Delitos nocturnos (cifras absolutas y porcentajes)
GRÁFICO 2.1
Distribución mensual de los delitos (cuadro 2.7)
2.3 DELINCUENCIA RURAL Y URBANA
El análisis de las distintas bases de delitos efectuado en el capítulo I ya puso de relieve la existencia de diferencias entre las localidades urbanas y rurales, además de las diversas peculiaridades intermedias y signos puntualmente locales. Había una misma criminalidad, con unos rasgos comunes y generales, pero también matizaciones en la cantidad y porcentajes de los delitos conocidos entre unas zonas y otras. A nuestro modo de ver, no se trata solamente de una diferenciación física entre núcleos de población, sino esencialmente sociológica, de comportamientos de vida cotidiana, de conductas humanas diferentes y predominantes que, al resultar prohibidas o perseguidas por la ley, acaban trascendiendo y son objeto de acción represiva por la justicia. Dichas diferencias se muestran ante todo en la estructura de la delincuencia y en la propia complejidad de algunos delitos.
El contraste entre la criminalidad rural y la urbana se manifiesta especialmente en la nimiedad o en la importancia de cuatro tipos delictivos: el amancebamiento, la prostitución, los juegos y las armas prohibidas. La mayor contraposición se debió de producir, obviamente, entre el mundo de la Valldigna y el de la ciudad de Valencia, aunque la documentación consultada nos da ejemplos ante todo de otras ciudades reales (MR). Las cifras resultantes indican que, mientras en la primera zona los tres primeros delitos apenas llegan al 1 % y las armas prohibidas al 3,83 % de 1557 a 1704 (cuadro 1.1), en la segunda, en ciertos casos, los delitos contra la honestidad rondaban el 30 % y los del orden público, y entre ellos los juegos y armas prohibidas, el 50 %. La comparación con Xàtiva muestra que los delitos sexuales llegan cada uno al 12 % (amancebamiento y prostitución), algo menos los juegos (8,11 %) y hasta el 34,52 % las armas prohibidas (cuadro 1.2). Castellón de la Plana y Alzira reflejan igualmente cifras muy superiores a la Valldigna, aunque algo inferiores a Xàtiva (cuadros 1.3 y 1.9).
Sin embargo, a estas alturas ya sabemos que estos porcentajes no pueden ser tomados con reverencia y fueron objeto de crítica por nuestra parte. Para el caso de Valldigna, los datos registrados de los procesos sugieren una alta representatividad y una actuación bastante generalizada; todo parece indicar que hubo pocas excepciones (prostitutas, amancebados, etc.), que se resolvieron de forma directa y sin abrir proceso, aplicando la expulsión, destierro o «bandeig», y como máximo se dejó constancia en los libros de justicia. En cambio, las otras cifras provienen de los registros del Maestre Racional, centrados en los asuntos leves, cogidos «in fraganti» o con delación, sujetos a «composició y remisió», mientras que los más graves, los desconocidos o los que las partes se resistían a «negociar», se tramitaron por procesos independientes: así lo pudimos comprobar claramente al comparar ambas fuentes en Alzira (cuadro 1.9). Por tanto, los porcentajes de las ciudades reales (Valencia, Xàtiva, Castellón, etc.) deben ser reducidos sensiblemente, pero con todo nos dan ejemplos de que este tipo de delincuencia fue muy superior al mundo rural valldignense. Y ello resulta obvio y bastante lógico: en un pueblo pequeño la escasa población, el general conocimiento entre sí de los vecinos y determinados comportamientos (amancebamientos, prostitución organizada, los juegos prohibidos, el uso ostentoso de armas prohibidas, etc.) causan escándalo, son de general conocimiento y suelen reprimirse o autocensurarse con rapidez; por el contrario, en la ciudad, desde luego en Valencia y en menor grado en otras ya citadas, la mayor población, el trasiego de gentes (viajeros, forasteros) y un superior número de lugares de ocio (hostales, «publich», tahúres, etc.) implican amplio anonimato, menor control de la vida de las personas, mayores inclinaciones lúdicas, posibilidad de ejercer la prostitución al margen de los controles municipales sobre el «publich», etc. En consecuencia, es perfectamente comprensible que los casos de amancebamiento, prostitución, armas y juegos prohibidos, etc., fuesen mucho mayores que en zonas rurales. En ese sentido, para el Languedoc de antes de la Revolución francesa N. Castan sentencia que la ciudad «corrompe», y R. Weisser plantea una estructura comparada entre ambas zonas, aunque con diferencias muy matizadas. 23
Al mismo tiempo, la delincuencia urbana tiene a veces una complejidad o un enrevesamiento que es muy difícil o casi imposible que se den en un medio rural. Así, por ejemplo, en la ciudad de Valencia nos encontramos con una red de ladrones en los mercados que están en conexión con un intermediario que en su domicilio compra la mercancía robada a precios rebajados para su ulterior comercialización. 24Se puede abrir una investigación contra varios supuestos rufianes, individuos de vida oscura y sin trabajo conocido y verificado, de los que se sospecha que protegen y explotan a mujeres concretas, que trabajan como prostitutas en el «publich» o en las calles. 25No puede sorprender la existencia de auténticos tahúres, organizadores de importantes timbas o que siguen a la soldadesca en sus desplazamientos para jugar a las cartas con los soldados y desplumarlos con todo tipo de trampas. 26Tampoco resulta difícil conocer y localizar a supuestos sicarios, a gentes sin escrúpulo dispuestas a cometer delitos por encargo, a cambio muchas veces de muy poco dinero. En fin, encontramos algunos delitos complejos, a veces con cierta motivación paranoica, en los que los asesinos y sicarios, autores y cómplices, intervienen en diverso grado, discrepan luego entre sí, se amenazan con denunciarse y al final se descubren por azar (v. g., alguien lo comunica a la Inquisición para obtener un trato de favor). 27Todos estos casos son imposibles o sumamente extraños en los medios rurales.
Por tanto, diversidad delictiva en un doble plano (estructura y complejidad interna), pero, además, en distinta cantidad. No se puede deducir de nuestros datos, pero en general se considera que las ciudades muestran ratios de mayor criminalidad que las zonas rurales (M. Weisser, N. Castan). Mientras que en los pueblos es posible conocer a los vecinos y controlar a los extraños, forasteros, recién llegados, etc., en las ciudades, y sobre todo en la capital, todo ello se vuelve muy difícil o casi inviable. Es hacia la ciudad donde se dirige la masa de vagabundos que circulan por los caminos, a donde van los que se quedan sin trabajo en busca de una oportunidad, etc. Es sintomático que en la gran cantidad de «crides», «edictes» y pragmáticas que dictaron los virreyes en esta época, aunque en principio dirigidas con carácter general a todos los lugares del reino, la mayor preocupación estuvo siempre en la aplicación y en la represión de la delincuencia en la ciudad de Valencia, ya lo dijesen expresamente o se infiera tácitamente de su contenido.
2.4 MARGINALIDAD Y DELINCUENCIA SOCIAL
En el sentido amplio que tomamos de la palabra delincuencia, como conjunto de conductas reprobables socialmente (delitos, «crims», inmoralidades, medidas preventivas, etc.), recogidas en normas legales, perseguibles por la justicia (de oficio o solo a instancia de parte), tal como ya expusimos, encontramos variables cuya diferenciación resulta fundamental.
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