—¡Hasta la próxima, bebé! —y le tiró un beso.
Toc, toc, toc. La puerta crujía cada vez que la golpeaban con desesperación. Intenté llegar lo antes posible, temiendo que algo malo les hubiera ocurrido. Al abrirla encontré a una chica muy asustada y temblando de frío a pesar del calor de primavera. Estaba pálida, con ojeras bajo sus ojos. Sus brazos abrazaban su cuerpo tan fuerte que sus dedos estaban blancos.
—¡Pasa, entra! —sugerí, rodeándola con mi brazo. Ella se apoyó en mí y se dejó guiar hacia el agradable calor del interior de la casa—. ¿Te encuentras bien?
—¡No! —contestó tartamudeando. Estaba en estado de shock ¿y quién sabe hace cuánto?—. Creo que me estoy volviendo loca, veo cosas que no son reales. —Se encogió de hombros—. La mayoría de las veces —concluyó la última frase con desesperación y abatimiento—. Y siempre termino en esta casa —aclaró su garganta, su voz se estaba tornando áspera, era signo de una deshidratación—. No sé cómo llegué, pero sabía que tenía que llegar.
Sus palabras sonaban vacías, ella misma no era capaz de creer lo que me estaba diciendo. Su estado le provocaba hablar sin parar; muy en el fondo quería, necesitaba que alguien la entendiera, la consolara, era solo una niña que no sabía para dónde salir corriendo. Me recordaba mucho a Chloe cuando llegamos a esta casa, ella estaba tan perdida, cada día era una agonía. Consolarla era lo único que podía hacer. Al principio todo era nuevo y desconocido hasta que apareció Greta Valdez y su familia.
A esta chica que tenía delante de mí se la veía frágil, agobiada, sobre todo perdida. Había abandonado todo por no ser comprendida y ahora se encontraba sola en un mundo al cual creía conocer y a su vez este le daba la espalda.
—Soy Lisandra, acá vas a estar segura. ¿Cómo te llamas? —El sonido que hizo la puerta al cerrarse detrás de ella la volvió a sobresaltar.
—Li... Liz... Lizi... —Con mucho esfuerzo pudo decir su nombre.
—¡Bueno, Lizi!, tranquilízate, ponte cómoda que te voy a preparar una taza de té, ¿te parece? —Ella asintió y se dejó caer en un sillón del recibidor.
Se acomodó mejor en el viejo sillón verde con la cabeza entre sus piernas, tomando una bocanada de aire, preguntó antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta.
—¿Hay una chica viviendo con usted? —Esa pregunta puso en alerta todos mis sentidos, no era solo una pregunta, se parecía mucho a una afirmación. Busqué mi celular y empecé a caminar hacia la cocina, quería llamar a Chloe, el teléfono pitaba por batería baja, rogaba que igual me pudiera comunicar con ella, hablé lo más rápido posible para que Lizi no se diera cuenta.
—Chloe, cariño, cuando llegues a casa, ten cuidado que llegó una chica. —Al terminar mi frase el teléfono se apagó y Lizi estaba caminando por el pasillo siguiendo mis pasos, tomé la tetera con la mayor naturalidad posible, y la puse en el fuego. Ella volvió a hacer la misma pregunta, aunque esta vez sus palabras salieron firmes, claras y con urgencia.
—¡Lisandra!, ¿hay una chica viviendo aquí?
—Sí. ¿Por qué te interesa tanto? —Mi alma de madre protectora salió a relucir.
—No sé qué son estas cosas que veo, pero si yo no estoy loca, y si las cosas que veo son reales, ella está... —No supo cómo terminar su frase, en ese momento tomó otra bocanada de aire y dijo—: Complicada.
—¿Complicada? —dije escéptica—. ¿A qué te refieres con “complicada”? —marqué con énfasis esta última palabra, estaba segura de que mi rostro no era amable, pero intentaba mirarla lo más controlada posible, ella se encogió de hombros y pareció arrepentida de su comentario; largó todo el aire que mantenía en sus pulmones.
