SOLAR, NACIÓN Y LINAJE. ESPAÑA EN LA ARISTOCRACIA DEL SIGLO XVI
La literatura reciente nos ha hablado de la aparición y el uso frecuente de una idea de España ya desde el siglo XV. Como es lógico, esa idea nada tenía que ver con un concepto de nación que, en la época, se refería más bien a una comunidad de nacimiento, muchas veces de carácter restringido. Pero como en otras áreas de Europa, las raíces de esa idea se hunden en las corrientes del Humanismo que intentaron ver en la antigüedad clásica (e incluso en situaciones anteriores) un claro precedente: España, no era sino el fruto de la «reconstrucción» de Hispania en el largo proceso de la Reconquista. 10 Influyó en ello además, el desarrollo de lenguas cultas que, no solo en la Península, sino también en otros muchos países, se irían imponiendo, poco a poco por cierto, como lenguas oficiales sobre un mosaico lingüístico que, en algunos países como Francia, por no hablar de Italia, llegaría hasta la Revolución francesa. No hay que decir que en ese proceso se vio inmersa ya una buena parte de la clase señorial. 11 Incluso en Italia, Il Cortiggiano de Castiglione, un auténtico «manual de nobles», hablaba de Italia y del italiano como lo que daba cohesión a ese espacio político.
Por otra parte, es evidente la importancia de una imagen de España que se percibe ya en Castilla y que a finales del siglo XVI está plenamente configurada. Como se ha dicho, se ha hablado sobre todo de la importancia de las distintas monarquías en ese proceso. 12 Ese hecho sería asimismo reflejado por la literatura político-económica del arbitrismo, cada vez más intensa a medida que se entraba en un periodo de crisis política desde finales de dicha centuria. Así, la conciencia de postración política y económica hizo aparecer entre no pocos arbitristas una introspección colectiva que apuntaba a una «España» que debía ser restaurada. 13 Y es interesante subrayar que buena parte de ese discurso, desde Sancho de Moncada a Martínez de Mata, se sustentaba en una reacción, por razones económicas sobre todo, contra los genoveses y contra las otras «naciones» que colaboraban en la ruina del comercio, la industria y la agricultura, o que había que mantener por indolentes, como los gitanos. 14 Se olvida a menudo que esa visión se fragua asimismo en la experiencia de lo global derivada de la expansión americana y asiática. Obras como el Quijote , por lo demás, dejan clara la importancia del término España, al menos como espacio conceptual de referencia. 15 Y algo similar se pudiera decir de la Historia General de España , del Padre Mariana, quien hace girar toda la obra en torno a este concepto. 16 Un concepto que, por cierto, se habría de asociar, a propósito de la rivalidad con Enrique IV de Francia, con el de «Monarquía de España», 17 expresión, sin embargo, que no era totalmente nueva. 18
Pero ¿qué se puede decir de la literatura más propiamente nobiliaria al respecto? En realidad, no hay una pauta única. Tenemos obras, como la Historia de la casa de Lara de Salazar y Castro, en las que ni aparece prácticamente el concepto, ni se percibe explícitamente un discurso que nos refiera al concepto de España. 19 Las hay, sin embargo, en las que dicho concepto puede alcanzar la reiteración machacona. Es el caso del Libro de los Girones. Compendio de algunas historias de España , del licenciado Gudiel. 20 Esa disparidad es significativa y lógica. Buena parte de las obras de literatura nobiliaria, en particular si se trataba de nobiliarios, historias de linajes, etc., eran obras de encargo. Estaban, pues, sujetas a las intenciones del comitente y este, por lo general, pretendía sobre todo ensalzar, en buena medida por razones muy prácticas, el linaje, otra comunidad (imaginada también en cuanto que era una realidad atemporal de la que no se conocía a muchos de sus ancestros) 21 que, si no alternativa, podía entrar en conflicto con las comunidades imaginadas de nacimiento (naturaleza, con frecuencia asociada a lugar de nacimiento o patria ) o de fidelidad vasallático-política (el rey). 22
Lo cierto, en cualquier caso, es que una imagen de España está muy presente en no pocos de los tratados encargados por la aristocracia de la época. Un caso interesante es el del Libro de los Girones antes citado. Su propio título es ya expresivo de que no se trata de contar una historia de España. Se trata de escribir la historia de la Casa. Como otras en su género, difiere mucho de las obras clásicas de F. de Pulgar o de F. Pérez de Guzmán. 23 Estos se ocupan de individualidades separadas, a las que se llega a retratar hasta por sus rasgos físicos, en la línea del Humanismo renacentista que exaltaría el surgimiento del individuo, y, en un segundo lugar, se hace referencia muy colateral a los linajes, de los que la concepción de la época no podía separar al individuo. En el Compendio , los individuos están presentes (a alguno, cercano, se le llega a retratar física y espiritualmente), pero la propia disposición de la obra y su concepción cronológica o su introducción sobre el sistema de nombres y apellidos en Castilla son una muestra de que se trata de hablar del linaje, cuya evolución se completa con un estudio de otras casas con las que se han creado lazos importantes. No cabe duda de que la comunidad imaginada más importante de la obra es la casa de los Girones.
