Parece, entonces, que ese descorazonador escenario al que se refieren Braudel y Casey lo que está reflejando es un problema de escala. El contexto al que me acabo de referir coincidió con un proceso de especialización en la actividad mercantil que venía desarrollándose desde siglos anteriores. Un proceso cuya manifestación práctica parece que consistió en que los mercaderes y comerciantes italianos terminaron centrándose en los negocios aseguradores y cambiarios, mientras que los valencianos pasaron a controlar el comercio interno. Como señala David Igual, el régimen de relaciones comerciales configurado en los últimos siglos medievales a nivel europeo se basaba en una jerarquía dentro de la cual convivían áreas que «ocupaban un lugar económico preeminente» con otras «intermedias», las cuales, sin tener la relevancia de las anteriores, manifestaban una buena articulación «en su interior entre economía, política y fiscalidad». Y resulta que, en esa jerarquización, desempeñaba un papel explícito el radio del espacio de influencia que se asociaba a cada ciudad. 59Un símil tal vez ayude a encuadrar mejor lo que estoy diciendo. Igual, por ejemplo, que el tráfico naval mediterráneo se articulaba en torno a espacios geográficos reducidos, pues era la navegación de cabotaje la que predominaba, 60parece que los valencianos se dedicaron más durante los siglos XVI y XVII a negocios mercantiles y financieros de escala regional −de limitado abasto geográfico, podríamos decir, como si de un tipo de cabotaje se tratara− que a los de larga distancia.
Los contratos de arrendamiento del «dret del general del tall del drap» parecen confirmar esta visión. Tal y como he resumido en la tabla 3y en el gráfico 1, las personas que arrendaron el «dret del general del tall del drap» durante el siglo XVI procedieron mayoritariamente de la ciudad de Valencia. Solo en la comarca de Albaida, los avecindados en la capital del reino se vieron superados. En el resto, los vecinos de Valencia presentan el mayor porcentaje sobre el total de arrendatarios identificados. Todo lo cual, no nos extrañará demasiado si recordamos que la capital del reino absorbía la mayoría de los recursos y que controlaba el mercado lanero y de la carne. 61
TABLA 3 Arrendatarios del «tall del drap» (1502-1603). Procedencia geográfica
GRÁFICO 1 Arrendatarios del «tall del drap» (1502-1603). Procedencia geográfica, en %
No obstante, al analizar con detalle la procedencia geográfica de estas personas vemos un matiz interesante. Los vecinos de Valencia fueron el 60 % o más de los arrendatarios en nueve de las comarcas adscritas al «quarter» de Tramontana. Mientras que, en el «quarter» de Poniente, solo dos alcanzan o superan el 60 % de arrendatarios procedentes de la capital regnícola. Lo cual significa que en este último hubo una mayor presencia de vecinos de las poblaciones que actúan como cabecera de estas. Aunque este matiz, quizá, no sea tan llamativo como parece, ya que la concentración manufacturera de la ciudad de Valencia no impidió el crecimiento de otros centros productores en el reino. Así, Onteniente, gran centro textil, duplicó su número de molinos «drapers» entre 1400 y 1512; mientras que en Castellón, Segorbe, Alcira, Játiva, Cocentaina y Orihuela la manufactura textil (especialmente, la de la lana) complementaba, económicamente hablando, de una manera significativa, los cultivos de sus huertas. De todos ellos, solo Castellón y Segorbe estaban en la demarcación fiscal situada grosso modo al norte del río Júcar. En este contexto resulta interesante saber que en la Ribera del Júcar se produjo durante el Quinientos un estancamiento de las actividades textiles, pues esta situación entra en contradicción, aparente por lo menos, con la mayor pujanza que las fuentes utilizadas aquí parecen indicar de los menestrales en los distritos fiscales situados al sur de este río. 62
TABLA 4
Arrendatarios del «tall del drap» (1502-1603). Condición socioprofesional
Fijándonos, por otra parte, en la estructura socioprofesional de los arrendatarios, vemos que en las comarcas del área de Tramontana los mercaderes tienen una preponderancia clara, mientras que, en las agregadas dentro del «quarter» de Poniente, los menestrales –aquellos que las fuentes citan como «perayre», «draper», «calçeter», «carreter», «botiguer», «apotecari» o sastre− tenían una presencia mayor.
