«En Las videntes. Imágenes en la era de la predicción (Arcadia), José Luis Marzo lleva a cabo una reconstrucción de la genealogía que une el santuario de Delfos con las actuales tecnologías algorítmicas, a través de la progresiva transformación de las artes adivinatorias en las ciencias de la meteorología o los datos masivos: “De toda esa trama visual de métodos auspiciales surgieron casi todas las ramas de las ciencias: formales, naturales, humanas, sociales y aplicadas”. La metamorfosis se resume en una cita del crítico de arte y curador Anselm Franke, reproducida por Marzo: “El animismo había dotado a las cosas de alma; el industrialismo convierte las almas en cosas”. ¿Y qué hace el nuevo digitalismo? Proponer una síntesis a partir de la tesis y la antítesis: devolver algunas características del alma, del espíritu, a las cosas que más nos importan. Nuestros dispositivos.» JORGE CARRIÓN, La Vanguardia , octubre de 2021.
JORGE LUIS MARZO (Barcelona, 1964) es profesor titular de Iconografía y Comunicación en BAU Centro Universitario de Diseño de Barcelona, en donde también es coordinador del Grupo de Investigación en Diseño y Transformación Social (GREDITS).
Como historiador del arte ha contribuido a la renovación de los estudios sobre arte moderno y contemporáneo en España, siendo coautor del libro Arte en España 1939-2015. Ideas, prácticas, políticas (2015).
Una parte importante de sus investigaciones se ha centrado en las políticas de la imagen y en los regímenes de verdad, en formatos tanto expositivos, audiovisuales o editoriales. Los más recientes son: Fantasma’77. Iconoclastia española (2020); Iconografía post-millennial (2019); After Post-Truth (2019); La competencia de lo falso. Una historia del fake (2018); Espectros (2017); Fake. No es verdad, no es mentira (2016).
LAS VIDENTES
Imágenes en la era de la predicción
Jorge Luis Marzo
ARCADIA
Con el apoyo de
y de la associación
Edición digital: diciembre de 2021
Primera edición: marzo de 2021
© 2021, Jorge Luis Marzo Pérez, por los textos
© 2021, Telesforo Marzo, por la imagen
© 2021, ATMARCADIA SL, por la presente edición
Muntaner, 3 1r 1a
08011 – Barcelona
www.arcadia-editorial.com
Diseño de la cubierta: Víctor García Tur
Composición: LolaBooks
Producción del ePub: booqlab
ISBN: 978-84-123731-7-2
No se permite la reproducción total o parcial de esta publicación a través de cualquier medio, en cualquier lengua, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) gestiona cualquier uso secundario de la presente publicación: www.conlicencia.com
Introducción INTRODUCCIÓN Los hermanos Marzo a mediados de los años setenta.
Las gafas de nadar
La bola de cristal
I De visiones. Cuando la vida es magia
Las huellas
La Pitia
Las cosas se animan
Momo
El granicero
Almanaques
Urania
El obispo
II De mediciones. Donde el mundo es regla
Ojos de sapo
Un lenguaje universal
El gesto
Física social
Lombroso y la imagen de lo anormal
¿Por qué extirparnos los datos?
Charcot y las desviadas
El amor
Galton. La vida como medio
La longitud del miembro
Bertillon y el retrato robot
Quetelet o la invención de la obesidad
Duchenne. La sonrisa que te traiciona
III De saberes. O cómo delegamos lo que somos
El útero de peluche
Fueron titulares
Los enanitos
La Oficina de Adivinación
Por la cara
Alicia versus Vera
Cuando ellos descubren la humanidad
Unbekanntes Land
WGSN (Worth Global Style Network)
El fracaso
¿Sueñan las máquinas con Airbnb?
Commodity Report
Democracias neutras
El proyecto Wilson
Faustina
IV De memorias. Los pasados que no serán
Cesare Ripa: los catálogos
Son gatos, no perros
Morelli y la ausencia de subjetividad
Taxonomías
El mapa del tesoro
El ojo-máquina
Las placas
El canon
Laocoonte y sus hijos
Mr. Motorhead
El arte de la tendencia
Indemnización (Un texto de Arturo Fito Rodríguez)
Hulk y las hormigas
Epílogo
Los incalculados
Un reloj en rebeldía
Bibliografía
Agradecimientos
A Ignacio Petit
Y algún día habrá un aparato más completo. Lo pensado y lo sentido en la vida –o en los ratos de exposición– será como un alfabeto, con el cual la imagen seguirá comprendiendo todo (como nosotros, con las letras de un alfabeto podemos entender y componer todas las palabras). La vida será, pues, un depósito de la muerte. Pero aun entonces la imagen no estará viva; objetos esencialmente nuevos no existirán para ella. Conocerá todo lo que ha sentido o pensado, o las combinaciones ulteriores de lo que ha sentido o pensado.
ADOLFO BIOY CASARES,
La invención de Morel , 1940.
Los hermanos Marzo a mediados de los años setenta.
Cuando era chico, uno de los pasatiempos con los que más disfrutaba junto a mi hermano consistía en sentarnos en un banco de la calle y jugar a adivinar a qué se dedicaba la gente que pasaba por delante. Procedíamos de la siguiente manera: primero, nos poníamos de acuerdo en escoger a alguien. Nunca elegíamos a personas muy mayores o a chavales como nosotros. Tampoco a personas cuyas ocupaciones eran obvias, como transportistas, barrenderos o carteros. A menudo, uno u otro descartaba el objetivo propuesto por razones un tanto borrosas: acaso porque no nos inspiraban nada. Cuando habíamos acordado el personaje a escudriñar, nos quedábamos callados mientras lo seguíamos con nuestra atenta mirada. Al rato, comenzaban nuestros pronósticos. Discutíamos sobre la manera de vestir, sobre las prisas en el caminar, sobre el modo en que fumaba o se peinaba, sobre la calidad del maletín o el bolso, sobre la actitud que expresaba la mirada, cosas así. Nos sentíamos como detectives. A menudo, el uno felicitaba al otro por la sorpresa de algún argumento inesperado, pero también había veces que nos burlábamos de ideas que nos parecían una solemne tontería.
Este es oficinista del Banesto, tiene tres hijas y veranea en Salou. Esta es profesora, está divorciada y hace mucho deporte. Este es tonto y le duele la espalda. Esta es muy guapa y debe de ser importante. Este era el tipo de dictámenes. Nos parecía que un andar lento era síntoma de desidia o desdén; que sostener el bolso en el interior del codo, a diferencia de sostenerlo con la mano, era un indicio de poder y dinero; que los bajos de un pantalón sin dobladillo eran propios de un currante de obra; que llevar gafas de sol por la tarde era un signo de estupidez. Cuando los dos coincidíamos en el diagnóstico, chocábamos las palmas de las manos, como hacen en los partidos de baloncesto.
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