Roís exigió la testificación de Nicolò Torrigliani, y esta introdujo un matiz en los argumentos del valenciano, sobre el que la otra parte construiría su defensa. En la declaración realizada por Torrigliani en mayo de 1456, este comerciante veneciano confirmaba que Iacopo Bonzio le había escrito para informarle de que enviaba brocados para entregar a Roís, pero solo en el caso de que el valenciano satisficiera un cambio de unos 800 o 900 ducados («li trametia certs brocats e qui lo dit en Martí Roiz no·y pagava lo dit cambi dels dits ducats que altramen rebuts [...] que no·ls hi donàs»). Al final, la versión de los venecianos, Venturelli y Torrigliani, incorporada al expediente muy tarde, en noviembre de 1456, fue bien distinta. Efectivamente, Iacopo Venzi (utilizan una grafía distinta) había recogido aquellas balas de cueros que Martí Roís había enviado desde Valencia, pero en tan mal estado que nunca consiguió venderlos. Por eso, Venzi recurrió en última instancia a permutarlos por brocados, más unos 800 ducados de compensación por la diferencia de precio, que giró sobre Valencia para que fueran pagados por Martí Roís a diferentes personas. Cuando la correspondencia y las letras de cambio llegaron a Valencia, Roís se negó a aceptar el trueque de mercancías y, menos aún, a reembolsar los cambios. Como resultado, Venzi dio orden a Torrigliani de no entregar los brocados que enviaba a Valencia si Martí Roís no pagaba previamente los cambios («al dit micer Nicholau Tholosani com aquell tingués exprés manament del dit Iacobo Vençi de no lliurar los dits brocats al dit en Martí Roiz»). Al afirmarse en su decisión, los venecianos consideraron que el valenciano había perdido todo derecho de propiedad sobre los brocados y, a lo largo de su declaración, negaron que la mercancía de aquel hubiera llegado a la playa de Valencia, y refutaron expresamente que alguno de ellos hubiera subido a la nave de Silvestro Polo, haber desatado la caja y borrado o modificado la señal de la compañía de Iacobo Venzi («en la dita nau ne fora de aquella fessen delligar la bala dels dits brocats ne·n fessen llevar la senyal de Iacobo Vençi ni possar-hi senyal de Anthonio de Viso»). Y se reafirmaron en ello: «que brocats alguns ab marcha o senyal del dit Iacobo Vençi sien venguts en poder dels dits micer Nicholau Tolosani e micer Bartholomeum Venturelli». Los cambios fueron negociados mediante la confección de otros recambios girados sobre otras plazas y el valor de la transacción ascendió a más de 1.500 florines.
A partir de entonces el pleito se complicó, lo que hizo que se prolongase al menos durante siete años, a pesar de la insistencia del lugarteniente real para que los jueces aceleraran las resoluciones de requerimientos y apelaciones. Se escribió a las autoridades de Venecia, de Barcelona y a mercaderes que podrían haber sido testigos de las transacciones de Venzi en Venecia, entre ellos algunos comerciantes catalanes: Gabriel Garcia, Guillem Climent o Antoni Font. Sin embargo, una epidemia había asolado durante el segundo semestre de 1456 la ciudad de la laguna, lo que provocó una elevada mortalidad y la huida de la población, incluyendo a aquellos que debían testificar en este pleito. Por ello, este se alargaría aún más tiempo, en un esfuerzo por rastrear el paradero de los testigos. En los primeros meses de 1457, la Corte del gobernador escribía a las autoridades napolitanas, posteriormente a las romanas, siguiendo su rastro. Pero, a finales de año, el procedimiento se corta bruscamente. 15
Aunque no hay constancia de cómo acabó el pleito, solo la demora durante siete años o más en la recuperación de semejante inversión, sumada a las pérdidas tenidas en los arrendamientos de esos años más los costes de la representación y defensa legales, describe un panorama un tanto preocupante en los primeros años de vida de la empresa de los herederos de Martí Roís. Además, otros pleitos de menor enjundia debían fomentar esa inquietud. Hacia las mismas fechas, una provisión real recoge las disputas mantenidas por los hermanos Roís por una compra de paños que su difunto padre había hecho en la botica del entonces también fallecido Francesc Palau y por los servicios profesionales que les había ofrecido el escribano Joan Sebastià. 16En esta ocasión, el pleito había sido tramitado en la Corte del Justicia Civil de la ciudad.
