 511).
Un enfoque alternativo
CRÍTICAS, DUDAS, CONTRADICCIONES
A pesar de la enorme influencia que ha tenido, o precisamente por ello, el modelo explicativo del bandolerismo mediterráneo del Quinientos de Braudel ha sido objeto de críticas sustanciales. Algo similar ha ocurrido con el de Reglà para el caso catalán en los siglos XVI y XVII, que tanto se inspiró en aquel. Piedra angular de ambos planteamientos, la correlación entre miseria y bandidaje ha sido ampliamente cuestionada. La tesis de que el problema se extendió como resultado de la desconexión entre población y recursos económicos no viene avalada –observa Xavier Torres– por la comparación entre la evolución demográfica general y la cronología particular del bandolerismo en Cataluña. Por el contrario, hay bastantes indicios de que los bandidos proliferaron igualmente en coyunturas de baja presión demográfica, como las primeras décadas del siglo XVI, y que su número se redujo, en vez de remontar, cuando la población volvió a crecer con fuerza, como sucedió a finales del siglo XVII. 1En realidad, a la proposición de que la pobreza fue origen y motor del bandidaje le es perfectamente aplicable la objeción de Maurice Aymard al modelo del bandolerismo «social» de Hobsbawm: «nel migliore dei casi, non ha costituito che un polo, fragile e passeggero, del fenomeno». 2
Tampoco ha quedado bien parada la forzada oposición entre montaña y llano. Más que origen, la montaña es refugio de bandidos –aduce Pierre Vilar en su Catalunya dins l’Espanya moderna– , 3y, en efecto, en su detallada cartografía del bandolerismo catalán Torres demuestra que este brotó por todas partes:
Tant pel seu àmbit de reclutament com pel seu radi de difusió el bandolerisme català del Barroc no ha coincidit amb els marges de la Catalunya pirinenca […] En els segles XVI i XVII, però, les bandositats, els bandolers, han proliferat tant al pla com a les muntanyes; […] tant en la Catalunya de masos i emfiteutes relativament benestants, […] com en la Catalunya pobra, «garbera» o jornalera de Ponent; tant, en fi, entre la Catalunya pregonament senyorialitzada, […] com en aquella altra de forta implantació de la jurisdicció reial.
No se puede seguir sosteniendo, en conclusión, que el bandolerismo fuese siempre, ni siquiera las más de las veces, consecuencia de la plenitud demográfica de la montaña desbordándose por las llanuras, lo que no obsta para ponderar su función como santuario o vía de escape de las cuadrillas, sobre todo cuando la montaña delimitaba la frontera entre reinos. 4
Lejos de nutrirse de la miseria, de los pobres y oprimidos, el bandolerismo, no ya en Cataluña, sino en toda la Corona de Aragón, se alimentó de la opulencia, de los ricos y poderosos. Tal es la visión alternativa que propone Torres, no enteramente antagónica a la de Braudel y Reglà, pues también ellos toman en consideración las raíces faccionales y la colusión entre nobles y bandidos en la génesis y el desarrollo del fenómeno. La diferencia fundamental estriba en el peso específico que unos y otro atribuyen a este factor. A juicio de Torres, la guerra privada entre señores es el primum mobile o primus agens : de ella trae causa el bandolerismo e incluso el salteamiento de caminos en concreto; de las banderías feudales que en cada reino arrastraban tras de sí a las familias principales y sus adyacentes, entre los que figuraban lacayos y grupos de gente facinerosa. Sin el amparo de los grandes títulos –y cita Torres a James Casey: «de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias», que empleaban la violencia, y por ende a los forajidos, para consolidar su posición de poder en la comunidad–, el bandolerismo no habría alcanzado la dimensión que llegó a tener en los siglos XVI y XVII. 5Pero no se trata solo de señores feudales.
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