—Qué remedio… —dijo Raúl entre dientes—. Oye, Kino, hay otra cosa sobre la que te quería hablar.
—Dime.
—¿Has hablado con alguien de este proyecto?
—¿Quieres decir además de los directivos de Sony con los que me voy de copas todos los jueves? —Raúl no contestó—. No, no se lo he dicho a nadie. Aunque la verdad es que, ahora que lo dices, sí que me han preguntado.
—¿Cuando yo pregunte que quién ha preguntado me vas a decir «el que tengo aquí colgado»? —preguntó Raúl cansinamente.
—No —contestó Kino con una sonrisa y apuntándose mentalmente aquella treta para más adelante—, no, lo digo en serio. Me han preguntado que si tenemos un proyecto nuevo en Industrias Lázaro.
—¿Y tú qué les dijiste?
—Pues que yo no trabajaba aquí.
—Bien.
—Aunque no coló. Sabía que venía aquí todos los viernes.
—Mierda. Pero… ¿de quién me estás hablando?
—Del Jefe. Bueno, el jefe en 5 Minutos , Agustín Ortega.
—¿Ortega? —preguntó extrañado Raúl—. Qué raro… ¿Y qué le dijiste?
—Pues nada. Le contesté con evasivas, pero al final me terminó pillando al ver mis reacciones cuando empezamos a hablar de temas de confidencialidad.
—Umm, o sea, que le confirmaste lo que ya sabía.
—Pues, supongo.
—Vale, no pasa nada. Ortega no tiene ni idea.
—¿De qué?
—De nada. Es una persona bastante básica, y lo único que le importa es conseguir beneficio.
—¿Está en la Junta de Accionistas?
—Sí, pero solo de adorno. Siempre he tenido la sospecha de que las acciones suscritas a él pertenecen en realidad a alguien más. Es decir, que quien le controla intenta conseguir más control sobre Industrias Lázaro por medio de él.
—¿En qué te basas para decir eso?
—Conozco a Ortega. Mucha ambición, pero poca visión. En la Junta de antes de Navidades, gracias a nuestro brillante departamento de contabilidad, fuimos capaces de apaciguar a los tiburones como él que exigían dividendos al presentarles nuestras Cuentas Anuales, por lo que me intriga que muestre interés ahora en nuestro proyecto estrella cuando sus beneficios ya están asegurados. Además, el grupo «Hush» no dispone de un patrimonio lo suficientemente grande como para cubrir su cuota de acciones.
—Vale, entiendo… No sabía que os anduvieseis con estos rollos de espionaje y sospecha. ¿Hay alguien de quien sospeches que controla a Ortega, alguien que ponga la pasta?
—Algún que otro nombre, pero nada tan seguro como para decantarme. De todas maneras, te tengo que pedir que te andes con cuidado con quién hablas y de qué.
—Descuida.
Raúl hizo una pequeña pausa, ya que la contestación de su hermano pequeño le había descuadrado. Por el tono en que la dijo más que nada, y es que por raro que pareciera, cuando Kino dijo «descuida», Raúl no reconoció ni una pizca de burla ni sorna en la voz de su hermano. Algo que no le pasaba en años.
—Em… bien. Eso, ándate con cuidado. Y ten una cosa presente. Si hay alguien por ahí que se pone en contacto contigo para preguntarte sobre la AF01 probablemente sea quien está detrás de esto.
—¿Y cómo lo sabes? —le preguntó Kino.
—Pues porque ya me avisaron de que esto podría pasar.
—Vaya… la trama se pone interesante —intervino Spiegel, que hasta ahora había estado escuchando en silencio.
—Interesante no, mujer —replicó Raúl recuperando su acento gallego que tan pocas veces salía a la luz—. Estresante. —Kino no entendió por qué Spiegel se rio tanto de lo que acababa de decir su hermano—. Bueno, os dejo, ya me contarás, Spiegel. Ten cuidado, Kino.
Y sin más, Raúl salió de la Caverna, muy feliz y satisfecho consigo mismo de haber compartido una referencia a una película que Spiegel había entendido y Kino no 1 . Las puertas metálicas se cerraron tras él mientras se desabrochaba su chaquetón de piel, y se dirigió en dirección a la habitación del montacargas, mientras las luces del pasillo se iban apagando tras él a medida que las pasaba de largo.