Gudiel, sin embargo, usa un vocabulario muy expresivo de la existencia de otros referentes. Las menciones de «España» y, sobre todo, de «nuestra España» son abundantísimas. 24 Expresiones como «los linajes nobles de nuestra España» (p. 4r) pueden incluso llevar a pensar en la posibilidad de que haya linajes «de España», que cruzan las fronteras entre los «Reynos de España» (otra expresión frecuente). Cuando habla de sus estados, el marco comparativo no es Castilla, sino «España» (prólogo s.p.). Y, a menu-do, España parece como la referencia a la hora de hablar de la importancia de sus linajes y la excelencia de sus «varones» (p. 1r) o se refiere a cómo las hazañas de estos señores hubieran sido «sumamente alabadas de los romanos y Griegos, si fueran naturales de su patria y nación». 25 España es además un concepto que comprende a Castilla y la rebasa: «Esto verá muy claro quien leyere todas las historias Latinas de España […] y todas las castellanas, que comúnmente andan impresas, y otras de mano». Su libro va dirigido a «ilustrar nuestra España, y descubrir tan gran tesoro, de que tan rica y ennoblecida esta con los admirables hechos de sus naturales». «Me parecio que –sigue Gudiel– dos caminos ay los mas claros y descubiertos, aunque poco seguidos, para inquirir los principios antiguos, y la nobleza envejecida de los Españoles». 26 Se refiere a que se pueden usar las «cronicas Españolas» y los «libros escritos de mano, que algunos curiosos aficionados a su nación han hecho de la nobleza Española». E incluso en un desliz, que posiblemente no es casual, Gudiel habla de Carlos V, como rey de España. 27 O se refiere más adelante a «la victoria que los Españoles tuvieron de los Franceses». 28
España parece sufrir así no pocos deslizamientos semánticos por los que pasa de un referente clásico, que es el espacio físico en el que actúan los Girón, una simple carcasa donde estos se desarrollan y engrandecen, a una unidad recuperada por la nobleza. Pues, en efecto, frente a la «Restauración política de España» de Sancho de Moncada, de lo que habla Gudiel es de la «recuperación» o «reconstrucción» de España. De hecho, como queda comentado, el libro entero es un relato de la labor de los Girones y otras familias en lo que, no solo Gudiel, sino Moreno de Vargas y todos los tratadistas de la nobleza, consideraron que fue la gran labor de la monarquía y de la nobleza: la reconstrucción o recuperación de esta España «tomada» o «destruida» por los moros; una empresa en la que las noblezas de todos los reinos se habrían empeñado y hermanado y que tendría en Granada, con el concurso de esas noblezas, su último episodio. 29 Y una empresa que se habría continuado con el reforzamiento de otra identidad –la de católico– que se prolonga en el siglo XVI en su mecenazgo religioso, la caridad, la beneficencia, etc. 30 A esa España, por otra parte, no se la sirve. Se sirve al monarca y no hay ni una frase en ese primer sentido en el texto. 31 A España se la recupera. Pero, además, no son pocas las obras de la época que en su relato enfatizan un hecho para nosotros hoy bien conocido, como se ha dicho. La Reconquista fue, a menudo, una empresa común en la que se mezclan familias y linajes de origen solariego muy diverso, que van desde Vizcaya al Pirineo catalán y a Galicia y, cómo no, también a Portugal e incluso a Fran-cia. Dejaré para otra ocasión lo que eso significa, pero quizá sea conveniente investigar lo que en el imaginario colectivo de las noblezas peninsulares podía suponer el concebir la reconquista como una empresa común de linajes transfronterizos. 32
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