—¿Te golpeé fuerte, verdad?, no era mi intención —dijo en medio de una sonrisa traviesa. Algo le causaba.
—No, estoy bien —mentí, intentaba ser cortés. Él seguía esperando a que agarrara el vaso, el cual tomé pretendiendo no tocar ninguno de sus largos y finos dedos, su contacto provoca electricidad en todo mi ser.
—Hay algo en ti que me resulta intrigante. —Su afirmación me trajo de nuevo a la realidad, estaba empezando a pensar que él era una de esas personas que dicen todo lo que se les cruza por la cabeza.
Quería decirle cómo me hacía sentir, pero me moría de vergüenza. Él sabía, al igual que yo, que había algo que nos atraía, algo más fuerte que nosotros dos, algo desconocido aún para mí.
—¿Sí? ¿Y qué es? —pregunté ansiando parecer adulta, lo último que quería es que se diera cuenta de cómo la sangre corría por mi cuerpo y me sonrojaba.
Antes de que pudiera contestarme Lisa entró, pinchando la burbuja que habíamos creado.
—Veo que ya conociste a Ian Leiss —dijo mirándolo con cara de pocos amigos—. Él hoy va a ser su maestro, es el mejor para enseñar encantamientos y hechizos de magia.
El hechicero la miró levantando una ceja, no quería tomar partido en cuanto a enseñarnos algo, se notaba que era un poco resguardado en ese tema, y ella le señaló con el dedo algo disgustada...
—No me mires así —le siseó—. Deberías estar desempacando y no acá. —Su recriminación fue de tal modo que parecía haber confianza entre ambos–. Mañana vas a tener que quedarte con ellas también, yo me tengo que ir a trabajar.
El hechicero miró a Lisa, con una pregunta casi formada. Pero por alguna extraña razón se calló. Luego me miró de abajo hacia arriba, pude notar que una leve sonrisa se asomó por sus labios, pero la borró al instante que se cruzó con mis ojos.
—¿Y qué se supone que voy a hacer con tres jóvenes revoltosas? —preguntó poniendo los ojos en blanco.
—Enseñarles todo lo que necesitan saber. —Lo dijo como si fuera algo obvio—. Ah... y vuelvo a las cinco de la tarde. —La siguiente frase la dijo señalándole con el dedo—. No quiero que me estés llamando por cualquier cosa, ¡arréglatelas sin mí!
—No sabía que trabajabas... —Lisa no dejó terminar su frase.
—Las brujas tenemos que trabajar, no vivimos eternamente y acumulamos riquezas como otros.
—No me refería a eso. Quería saber de qué trabajas, si necesitan dinero yo puedo colaborar.
—¡Claro!, vas a prestarnos la plata que les robaste a los bancos, ¡no necesitamos tu dinero sucio! Y para que sepas, quería hacerte sentir mal, nada más, Elha nos dejó una pequeña herencia, pero el trabajo es una pantalla, la anterior ya no estaba funcionando.
Ian gruñó, y le mostró los dientes en expresión de enojo, pero Lisa se rio y se fue. Ahora otra vez me quedaba a solas con él y pasaría mucho más tiempo de lo esperado. Si Lisa se iba a las diez de la mañana y volvía a las cinco de la tarde, eso significaba siete horas con él, cinco días a la semana, sin contar con que viviríamos bajo el mismo techo. Con esa cuenta matemática en mi cabeza, se me formó un nudo en el estómago.
Ella trabajaba en una granja cercana, se encargaba del mantenimiento del invernadero, estar al aire libre y las plantas eran su pasión. Cuando la fachada de que vendía cosas por internet dejó de dar el resultado que esperábamos, se hizo más que obvio que debería buscar otra fachada. Ya estaba grande para que me cuidara todo el día, y aunque no le gustaba el hecho de pasar tanto tiempo afuera, era lo mejor para poder seguir viviendo en Rosario por al menos unos cuantos años más.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.