Una vez salió del montacargas a los pisos inferiores de la sede de Industrias Lázaro se dedicó a atravesar los pasillos de I+D lo más rápido que pudo, aunque procurando que tampoco lo pareciese. No le gustaba que sus empleados lo vieran en el ambiente de trabajo, ya que la mitad de ellos se acercaba para estrecharle la mano o hacerle innecesarios updates de sus tareas, y la otra mitad se lo quedaban mirando como si fuera alguien famoso o algo así («que lo eres», dijo una vocecita en su cabeza). En cualquier caso, estaba más que demostrado que su eficiencia disminuía cuando él se encontraba por esos lares, y ese era el motivo por el que solía citar a sus subordinados en su despacho. Menos a Spiegel.
Devolvió cordialmente todos los saludos que enviaron en su dirección y despachó de la manera más educada que pudo a todos aquellos que se le acercaban con ganas de charlar, y antes de que se diera cuenta, ya estaba en el ascensor que lo llevaría hasta el último piso. Hasta su despacho. La cabina se puso suavemente en marcha con su silencio habitual, y Raúl contempló la gris ciudad que se extendía bajo la puesta de sol mientras el ascensor ascendía y él pensaba en todos los asuntos que le turbaban.
Mucha gente le había llamado paranoico todas y cada una de las veces que había promovido el secretismo en las operaciones de Industrias Lázaro, pero es que como su padre bien le había dicho en tantas ocasiones, siempre había filtraciones. Siempre. Y Raúl no pretendía que las hubiese con el último proyecto de su padre, el que Ricardo había dicho que era el más importante de todos los que había llevado a cabo hasta la fecha. Y mira que habían sido unos cuantos.
Raúl pensaba que él sí era capaz de atisbar el potencial que una máquina como la «Ánima Fenestra» podía tener, aunque tampoco estaba plenamente seguro de comprenderlo en su totalidad. Mientras su comprensión fuese suficiente para conseguir sus objetivos, tampoco era que importase demasiado aquello.
Quizás si fuese capaz de comprender la auténtica magnitud del proyecto AF01 no le hubiese inquietado tanto lo que le acababa de contar su hermano, pero Raúl se temió desde el principio que ninguna otra persona que no fuese Ricardo Lázaro sería capaz de comprenderlo. Ni siquiera Spiegel, y aquello ya eran palabras mayores. Había que seguir trabajando para ver si aquello era cierto o no, pero tanto misterio y secretismo por parte de Ricardo les había dificultado, y todavía les dificultaba bastante, la tarea.
Hacía algo más de un año, cuando su padre se apartó definitivamente de la empresa pocos meses antes de morir, había ido a hablar con él a su despacho una mañana soleada para charlar de todo un poco. Aquella mañana su anciano padre parecía estar de bastante buen humor, ya que por fin había terminado de plasmar su memoria y su consciencia en la AF01. Aquella había sido una tarea extenuante tanto para él como para Spiegel, y ambos le habían dedicado muchísimas horas quedándose a trabajar hasta tarde la mayoría de los días durante los últimos meses. A Raúl le hubiese gustado ayudar, pero su desconocimiento en la materia se lo impidió. No obstante, fue desde que su padre y Spiegel comenzaron a trabajar en la máquina a tiempo completo cuando Raúl comenzó a cobrar auténtico protagonismo dentro de la empresa y a ejercer de pleno derecho como presidente de Industrias Lázaro en respuesta a las ausencias cada vez más habituales y definitivas de Ricardo.
Aquel día, después de contestar a todas las preguntas que su padre le hizo sobre cómo estaban su marido y sus hijos, terminaron hablando del futuro incierto de Industrias Lázaro. Algo que evidentemente derivó en hablar sobre la AF01. Aunque ahora que Raúl lo pensaba, mientras el ascensor seguía subiendo, por aquella época su padre todavía se refería al proyecto como MV3.0. Raúl sonrió imaginando el posible significado de aquellas siglas. Otro secreto que su padre se había llevado a la tumba.
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