«No digáis que nuestro señor es cristiano, pues no es cristiano sino moal [mongol]». En efecto, el nombre de cristiano les parece propio de un pueblo, y están tan henchidos de soberbia que, aunque quizá crean algo en Cristo, no quieren sin embargo llamarse cristianos, con el propósito de exaltar su nombre, es decir, el de moal, sobre todos los demás; tampoco quieren recibir el nombre de tártaros. (Gil, 1993: 323)
Las lenguas eran también fronteras. Esta cita de la Embajada a Tamorlán nos pone sobre aviso de varias cuestiones. Cuando los embajadores llegan a la ciudad de Cermit, leemos:
Esta ciudad solía ser de la India Menor e agora es del imperio de Samaricante […]; e se llama tierra de Nogalia, e la lengua se llama mogalia. E no se entiende esta lengua aquende el río, pero que fablan todos la lengua persiana, que d’esta lengua a la persiana ay poco departimiento, pero que la letra que escriben estos de tierra de Samaricante, el río allende, no la entienden ni saben leer del río aquende. E llaman a esta letra mogalí, e el Señor trahe consigo ciertos escrivanos que bien saben escribir esta letra mogalí. (López Estrada 1999: 241)
Debe destacarse el interés del relator de la obra por el nombre de una lengua, su relación con otra, su observación de que los habitantes de una orilla del río entienden una lengua, pero los de la otra orilla no pueden hacerlo, y la referencia a dos tipos de letra.
2. Alfabetos y vocabularios: von Harff y Breidenbach
En el viaje libresco, desde la biblioteca, que narró Mandeville, hay una preocupación sistemática por el tema del lenguaje, que se manifiesta de diversas maneras: traduce vocablos en otras lenguas, aparecen explicaciones etimológicas, referencias a las lenguas vistas como identidad de un pueblo, descripciones o relatos que incluyen noticias sobre el lenguaje gestual, la inclusión de una serie de alfabetos —a la que luego volveré— y alguna consideración sobre la carencia de la palabra entre los salvajes. 3
Algunos de estos alfabetos se reproducen en copias manuscritas, como en la que recoge la traducción aragonesa: el egipcio (f. 8r), el hebreo (f. 26v), el árabe (f. 38v) y el persa (f. 41v). 4Se anuncia el alfabeto caldeo, pero no llega a reproducirse y en su lugar aparece un espacio en blanco.
Pero no fue Mandeville el único viajero que reprodujo alfabetos. He escogido para este ensayo los que aparecen en dos libros de peregrinos: Bernardo de Breidenbach y Arnold von Harff. Me referiré a ellos y a algunos breves glosarios.
2.1. Arnold von Harff
El caballero alemán Arnaldo von Harff nació en 1471 en la baja Renania, entre Colonia y Aquisgrán, no lejos del río Harff (hoy Erft), en un pueblo llamado también Harff, de donde pudo tomar el apellido. Fue estudiante de la facultad de artes en la Universidad de Colonia. El relato de su viaje revela que tenía conocimientos de geografía y astronomía, de historia bíblica y de hagiografía, y muestra también un interés grande por las lenguas y sus alfabetos. Arnaldo von Harff partió el 7 de noviembre de 1496 de Colonia y regresó el 10 de octubre de 1498, y en cuanto tuvo oportunidad se unió a mercaderes que conocían los caminos y las lenguas. Recorrió una parte muy extensa de Europa y algunos lugares de África y Asia: Alemania, Austria, Italia, Yugoslavia, Albania, Egipto, Grecia, el Sinaí, Arabia, Adén, Jerusalén y Santos Lugares, Siria, Beirut, Turquía, Bulgaria, Hungría, Francia y España (una parte del Camino de Santiago, hasta Finisterre). No llegó a la India, Madagascar y otros lugares, y sustituyó su experiencia personal por información tomada de los relatos de Marco Polo, de Mandeville y de la obra geográfica de Ptolomeo. Algunos topónimos africanos coinciden con los de la Cosmographiae introductio de Waldseemüller (1507), posterior al viaje de von Harff, pero quizá uno y otro consultaran la misma fuente. Von Harff debió de escribir su libro en dos etapas: en el transcurso del viaje tomaría nota de las distancias (una y otra vez se mencionan las millas) y los topónimos, y transcribió algunas frases y palabras, y en una segunda etapa añadiría los alfabetos y otras noticias, así como los más de cuarenta dibujos con los que ilustró su texto.
A medida que recorrió países y regiones, el viajero se refirió a las lenguas y, junto a algunos alfabetos, transcribió un pequeño vocabulario, unas cuantas frases que provienen del habla cotidiana. Incluyó glosarios de nueve lenguas: esloveno, albanés, griego, árabe, hebreo, turco, húngaro, euskera y bretón, y los alfabetos del griego, árabe, caldeo, etíope, copto, hebreo y armenio (Fig. 1 y 2).
Fig. 1: Glosario hebreo (von Harff)
Von Harff no viajó solo, sino acompañado de mercaderes y de algún intérprete. En Venecia contrató un traductor para las lenguas orientales, que le prestó grandes servicios. Siempre encontró en lugares apartados a campesinos o a nobles que le suministraron informaciones muy valiosas. Un gran señor de Eich (del cantón de Lucerna) le facilitó la visita para contemplar las reliquias de Ravenna y un armero alemán le mostró las obras de fortificación en Methoni en el Peloponeso. En El Cairo se encontró con dos mamelucos de Danzig, que le consiguieron un salvoconducto para el sultán, un franciscano que venía de una comunidad de San Truiden (Bélgica) le explicó el significado de los santos lugares en Jerusalén y un caballero de Estiria le explicó cómo debía comportarse ante el sultán turco en Estambul.
Fig. 2: Muestra de alfabeto árabe (von Harff)
Los vocabularios son muy concisos y tienen un sentido muy práctico. Harff anotó cómo se decían (o pronunciaban) algunas palabras esenciales para la vida cotidiana, como pan, agua, comida, albergue, dormir, etc., y algunas frases útiles para desenvolverse. A pesar de los errores que puedan percibirse, dialectólogos y especialistas de varias disciplinas han estudiado los alfabetos y las humildes listas de palabras pues, en muchos casos, son los primeros y únicos testimonios que se conservan de algunas lenguas, como el albanés primitivo o un dialecto bretón, por ejemplo. 5A Harff no le interesaron ni el gallego ni el castellano, de los que no recogió ni un solo término.
Fig. 3: Muestra de glosario (von Harff)
Quiero destacar que la recopilación del viajero no es caótica ni arbitraria y no carece de orden. A la hora de presentar las listas de palabras de una lengua o sus alfabetos, suele escribir prácticamente las mismas frases, y la lista de palabras y expresiones que recoge es bastante parecida en todas ellas. En el caso del esloveno escribe:
Esta ciudad —Ragusa— es en el reino de Croacia y aquí se habla por todas partes la lengua eslovena, que llega muy lejos […] a través de Eslovenia, a través del reino de Polonia, por los reinos de Dalmacia y de Croacia. He recogido algunas palabras de la lengua, tal y como están escritas aquí abajo.
Del turco dice que sus hablantes: «Tienen una lengua muy particular, de la que he retenido algunas palabras tal y como está escrito aquí abajo». Al referirse al húngaro escribe: «como atravesamos este reino de Hungría, he conservado algunas palabras de su lengua y he escrito los nombres aquí abajo» (Fig. 3).
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