El único ángel que conocía era el padre de Chloe, y por lo que había aprendido de él, los ángeles eran un intermediario de los arcángeles que estaban en el cielo. Ya que estos no podían bajar hasta nuestro mundo. Entonces los ángeles habitaban el plano terrenal. ¿Pero si los arcángeles no pueden bajar? ¿Cómo lo habrá hecho este individuo?
—Posesión —respondió de nuevo en mi mente, fuerte y claro.
—¿¡Perdón!? —No me iba a acostumbrar a que él pudiera leer mis pensamientos y menos que hablara en mi cabeza.
—De la única forma en que nosotros podemos bajar a la tierra es por medio de la posesión, ocupamos el cuerpo de otra persona por un período corto, después lo tenemos que devolver.
—Ya entiendo... ¿Y este cuerpo recuerda lo que le sucedió? —pregunté intrigada, después de todo, uno no ve a un arcángel todos los días.
—No, por lo general es como un sueño para ellos, algo que está más allá de su entendimiento. Tampoco nuestra posesión los lastima.
Luego de unos minutos sin que ninguno hiciera alguna pregunta en voz alta, empecé a analizar todo lo que había ocurrido las últimas doce horas. Ahora estábamos yendo a un lugar al que yo no conocía, tenía que empezar una nueva vida con una niña de cinco años sin su madre y sin su padre. Durmiendo en mi regazo pensaba en todas las cosas por las que tendría que pasar. La miré y le hice una promesa silenciosa—. Te prometo hoy y como se lo prometí a tu madre, voy a estar siempre para protegerte y voy a intentar ser una madre para ti.
—Sé que lo vas a ser. Y ella va a ser la hija que siempre quisiste. Pero un día va a llegar el momento en que la vas a tener que dejar ir, y espero que así lo hagas. Tal vez no entiendas el motivo que la impulse a hacer ese cambio. Por eso estoy seguro de dejarte la niña, es lo mejor que podemos hacer. No dudes en llamarme si me necesitas. —Su comentario era más parecido a una visión que a un consejo.
Circulamos por medio de varios pueblos y tomamos distintas carreteras. Y sin previo aviso retomó la conversación.
—Estamos llegando.
La carretera empezaba a entrar en un pueblo, bien iluminado, la entrada tenía un arco que decía “Bienvenidos a Rosario”.
—¡Me gusta! —dije sorprendida, era más de lo que esperaba.
—Acá van a encontrar todo lo que necesiten, Rosario es un pueblo muy amable y las van a aceptar bien, tan solo di que eres su tía y que su madre murió en un accidente de tráfico, así nadie te hará preguntas al respecto.
Él ya tenía todo pensado, se veía que lo conocía y que lo había estudiado de antemano, cruzamos todo el centro, había algunos semáforos, y muchos locales de todo tipo, pero el que más se destacaba era una tienda de sortilegio. Eso me llamó la atención. Lo miré y apunté con el dedo en donde había estado el lugar.
—Rosario es un poco supersticioso —dijo encogiéndose de hombros.
Lugar ideal para nosotras, pensé irónicamente. La carretera estaba terminando de cruzar el pueblo cuando dobló a la derecha para tomar una calle más angosta, que después de unos metros se convertía en un camino de ripio. Al cabo de recorrer dos cuadras más o menos entramos en el patio de una casa tipo colonial. Era bastante grande y estaba pintada de beige con tejas rojo carmesí.
—¿Acá es donde viviremos? —pregunté entusiasmada. No paraba de sorprenderme, estaba anonadada ante el paisaje que tenía delante de mis ojos.
—¡Sí!, espero que sea de su agrado. Y Lisa... ¡buena suerte! —dijo el arcángel
El televisor estaba a un volumen más alto que el necesario. Indignada con lo que mis oídos estaban escuchando llamé a Lisa.
—¡Lisandra! —grité furiosa—. Escucha lo que dice un pastor sobre las brujas. —Con mi voz más sarcástica empecé a repetir lo que había dicho—. Es difícil distinguir claramente entre brujería, hechicería y magia... Estas prácticas utilizan medios ocultos que no son de Dios, para producir efectos más allá de los poderes naturales del hombre. La brujería es perversa porque recurre a espíritus malignos. Implica un pacto, o por lo menos una búsqueda de la intervención de esos espíritus. El ser brujo o bruja se obtiene por vínculos satánicos en los que se entra por una “dedicación”, muchas veces dentro de la familia.
