AAVV - Aproximaciones de contexto al castillo palacio de Alaquàs

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Aproximaciones de contexto al castillo palacio de Alaquàs: краткое содержание, описание и аннотация

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El castillo-palacio de Alaquàs es una de las obras más destacadas de la arquitectura renacentista valenciana. En el centenario de su declaración como Bien de Interés Cultural (1918), este libro acoge una serie de estudios sobre algunos de los aspectos históricos, culturales, arquitectónicos y artísticos que enmarcan y establecen la singularidad de este inmueble. El volumen aborda los rasgos que caracterizaron la nobleza valenciana durante la Edad Moderna, el bandolerismo que se ejerció en sus señoríos, el ambiente cultural al que tuvo acceso y en el que ocasionalmente contribuyó, con especial atención al humanismo y el erasmismo, así como a las casas señoriales: hogares, sedes de administración y símbolos de poder de la nobleza.

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«En este reino de Valencia [h]ay señores y varones que biven con sus estados, y otros cavalleros con rentas de censales, y otros donzeles y generosos con ricos heredamientos y labranças. En Roma, los nobles romanos reputan la agricultura y ganados por muy digno exercicio, por ser honesto, antiguo y muy necesario, y aborrescen por muy vil la mercadería, tanto que, en Nápoles, antes perescerán de hambre que den su hija por muger a un mercader rico. En Alemania biven de señoríos, de tierras y vasallos. En Francia, en castillos y tierras propias, y no curan de bivir en ciudades y aborrescen la mercadería. En Bretaña et Inglaterra eligen por mejor la vida de la aldea y rústica, y tratar de vender la lana de sus ganados. En Grecia todos sirven al rey. En Egipto y Siria, los nobles mandan y son señores; todos los sirven y obedescen. Solamente queda Venecia y Génova, que tratan de mercadería» 108.

Estas diferencias –y algunas otras más– constituían la «semilla de la discordia» en el seno de la solidaridad, de la concordia y del espíritu de cuerpo que asimismo debía reinar entre los nobles, porque, por paradójico que pueda parecer, la emulación y la afinidad habían sido tradicionalmente los vectores indisolubles de la ética nobiliaria. A la hora de estudiar el común fundamento de la nobleza podemos incurrir con cierta facilidad en una especie de espiral falaz, ya que siempre hallaremos autores y textos que asignaron el papel cimentador a alguno de estos tres elementos de la identidad nobiliaria: la hidalguía, la nobleza o la caballería. No quisiera extenderme en exceso sobre la cuestión, máxime cuando hay tantos, tan excelentes y tan recientes estudios sobre la materia 109. Debo señalar, no obstante, que nuestro Viciana, en esto, como en tantos otros extremos de su obra, pretendió «nadar y guardar la ropa», de modo que, según el texto o fragmento que escojamos detectaremos, dentro de una línea de pensamiento bastante tópica, un mayor énfasis en la «raza» y el linaje 110, en la virtud y el mérito 111, o en las armas y las batallas 112.

Hijo de una etapa muy concreta de un siglo que no alcanzó a ver finalizado, Martí de Viciana no se sintió interpelado por fenómenos algo tardíos como el debate sobre la hidalguía –es decir la nobleza de «sangre y solar conocido»– o la «inflación de honores», de modo que, más bien, insistió, y hasta porfió, en el linaje y en el ejercicio de las armas como clave de la nobilitas . La virtud o el mérito podían procurar distinción, recompensas y privilegios, pero la verdadera nobleza no podía ser, como el buen vino, sino producto de una «buena crianza», es decir, de una decantación generacional. No en vano el hidalgo , la versión más genuina y redonda de la nobleza , mucho más que a la figura del «padre» –el fundador del linaje– representa a la del «hijo»: el hijodalgo . Dice así el cronista:

