—Hay cosas que no hace falta que me las cuentes porque ya me las ha contado tu hermano —admito con algo de veneno resabiado.
Axel se queda de piedra, como una figura de hielo, fría y consternada. Siento ser tan brusca, pero con personas como él hay que ir muy de frente. No quiero tener que andar de puntillas con alguien que ha estado enterrado tan adentro de mi cuerpo que aún lo siento detrás del ombligo. No tiene ningún sentido para mí.
—Fede no tenía derecho… —susurra, decepcionado—. Le dije que no se metiera.
Se asombraría de lo metido que está Fede en lo nuestro.
—Pero ¿qué más da? ¿Qué crees que voy a hacer yo con esa información, Axel? —Doy un paso adelante e ignoro todas las señales de peligro que emanan de su cuerpo tenso. Pongo una mano sobre su mejilla y noto que está caliente en contraste con mi mano helada—. Me hubiera encantado que fueras tú quien hablara conmigo y me contara todas esas cosas. Creo que te he demostrado que soy buena confidente. ¿Por qué no confías en mí?
Axel levanta una mano, me coge de la muñeca y, sin sonreír ni cambiar su tono, me dice:
—Tienes las manos heladas. Estás pasando frío. —Aun así, se preocupa por mí.
—Claro que estoy pasando frío. Estamos a ocho grados y voy en falda corta.
—¿Quieres volver a tu casa? ¿Te llevo?
—¿Eh?
Sus ojos nacidos en el Caribe me traspasan y de repente adquieren un tono lleno de ardor.
—Que si tienes prisa por volver a tu casa, rizos.
—¿Es que… hay otra opción? —pregunto tanteándolo emocionada.
Él parpadea y siento cómo su cerebro se pone a trabajar.
—Tú ganas. Dile a tu madre que estás conmigo.
—Uy, sí… Seguro que eso la tranquilizará mucho —ironizo.
—Díselo. Y acompáñame a mi hotel. Allí hablaremos de lo que tú quieras. Aquí no.
—¿A tu hotel?
—Sí.
—¿Y… me contarás todo lo que yo quiero saber? Él asiente con serenidad.
—De acuerdo, entonces.
Cedo con la esperanza de que él se abra a mí, y de que ambos compartamos tiempo juntos. Creo que lo necesitamos.
Dejo que Axel me acompañe hasta mi coche, que está a pocos pasos de nosotros, y por el retrovisor, todavía incrédula por saber que voy a pasar la noche con él en Barcelona, hablando por fin y abriéndose a mí, observo cómo se sube a un jeep Renegade negro de cristales tintados.
Dios, cómo le pega ese todoterreno. Él pasa por delante del Mini y yo arranco y le sigo.
Bueno, parece que después de muchos días de estar en la inopia, finalmente hago algo que tiene sentido para mí, algo que realmente quiero hacer.
Conocer a Axel.
El hombre que monopoliza mis pensamientos.
Mi salvador.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.