Especial fue mi encargo a Pep Monter de convertirse en constante traductor de temas, trabajos y autores de la Ilustración europea, muchos de ellos recogidos, por él, en la citada colección «Biblioteca». Sus estudiados volúmenes, de alto valor e interés intelectual, venían a coincidir además, en su aparición, con fechas determinadas, que ayudaban a celebrar simbólicamente con su aportación.
Hoy, tristemente desaparecidas aquellas ya históricas colecciones, sus volúmenes son títulos agotados y nada fáciles de hallar, que, sin duda, vinieron a puntualizar eventos y rememorar celebraciones destacadas. Luego me he preguntado, recordando aquellos logros editoriales, ¿se puede hacer tanto, en equipo, por la filosofía desde fuera del marco de su directa docencia? Nuestros encuentros, congresos y publicaciones han marcado una época de felices diálogos e intercambios entre la universidad y la vida intensificada de un museo de patrimonio inmaterial, abierto también, a su vez, a las aportaciones correlacionadas, propias de los museos de patrimonio material, a las que nunca tampoco renunciamos, como vía alternativa y/o complementaria. Tal fue, a fin de cuentas, nuestra estrategia bifronte.
Se podrá constatar, mediante nuestras explicaciones, referentes al nacimiento del nuevo MuVIM, cómo las secciones descritas no pueden plantearse plenamente sin entender sus mutuas correlaciones. Pues ¿cómo comprender el Centro de Estudios e Investigación sin el Servicio de Publicaciones, sin el Centro de Documentación, sin la Biblioteca, el Archivo o la Sección de Exposiciones?
Pero aún quedan otros resortes por puntualizar, que fueron asimismo plenamente determinantes en el relanzamiento del MuVIM, como el Gabinete de Educación Artística y Museo, diversificado en su actividad, atendiendo directamente a distintos bloques: a ) la sección destinada a la tercera edad; b ) los apartados de talleres orientados genuinamente para el ámbito infantil, y c ) la sección juvenil y también de otros públicos adultos y/o profesionalmente especializados.
Siempre fui consciente, desde hacía excesivo tiempo, del vacío existente en la intersección definida por los posibles encuentros entre el mundo del arte y el ámbito de la educación, tanto en el marco de la vida de nuestros museos como, en general, en los currículos de nuestras propias universidades. Tanto era así que, desde el Institut Universitari de Creativitat i Innovacions Educatives, que durante tantos años he dirigido en la Universitat de València-Estudi General, pusimos en marcha hace quince años el «Postgrado de Educación Artística y Gestión de Museos», que sigue manteniendo su buena salud promocional en la actualidad, y ha merecido incluso el público reconocimiento de su excelencia con el galardón del ADEIT.
Téngase en cuenta, pues, que al ponerse en marcha la remodelación del MuVIM el postgrado citado ya existía entonces en la Universitat, bajo mi dirección y la colaboración directa del profesor Ricard Huerta. Con ello quiero apuntar que dicha vertiente educativa, relacionada con el arte y los museos, lógicamente, se vio acrecentada con la posibilidad de que la dirección de un museo se vinculara, de algún modo, a tal entramado de actividades y proyectos. Y así ocurrió, por cierto, pasando abiertamente a la acción conjunta, con la firma de un convenio entre el MuVIM y la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. El primero entrando a formar parte del cuerpo de profesores del Postgrado de Educación Artística y la segunda asumiendo la responsabilidad de coordinar los diferentes congresos y jornadas programados en el museo acerca de los temas educativos. De esta manera, cuatro volúmenes de la «Col·lecció Oberta» han sido coordinados por los profesores Ricard Huerta y Román de la Calle, editados desde la Universitat de València en colaboración con el MuVIM. Hoy son ya todo un referente editorial sobre este dominio de cuestiones. Y tal colaboración sigue en pie, ya reorientada institucionalmente. Fragmentos de vida compartida.
Pero también el propio MuVIM puso en marcha su Gabinete de Educación, centrado, como hemos apuntado, en diversas facetas de públicos y, por tanto, también de diferentes actividades. En primer lugar, me preocupaba –ya que nunca antes, en mi docencia, investigación o gestión me había centrado en este segmento educativo–la tercera edad. Incluso podría argumentar, a favor de esta reorientación personal, el hecho de que yo mismo ya disfrutaba de la edad pertinente para ser oficialmente encuadrado en tal capítulo de personas. Pero, sobre todo, porque tenía claro que en la creciente estabilización de la sociedad, la denominada cultura del ocio disfrutaba ya de un espacio privilegiado, frente a la vida de los museos. Y no podía permitir que esa oportunidad se nos pasara por alto, desde el primer momento. Ahí debíamos estar.
