AAVV - Viajeros en China y libros de viajes a Oriente (Siglos XIV-XVII)

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Viajeros en China y libros de viajes a Oriente (Siglos XIV-XVII): краткое содержание, описание и аннотация

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Entre la Edad Media y el siglo XVII, los primeros viajeros europeos que abrieron caminos hacia los horizontes ignotos de Asia y China, empezando por Marco Polo, relatan sus fascinantes periplos dentro de una tradición bien consolidada: el libro de viajes. Comerciantes, embajadores, peregrinos o misioneros -curiosos empiristas 'avant la lettre' muchos de ellos- nos hacen partícipes del tesoro de sus peripecias a través de relatos precisos, rudos y magnéticos. Los viajeros dibujan al fresco sus hallazgos y a la vez pugnan por interpretar, en clave occidental, los nuevos mundos de un Oriente -para ellos y aún para nosotros- imprevisible e inabarcable. Los trabajos de este volumen plantean aproximaciones trasversales a lo que pudo suponer la aventura de escritura de estos libros de viajes -documentos ricos e inapreciables-, abordando temas que atañen a la historia de la literatura y a la historia social y de las mentalidades.

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4. Sinestopía y «relato de viaje»

Fue Bajtin, como sabemos, quien adaptó el concepto de «cronotopía» a la literatura y, más concretamente, a la novela griega antigua. Insistía Bajtin en su aprovechamiento para la distinción de los géneros y de sus variantes a lo largo de la historia. No pretendiendo ahora analizar el desarrollo del cronotopo del «relato de viaje» en la historia de la literatura, lo que excedería el límite razonable de este trabajo, no estaría de más apuntar algunos de los posibles rasgos dominantes del cronotopo del género. El propio Bajtin, al trazar los rasgos de la novela griega de aventuras, se asoma también a los elementos comunes que comparte con otros géneros de la literatura antigua, como la denominada por él novela geográfica que, a mi parecer, coincide con la que comenté al hablar de la tradición historiográfica.

Las similitudes de algunos elementos entre ambos géneros son claras, aunque no lo sean sus respectivas funciones. Lógicamente los relatos historiográficos, más en consonancia, como vengo diciendo, con los «relatos de viaje» —y menos con las «novelas de viaje»—, asumen los mismos principios estructurales.

El universo de la novela geográfica, dice Bajtin, no se parece al universo de la novela de aventuras (1991: 256-257). Efectivamente, mutatis mutandis , el universo poliano se encuentra alejado de los universos ficcionales de su época en los que el elemento narrativo actuaba como eje del relato, mientras que en el de Polo será la descripción de las tierras, sus habitantes, su religión, sus costumbres, etc., la que actúe como médula del relato. Este hecho primordial se manifiesta en que el universo descrito en el libro parte de una realidad que se impone a la ficcional: la instancia narrativa (Marco Polo) se identifica con la figura del mercader veneciano que dicta sus vivencias a Rusticello. Este hecho imprime al relato una visión anclada en la experiencia biográfica que, al partir de una cosmovisión propia y unas vivencias determinadas, contrasta con las de la nueva realidad:

Hemos ido contando todo lo que se puede saber de los tártaros y de los sarracenos, así como de sus usos y costumbres; y también todo lo que se puede explorar y conocer de los otros países del mundo. No hemos hablado ni dicho nada del Mar Negro ni de las regiones que lo circundan, aunque todo aquello lo hemos explorado detenidamente. Y es que nos parece ocioso hablar de cosas innecesarias, inútiles o más que sabidas; ese mar ha sido explorado y navegado incesantemente por muchos, entre los que se puede citar a los venecianos, genoveses, pisanos y muchos otros que viajan por él a menudo y lo conocen perfectamente. Esa es la razón por la que callo y no digo nada sobre él. (p. 354)

Como consecuencia, el narrador/protagonista/autor (Marco Polo) del «relato de viaje», frente a los otros autores de «novelas de viaje», es un hombre de carne y hueso que experimenta una transformación vital en el proceso del viaje. El cronotopo del «relato de viaje» se compone pues de un espacio real, el Asia profunda, que recorre el viajero y en el que vive durante un tiempo real que abarca específicamente el tiempo biográfico invertido, en el caso concreto de Marco Polo casi veinticinco años. El final del libro lo resume adecuadamente:

De cómo nos marchamos de donde el Gran Khan ya hablamos al comienzo de este libro, en ese capítulo donde relatamos la desazón y congoja que experimentaron micer Mateo, micer Nicolás y micer Marco al pedirle al Gran Khan permiso para marcharse. Y en ese mismo capítulo se relata la aventura de nuestra partida. De no haber sido por la tal aventura, quizás nunca hubiéramos iniciado el viaje y difícilmente habríamos regresado a nuestra tierra.