GRÁFICO 2
Arrendatarios del «tall del drap» (1502-1603). Condición socioprofesional (%)
Efectivamente, en ocho de las integradas en Tramontana, los mercaderes representan el 50 % o más de los arrendatarios, con un máximo del 62,96 % en la de San Mateo. Mientras que en cuatro de las que formaban la demarcación de Poniente, los menestrales suponen un 30 % o más de los arrendatarios: Biar, con un 37,50 %; Cocentaina, con un 33,33 %; Planes, con un 35,71 %, y Penáguila, que destaca con el 38,71 %.
En ninguna de las situadas dentro del «quarter» de Tramontana se daba esta última situación. Si añadimos que cuatro de las emplazadas al sur del Júcar −Játiva, Gandía, Onteniente y Albaida− tuvieron más del 20 % de arrendatarios menestrales, podremos pensar con bastante seguridad que las comarcas del centro valentino tuvieron, durante el siglo XVI, una interesante actividad textil. Estudios de ámbito local, como el realizado por Abel Soler y Vicent Terol sobre El Palomar, muestran que eran los miembros de las oligarquías locales quienes controlaban las magistraturas municipales, el arriendo de impuestos y de derechos señoriales, administrando, en ocasiones, cantidades manifiestamente superiores al presupuesto de muchas universitats . Parece evidente que los «terratenientes» a los que se refiere Santiago La Parra no hicieron su fortuna únicamente sirviendo a los Borja. Sin duda, debemos incluir el arriendo de derechos en el complejo entramado de «intereses, tanto políticos y jurisdiccionales, como económicos y financieros» controlado por estos personajes. Como el propio La Parra señala, al ver las nóminas de arrendatarios de las sisas de Gandía, nos encontramos ante «una nómina de oligarcas». 63
Y algún ejemplo más nos permitirá ilustrar las interrelaciones que, a nivel local, se daban en torno al arriendo y recaudación de los impuestos. El hijo de Pere Joan Olzina −notario de Bocairente y arrendatario de la comarca de Biar-Bocairente en 1520-1522− expuso en julio de 1525 que el año anterior el subdelegado de los administradores en Bocairente había subastado bienes de sus padres para hacer frente al precio de ese arriendo, y que los compradores de dichos bienes, Miquel Ferre y Bertomeu Antali, se negaban a pagar el importe de la subasta mientras no se lo ordenaran explícitamente los diputados. Aunque lo importante del caso es que el subdelegado al que los diputados habían encomendado la subasta se llamaba Joan Olzina y que era abuelo de Pere Joan. 64Vemos, pues, a unos oligarcas de ámbito local −los dos miembros de la familia Olzina ahora citados− que compaginaban una magistratura de carácter local con el arriendo de impuestos, ratificando ese entorno −el de un mundo de caciques que hacen sus negocios a nivel local o comarcal− sobre el que Santiago La Parra ha escrito con tanta precisión. En definitiva, aunque los ejemplos recogidos aquí son reducidos en número y ámbito geográfico, recuerdan algo que ya puso de manifiesto Henry Lapeyre en su momento: la existencia de un grupo social que hizo, en algunos periodos del Quinientos por lo menos, fortuna mezclando actividades mercantiles con otras como el arriendo de impuestos. 65Aunque, por desgracia, como señala James Casey, si bien la existencia de una burguesía rural arrendataria de derechos señoriales ha vuelto a llamar la atención que merece, todavía es mucho lo que queda por investigar sobre estos intermediarios locales. 66
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