—¡Chloe!, si te vas a poner así cada vez que leas o veas algo de eso, vas a envejecer más rápido —comentó entre risas proveniente del pasillo, ella siempre se tomaba las cosas con más calma y tenía los consejos más sabios.
—Es indignante escuchar cada insensatez. —Me acomodé mejor en el sillón para estirar las piernas—. Primero somos las que traemos la peste, luego nos comemos a sus hijos y ahora y siempre hacemos pactos con el “príncipe de las tinieblas”. ¡Buu! —pensé dentro de mí.
—Mi cielo, ya te lo dije —comentó cansada de repetir una y otra vez la misma frase.
—Gracias, Lisa —le respondí con una sonrisa. Al final tenía razón, no me servía de nada—. Pensándolo bien... ya no quiero ver más sobre todo eso, esa clase de gente vive en la ignorancia.
Aunque nunca faltaba el aficionado a las películas de magia, que sin ser consciente, se acercaba bastante a descubrir nuestro mundo. Los mundanos, los seres mágicos y los seres de luz han convivido desde los comienzos de la tierra, nosotros intentamos mantener nuestro mundo lo más privado posible. En cambio, a las brujas oscuras no les importa quién resulte herido, por lo general, son bastantes descuidadas a la hora de conseguir lo que quieren.
A través de las décadas, siglos y supongo que milenios siempre íbamos a ser los malos de la película, sin diferenciación. La quema de Salem mató a muchas mundanas inocentes, las personas buscan fantasmas en donde no los hay, desde ese entonces se carecía de razonamiento y se sigue igual. Aunque a Lisandra no le gustaba que viera esa clase de programas, nunca me obligó a que dejara de ver, ella lleva siendo mi protectora durante doce años, era lo más cercano a una familia, junto con mi mejor amiga Greta Valdez. Lisa Blanc es toda una dama victoriana, muy bella, con sus 1.68 m de altura y su silueta lánguida, ojos oscuros como la noche y una sonrisa que deja ver la mayoría de sus dientes, pelo lacio hasta la cintura al que siempre lleva recogido. Sé que ama cuidarme como a una hija y de alguna manera le correspondía, mi madre y yo venimos de una familia de brujas blancas muy antigua y Lisandra cuando conoció a mi madre se convirtió en su ayudante, como no tiene sangre de bruja blanca u oscura no puede realizar magia o encantamientos. Su fuerte son los brebajes y la jardinería, para prepararlos. Además, le gustan las actividades al aire libre, así que por eso se encargaba de la huerta. Aunque no me oponía que de vez en cuando compráramos en la tienda local de sortilegios, sin embargo, ella dice que llamaríamos la atención de algún curioso si lo hacíamos muy a menudo.
Observé a mi cuidadora cómo lo hacía. Ella se encontraba en el salón que usaba para preparar pócimas, encontraba fascinante cómo, con pocos ingredientes, preparaba los mejores brebajes. No me dejaba incursionar con los libros de herbolaria mágica, decía que era muy peligroso, Lisa se encargaba de todo y se empeñaba en que aprendiera mucha teoría, cuando digo mucha, ¡es mucha teoría! No me dejaba usar la magia, algo que era natural para mí. Pero sin importar cuánto lo intentara me resultaba muy difícil hacer un hechizo.
—Voy a ir al jardín —comenté, mientras me dirigía a la puerta que daba al patio trasero. Como de costumbre no me prestaba mucha atención cuando estaba en su salón.
Nunca pude hacer crecer nada... hasta ahora, jamás iba a hacer ni la mitad de buena que ella, en cuanto a jardinería se tratara, pero siempre lo intentaba, algún día, tal vez algo bueno salga de esto. Esta vez en el jardín no me sentía tan perdida, mi plantita de hierbabuena había crecido y eso significaba que podía mejorar. Lisa siempre me decía: “la perseverancia es la regla para el triunfo”. Empecé a regarla cuando mi móvil sonó.
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