Primera edición: julio, 2015
Corrección morfosintáctica y estilística:
Editorial Vanir
Del diseño de la cubierta: ©Editorial Vanir, 2019
Del texto: Lena Valenti, 2019
www.editorialvanir.com
De esta edición: Editorial Vanir, 2019
Editorial Vanir
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valenbailon@editorialvanir.com
Barcelona
ISBN: 978-84-17932-31-2
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A mis pilares. A esas personas especiales e importantes que están conmigo día a día.
Muy especialmente se lo dedico a mi equipo Vanir.
Al niño Valen, por todos los proyectos e ideas que hemos sabido compartir, y por todas las risas que nos hemos echado imaginando escenas de este libro.
A la niña Esme, una confidente y amiga que cuida muchísimo de mí y que adoro.
A la niña Aida, la Reina de las Maras, porque siempre está ahí dispuesta a todo y porque es la persona ideal para vivir las aventuras locas que mi mente propone.
Y a mi familia, que quiero con todo mi corazón, y que siempre me hacen sentir «en casa».
Os quiero mucho. Gracias, mijitos.
Índice
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@nikitanipone #eldivandeBecca Becca, mi marido tiene fobia a gastar. En veinte años no me ha comprado nada, y dice que es porque no tengo nada que vender. #Beccarias
Supongo que estas cosas pasan.
Y no me refiero a nacer con el aspecto de Brave la princesa valiente, y el pelo de Nina en pleno auge de Eurovisión, que es un estigma que soporto con toda la dignidad de la que soy capaz. No, no me refiero a eso. Me refiero al hecho de que nuestra vida dé un vuelco de golpe, tan repentino que ni siquiera lo hayas visto venir. Como el vuelco que ha dado la mía.
Si me pongo en situación, hace un tiempo, me dejó mi novio de toda la vida, David, justo la misma noche en que me ofrecían un programa de televisión sobre fobias. A pesar del varapalo y de que mi ánimo no estaba para tirar cohetes, acepté y me agarré a la oportunidad que me brindaba Fede como si fuera el bote salvavidas que me sacaría de la tristeza y la depresión que provoca que te rompan el corazón.
Me ha costado levantar cabeza, y lo he hecho a mi manera, aunque haya sido una de esas maneras totalmente descerebradas y suicidas. Por el camino me ha atacado un perro, me he tirado de un avión, me han electrocutado y me he acostado con el hombre más guapo de todos los tiempos.
No tengo remedio. En el proceso de ayudar a Francisco, Óscar y Fayna, me he enamorado barra obsesionado de él, del cámara de televisión más endemoniadamente guapo y borde del mundo. Sí. Ha sido así.
Axel.
Y en esta misma travesía, ese diablo de ojos verdes me ha cerrado la bocaza que tengo al demostrarme que él era mucho más de lo que yo veía, más incluso de lo que podía haber imaginado, hasta el punto de que arriesgó su vida por mí.
Por eso estoy ahora en este hospital, después de que un acosador con el rostro cubierto por una máscara de Vendetta me arrollara con su Renault blanco en Santa Cruz de Tenerife y provocara que mi coche y yo nos precipitáramos por un puente. Caí al agua, apresada por el cinturón de seguridad… Y pensé que iba a morir.
Aún me duele la sensación de ver pasar toda mi vida por delante de mis ojos, y de saber que el único rostro que vería antes de cerrarlos para siempre sería el de Axel, tan asustado por mí como yo lo estaba.
Sé que antes de despertar en este hospital de Barcelona donde me han trasladado, soñaba, sumida en mi inconsciencia, con el agua fría del río o de lo que hubiera debajo del puente… No recuerdo si era un acueducto. Y revivía con increíble claridad el rescate de Axel.
Él me salvó. Él me ha salvado de muchas cosas de las que aún no soy consciente, y sé que me irán golpeando, como un mazo de la verdad, a medida que me vaya recuperando.
Dios. Recuerdo la sensación de tragar agua. El ardor de mis pulmones, la horrible agonía de no poder coger aire… Y recuerdo la imagen de un hombre sirena buceando como un poseso hacia mí, los dos igual de espantados.
Demostrando una valentía fuera de lo común y una capacidad pulmonar descomunal, Axel metió su cuerpo por mi ventana, que había dejado abierta para poder insultar al infractor del Renault. La misma ventana por la que se colaba el agua a mansalva y que me dejaba apresada igual que un pez en una pecera. Desabrochó mi cinturón y me sacó como pudo… Tirando de mí, arrastrándome con él, con su boca abierta en la mía para darme el oxígeno que me faltaba.
Recuerdo sus labios sobre los míos, y por un momento pensé, tonta de mí, que era una manera muy romántica de morir. Que no estaba tan mal. Pero en algún momento perdí el conocimiento. Cuando el coche cayó al agua, me di un fuerte golpe en la cabeza y perdí mucha sangre… Por eso desfallecí. Pero lo hice en brazos de mi salvador. Un salvador, por cierto, que había removido cielo y tierra para trasladarme a un hospital de Barcelona para que me cuidaran y para que mi familia pudiera estar junto a mí. Un salvador que, para mi sorpresa, es el hermano de mi jefe. Axel no solo era el cámara huraño de El diván de Becca . Axel era, para mi estupefacción, el hermano pequeño del Súper.
Y aquí estoy yo, con Fede, recién despertada de mi inconsciencia de tres días, intentando encajar las piezas de este rompecabezas.
Fede me mira incómodo como nunca lo había visto. No es un tema del que le guste hablar. Parece delicado. Mira, en eso sí se asemeja a Axel: no cuenta nada de su vida, a no ser que esté encerrado en una sala con su terapeuta.
Es increíble. No hay una sola característica de su físico que me recuerde a él; Fede parece diez años mayor que Axel. Tiene el pelo casi blanco, y eso le hace atractivo, un madurito a lo Richard Gere. Pero me asegura que son hermanos por parte de padre y yo quiero que me lo explique todo si eso me va a ayudar a comprender a Axel. Quiero saber toda la verdad, porque Axel me tiene el seso sorbido y es un personaje con muchas incógnitas y sombras, de esas que no me dejan dormir.
Bueno, no sé a quién quiero engañar. No son sus sombras ni sus secretos los que me tienen así. No es su halo de Rey Misterio. Es todo él. Y si Fede puede arrojar algo de luz sobre mi héroe taciturno particular, seré toda oídos.
Una vez que la enfermera y el doctor de mi caso me han explorado, hecho las preguntas pertinentes y realizado todos los controles, nos han dejado solos de nuevo. Sé que debería estar convaleciente, desorientada y perdida, y con unas ganas infinitas de dormir, eso es lo que me ha dicho el doctor. Sin embargo, aparte de la migraña que tengo, no me duele nada más, y la revelación de Fede ha sido como un chute de Red Bull.
—Tengo poco tiempo hasta que vengan tu madre y tu hermana en estampida… Tendrán muchas ganas de hablar contigo, y yo no quiero cansarte.
Me muero de ganas de verlas, pero la curiosidad me mata.
—¿Qué hay de Ingrid y Bruno? ¿Dónde están?
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