En aquellos años de cambios, la toma de decisiones no debía de ser fácil y recaía sobre los hombros del primogénito. Gonçal había vivido en Génova durante los últimos años de vida del padre, donde había dirigido la factoría instalada en la ciudad ligur. En el pleito mantenido con Venturelli se informa que, en principio, los cueros le habían sido enviados a él, residente en Venecia, pero no los recogió porque estaba ausente y fueron remitidos a Iacopo Venzi. Cuando este escribió para comunicar la transacción realizada envió una carta a Valencia a Martí Roís y otra «al dit en Gozalbo Roiz, fill de aquell, qui tenia llavors casa en Jénova». Por tanto, la empresa Roís había establecido hacia mitad de siglo una sucursal estable en la ciudad ligur, desde donde el hijo primogénito, actuando como factor, se trasladaba a las otras plazas importantes del norte de la península italiana y, en consecuencia, Gonçal se había mantenido lejos del mercado valenciano.
Gonçal regresaría a Valencia tras recibir noticias sobre el empeoramiento del estado de salud de su padre. Tras el óbito, tomó las riendas de los negocios y los hermanos menores pasaron a ocupar su puesto en la factoría genovesa. En un contrato de mayo de 1455, donde Escolà saldaba su deuda con los Roís por las pérdidas habidas en los arrendamientos de los impuestos, se citaba a Gonçal como presente en el acto de la escrituración y a sus dos hermanos, Gil y Martí, como ausentes. 17Y no sería hasta una década más tarde que se confirmaría el regreso de Gil a Valencia, no se sabe si temporal, pues estos comerciantes estaban siempre viajando entre las diferentes sucursales y factorías de la empresa. 18Mientras, Gonçal siguió tomando decisiones en nombre de los tres herederos varones; y para ello el notario Joan Erau redactó la procuración de diciembre de 1455 con la que los dos hermanos menores otorgaban capacidad de representación legal al primogénito.
La documentación real confirma la estancia de Gil Roís en 1459 en Génova. Entre febrero y agosto de aquel año, el recién entronizado monarca redactaba cuatro provisiones a favor de la compañía Roís, salvoconductos que les permitieran navegar por las aguas del golfo de León, peligrosas ante el creciente clima de hostilidad que se propagaba entre la Corona y la república de San Jorge. 19En la primera de ellas, Juan II se dirigía a Gil Roís en estos términos: «Com vós feel nostre en Gil Roiz, doncell mercader de la ciutat de València, per gran temps haiau aturat en la ciudat e ribera de Génova feent e tractant vostres mercaderies e actes mercantívols exercint, axí vivint lo senyor rey frare nostre [...]». Más adelante perfilaba mejor su actividad: «[...] ab los quals haveu contractat e negociat per vós, per vostre pare quondam e frares en la dita ciutat e ribera de Génova». Así, Gil residía en Génova, probablemente durante su período de formación profesional, secundando a su hermano mayor, y continuaría dirigiendo los destinos de la sucursal tras la instalación definitiva de aquel en Valencia; sucursal que era de unas dimensiones respetables para la época tal y como da a entender el salvoconducto real: «[...] donam licència, facultat e permís que vós e vostres factors e servidors e familiars fins en nombre de quatre persones [...] aturar, romandre, stare, habitar ab los vostres factors e servidors en la dita ciutat e ribera de Génova».
Además de los tres hermanos mencionados, propietarios de la nueva empresa, Martí Roís tuvo al menos otros tres hijos. El segundo descendiente fue probablemente una mujer, Gràcia, que según la mentalidad de la época no tenía papel alguno que cumplir en la empresa mercantil familiar. Debió de nacer hacia 1425. 20En 1447, el barón de Arenós, Jaume d’Aragó, vendió a Martí Roís un violario de 300 sueldos a pagar durante las vidas de sus hijos, Gonçal y Gràcia. 21Ella debía de tener entonces unos 20 años. A parte de ese contrato, la relación de Gràcia con la vida pública, reflejada en el paso por las mesas notariales, fue tangencial. Su función social y su destino eran otros, relacionados siempre con las alianzas matrimoniales y la promoción social de la familia. A tal fin, el padre había fijado un legado en sus últimas voluntades: «Primerament vull e man que les joyes axí de perles com de or e argent e arreus que na Gràcia, donzella filla mia, té e posseheix per servitut e arreus de aquella sien de aquella dita Gràcia e ab los presents codicils los hi do e leix». Además, el padre ampliaba el legado asegurándole la herencia de la tercera parte de «tot l’argent, or e perles que tendré e possehiré lo jorn de la mia fi axí dins casa mia com fora casa mia». No se menciona la cantidad porque el monto de la dote quedaba en manos del cabeza de familia, de los enlaces que pudiera conseguir y de las sumas que consiguiera negociar. También porque las dotes de estas hijas mayores se solían cubrir en parte tras la restitución de la dote materna. 22
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