Pensé que disponía, además, de la persona adecuada, desde el propio MuVIM, para coordinar esta vertiente educativa en general y de la propia de la tercera edad en particular. Necesitaba, para ello, incorporar al destacado estudioso e investigador Rafael Company a mi equipo del museo. De hecho, fue él el primer responsable, como subdirector, desde un principio, del MuVI inicial, que la Diputación construyó y puso en marcha, con el inicio del siglo XXI, en aquella arquitectura, galardonada con el Premio Nacional de Arquitectura, concedido a Vázquez Consuegra, con quien luego me uniría una buena amistad.
Precisamente Rafa Company había sido destacado alumno mío en sus estudios de Historia del Arte y conocía su capacidad organizativa y su profunda sagacidad argumentativa. De ahí que su dimisión como responsable del MuVI(M), a finales del 2003, me dejara –como vecino del barrio–sumamente perplejo, al sentirse dilatadamente contra las cuerdas, desde la política, frente a la cultura, en defensa de su proyecto en favor de la Ilustración, al hilo de la Exposición Permanente de aquel centro, que había sido su ojo derecho y se hallaba ahora marginada y en peligro, con la zigzagueante «llegada de la Modernidad», junto al «Museo Valenciano de la Ilustración» y su anunciada reestructuración.
De hecho, lo primero que pregunté –cuando se me hizo el ofrecimiento personal de dirigir el centro museístico–fue por el futuro de Rafa Company. Y se me confirmó que había sido voluntaria su solicitud de descanso temporal y que quedaba asegurada su vinculación funcionarial con la Diputación. Efectivamente me pareció importante su continuidad de estancia liberada en el centro. Pero pasados unos meses, me interesé en conseguir su adscripción explícita y definitiva a determinadas tareas que el museo exigía. No me fue, en absoluto, difícil lograr su respuesta positiva. Es más, me consta que la información de mi inmediata llegada al MuVIM, como director, fue, para él, una excelente noticia, en todos los sentidos. Igual que mi pública dimisión –años después–le sorprendió duramente, con lágrimas en los ojos.
Personalmente, mi propuesta, centrada en la coordinación del Gabinete de Educación y Orientación del Museo, implicaba diversas facetas, que ya intenté dejar bien claras: a ) la Exposición Permanente («La aventura del Pensamiento»), que tan bien conocía R. Company, como fruto directo de sus objetivos históricos, nacida de un sólido esfuerzo educativo, abierto a miles de visitantes, iba a seguir desempeñando un papel central e incluso reforzado, desde la Biblioteca, Archivo y Centro de Documentación; por eso deseaba que él siguiera siendo su sombra ejecutora y que, técnica y tecnológicamente, estuviese amparada por la actuación del especialista Bernard Custard, vigilante refuerzo de su vertiente funcional; b ) el MuVIM per als majors tenía amplias posibilidades, contactando con otras instituciones oficiales de la misma línea, desarrollando programas propios y actividades específicas; efectivamente R. Company sabía ganarse la colaboración de los mayores y prevenir sus condiciones y preferencias, pero también le interesaba investigar esas vías de creciente intervención, y contaba con su entrega y dedicación en ese sentido; c ) la nueva vertiente educativa que la figura del museo, centrado en los valores de patrimonio inmaterial, suponía y relanzaba, necesitaba asimismo un mensajero investigador, de experiencia probada en ese apartado que representaba una nueva apuesta del Consejo Internacional de Museos (ICOM); y para ello también la formación de Rafa Company podía ser una baza indiscutible, dispuesta a participar nacional e internacionalmente en tal encargo; d ) como responsable del amplio equipo pedagógico y didáctico, que deseábamos poner en marcha en el museo, era imprescindible el desarrollo de numerosos talleres educativos, su programación global y seguimiento puntual; asimismo la puesta en marcha periódica de grupos de becarios y de alumnos en prácticas que aseguraran y enriquecieran tanto la estrategia de las visitas guiadas como la colaboración con los montajes de exposiciones, en cuanto vertiente didáctica sumamente eficaz, necesitaba ser coordinada.
Читать дальше