—Las cosas no están en orden, no entiendo lo que veo, si te lo explico ahora puede ser que no sea como en verdad es. —Se encogió de hombros—. Es un caos mi cabeza. —Posó las dos manos en su sien, tratando tal vez, de aliviar su dolor.
—¡Bien! Te voy a preparar el té y vamos a ir a la biblioteca; tal vez ahí pueda aclarar algo de lo que te está pasando, pero por el momento no digas ni una palabra de tus visiones. No quiero preocupar a nadie.
Ella permaneció apoyada en la mesa de la cocina hasta que terminara su té. Luego me siguió sin decir nada hasta la biblioteca, ella siguió mis pasos hasta que encontró el sofá que estaba al lado de una mesa ratona. Ahora se la notaba más calmada, pero no dejaba de contemplar su taza de té y de dar grandes tragos. El té estaba preparado con agua de flores de azahar y valeriana que ya había empezado a surtir efecto. Tranquilizarla y aclarar su mente. Busqué un libro de la parte más alta de la estantería, estaba empolvado. Pero eso no significaba que no le serviría para despejar algunas de sus dudas.
Ella posó su atención en mí, creí conveniente empezar a instruirla en este mundo. Uno nace bruja, no se convierte, y ella tenía un largo camino por delante; sin una enseñanza temprana sobre brujería, sería mucho más difícil controlar sus dones.
—Es un libro que no leía hacía mucho tiempo. Aunque es el primer libro que toda bruja lee cuando aprende a leer. El libro se llamaba La primera bruja blanca , sus tapas están hecha de piel de animal y sus hojas con el árbol más antiguo y sagrado, cuenta la historia que sus tapas simbolizan a Abel, el segundo hijo de Eva, ya que este se dedicaba al pastoreo antes de que su hermano Caín lo matara y sus hojas están hechas del árbol sagrado, el árbol de la sabiduría, así ninguna oscura podría leer el libro de Eva.
***
Recorrí la planta baja de la casa buscándola, el único lugar que me faltaba era la biblioteca, a medida que me acercaba se podía distinguir la voz de Lisa y de alguien más, Lisa estaba parada al lado de una chica que parecía tener mi misma edad, era de estatura media, rostro redondo y rizos, muchos rulos. Sus pantalones estaban manchados, producto de un par de caídas y su blusa algo descuidada. La chica estaba sentada en el sofá con una taza del famoso té de Lisa, detrás de ella estaba mi cuidadora con un libro muy antiguo en sus manos, las dos dejaron de hablar cuando entramos a la biblioteca.
—Hola —dije sorprendida—. ¿Qué sucede? —pregunté al ver la mirada de Lisa con recelo.
—Chloe, ella es Lizi. —Hizo un gesto señalándola—. Llegó hace un momento.
Las dos nos quedamos mirándonos, estudiándonos, para ser más precisa, había algo familiar en su rostro, no podía saber si era la forma de sus ojos o la boca, ella rompió el silencio diciendo.
—No sabía a dónde ir, y de alguna manera mis sueños me traían a este lugar —terminó la frase concentrada en el fondo de su taza de té.
—¿Tus sueños? —me apresuré a preguntar desconfiada, la miré a Lisa para que me explicara.
—¡Sí!, Lisandra estaba a punto de contarme sobre lo que me está pasando —se apresuró a contestar la intrusa.
Miré a Lisa de nuevo esperando su respuesta, ahora tenía más preguntas que no podía poner en palabras, lo primero que cruzó por mi mente fue que Lizi tal vez era una bruja, aunque el libro en las manos de Lisa me lo confirmaba y otra remota idea era que Lizi tenía el don de la premonición o clarividencia. Las brujas blancas compartíamos muchas cosas en común, como el hecho de hacer conjuros y magia, aunque algunas eran mejores que otras en cuanto a la realización de brebajes o pociones, por lo general nos consideraban inofensivas contra las brujas oscuras, ya que no teníamos hechizos de base malignos o de sangre, no podíamos matar a los seres humanos con magia, usábamos el poder del cielo como base de nuestros encantamientos. Por otro lado, cada una tenía dones que los diferenciaban. Y Lisa al no ser una bruja de nacimiento no tenía ningún don en especial, y eso la convirtió en la mejor en pociones.
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