«Hidalguía viene a los hombres por linaje; por ende, los que la heredan no la dañen ni mengüen, porque heredan lo que muchos dessean començar. Y no deve hidalgo abatirse a casar con villana, ni hazer cosas baxas, ni de menos valer. Hidalgo propiamente se llama el que desciende de padre, agüelo y bisagüelo, que es quarto grado, de limpia sangre, de nobles y ricos padres. Noble es hijo de padre y madre hidalgos, y la hidalguía será tanto más crecida cuanto fuere de antig[u]o linaje. Cavalleros se han de escoger de buen linaje y padres, hasta en quarto grado de hombres de bien. Assí que, en España, primero hubo hidalgos que cavalleros. En Castilla llaman hijosdalgo, en Aragón, infançones y en Valencia, donzeles, pero todos son de un mismo quilate porque en todos dezimos que son de solar conoscido, y que tienen devisa, y que proceden de los que con los reyes conquistaron y recobraron España de poder de los agarenos, a los quales los reyes heredaron de castillos, tierra y heredamientos …» 113. «Hijodalgo o noble no puede renunciar el derecho de hidalguía o nobleza en perjuizio de sus hijos y nietos, ni de su misma nobleza, por pechar, porque más vale la virtud y potencia de la expressa nobleza, que el consentir ser pechero» 114. «Los hidalgos y nobles de sangre antigua que heredaron sangre noble y armas, pueden traher armas y no han de sufrir ni permitir que traiga sus armas otro del reino… Los bastardos han de traher las armas con alguna diferencia de los legítimos. Los vasallos assienten sus armas debaxo de las de sus señores por mostrar subgección y reverencia … El que de nuevo toma armas, por ser el que levanta su linage, advierta las armas de sus deudos, o el nombre de su naturalesa, o su apellido, o a su principio, porque las armas han de venir por algún respecto» 115. «En España, quando alguno, por haver enriquescido o fortuna prosperarle, se quería armas caballero, supplicava al rey que le diesse privilegio…» 116.

Retengamos lo mollar de estas premisas. Hidalguía es el nombre que recibe en España el honor o la dignidad militar que se transmite a través de la sangre. No entra Viciana –como dos siglos después hará Madramany– en simulaciones comparativas con la llamada Pragmática o Ley de Córdoba (30-V-1492) 117, ni distingue cómo resolver situaciones relativamente comunes en Castilla, como el amparo de posesión o el juicio petitorio. Muy diáfanamente sanciona que hidalgo es aquel que prueba ser, como poco, bisnieto de hidalgo por alguna de las dos ramas, paterna o materna, de la familia. Si la condición hidalga fuera notoria en ambas ramas de la familia, la cuarta generación o «grado» recibiría el tratamiento de noble . Aunque uno de los grandes privilegios –a la par que elemento de prueba– de la hidalguía fuera la exención de pechos, cargas impositivas y arbitrios, puesto que la renuncia al propio derecho por parte de los individuos no dejaba ninguna huella sobre el linaje, ni lo perturba o lo mancha, la satisfacción de impuestos por algún antepasado no aniquilaba el fuero ni la condición hidalga de sus descendientes 118. Según Viciana, en el reino de Valencia, debía distinguirse entre el donzell –es decir, hidalgo propiamente dicho– el noble y el cavaller . Solo el rey armaba caballeros 119. Su decisión podía favorecer a un hidalgo o a un noble, pero también a un plebeyo. Así pues, la caballería podía ser –y era, según nuestro cronista– una de las dos vías de promoción social y ennoblecimiento 120, es decir, de establecimiento de futuros linajes hidalgos. La graduación era absolutamente clara: el cavaller recibe su investidura del monarca y, si no lo fuera ya, puede ser fundador de un nuevo linaje de hidalgos; el donzell es un hidalgo de linaje militar por dos de sus costados; el noble , por último, es hidalgo por los cuatro costados y se halla, por tanto, en la cúspide de la jerarquía militar.

Entre lo jurídico y lo social: las cortesías como evidencia y como indicio

Ocasión tendremos de comprobar que esta clasificación nobiliaria, sencilla y de retórica igualitaria, era algo más compleja de lo que en principio pudiera parecer. Si dejamos de lado la cuestión de la hidalguía –peliaguda, como más adelante analizaremos– la línea divisoria fundamental dentro del estamento militar valenciano era la que separaba a los nobles propiamente dichos y a los caballeros o cavallers 121. En principio, ambas figuras podían ser titulares de señoríos y herederos-titulares de cualquier tipo de vínculo 122. Sin embargo, solo los nobles se hallaban en la disposición óptima para ser promocionados a la condición de titulados 123. Los nobles se hallaban dentro del ascensor que conducía desde la planta baja al primer piso de la aristocracia. Pero la cabina tenía que cerrar sus puertas y elevarse 124. El tratamiento formal que recibían nobles y cavallers era muy distinto. A los primeros se les anteponía sistemáticamente la palabra « don », mientras que los segundos recibían el tratamiento de « mossèn », de igual modo – por añadir un elemento más de comparación– que a los plebeyos se les identificaba con un « en ». Por lo general, a don , mossèn , y también a en , se le solía anteponer alguna otra distinción de cortesía. A finales del XVI, p. e., el señor de Olocau era el noble don Joan de Vilaragut 125. En 1511, el señor de Alcalà era el magnífic mossèn Joan Guillem Català 126. Por su parte, el universalmente considerado «padre» de la Germanía de Valencia, el pelaire Joan Llorens hubiera sido llamado el honorable en Joan Llorens o el honorable mestre Joan Llorens.

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