Pero creo que plugo a Dios que regresásemos para que pudiesen saberse las cosas que hay en el mundo. Y como dijimos al comienzo de este libro, no ha habido jamás un hombre —cristiano, sarraceno, tártaro o pagano— que haya explorado tantas cosas del mundo como lo hizo micer Marco, hijo de micer Nicolás Polo, noble y gran ciudadano de la ciudad de Venecia. (p. 354)

Hasta aquí la breve reflexión acerca del cronotopo, necesariamente sumaria, en relación con el libro de Marco Polo. Quedaría pendiente ver su evolución a lo largo de la historia o, lo que es lo mismo, observar el desarrollo del género desde la antigüedad hasta nuestros días.

Pero lo que quiero ahora apuntar o, mejor, esbozar, es el rendimiento que para los «relatos de viaje» puede aportar un concepto nuevo, la «sinestopía», que propongo al hilo de las reflexiones sobre la «cronotopía» bajtiniana. 6Incorporo este nuevo término al reparar a menudo en el hecho de que los sentidos (determinados sentidos) aparecen aferrados a determinados espacios (a través de objetos o personas), dependiendo de las épocas, de los viajeros y de los fines de los viajes. Aunque no exclusivo de los «relatos de viaje», por su frecuencia e interés podría llegar a considerarse como un rasgo distintivo del género. Descubrir los sentidos que el viajero privilegia en su relato y con qué realidades están asociados, puede ser un instrumento útil para el estudio de la evolución del género y para la historia de los sentidos en general. Su incorporación al campo literario es síntoma de los cambios de «sensibilidad» que se preparan con el advenimiento del renacimiento y de la filosofía moderna.

En el caso de Il Milione no parece que la «sinestopía» esté vinculada a más sentido que la vista y, en ocasiones, al oído. Habría que ver con detalle en otros relatos medievales si el sentido del olfato, del gusto o del tacto o del oído son también casi «invisibles». En Marco Polo, aunque surgen momentos en que podrían erigirse como motores de las descripciones, apenas adquieren algún protagonismo. A pesar de las numerosas ocasiones en que se nos habla de las especias, se sigue utilizando para su descripción el sentido de la vista. Por todas partes aparecen la pimienta (p. 306), el almizcle (p. 171), la mirra (p. 121); por no enumerar las veces en que se nombran minerales, tejidos, líquidos, plantas, comidas exóticas, etc., que podrían haber sido descritas por su tacto, por su olor o por su sabor. Se menciona el origen de determinados tipos de seda (p. 113), de muselinas (p. 114), de gemas (p. 124), se habla de las minas de hierro y de alinde (pp. 113, 131 y 154), por no citar las continuas referencias a la comida: pistachos, manzanas del paraíso, dátiles (p. 125), sal (p. 137), peces (p. 190). La riqueza de productos mencionados es extraordinaria, pero en ningún momento la descripción se inclina ni por el olfato, ni por el tacto, ni por el gusto, ni por el oído, y no por falta de ocasiones, insisto, sino porque la manera de describir la realidad circundante no ha alcanzado aún su madurez. De las contadas ocasiones en que el sentido de la vista es completado con alusiones táctiles y gustativas lo encontramos en el capítulo 37 en que describe el penoso paso por el desierto:

Durante tres jornadas no se encuentra agua si no de color verde, salada y amarga; basta beber una gota para sufrir diez ataques de desarreglos intestinales, y lo mismo ocurre si se ingiere una pizca de la sal que produce; de ahí que sea necesario llevar de beber para todo el trayecto. (p. 130)

En suma, el libro de Marco Polo muestra aún una «sinestopía» limitada al sentido de la vista, del que dependía, junto con el del oído, como vimos al principio, la credibilidad del relato. La incorporación en las descripciones de los cinco sentidos enriquecerá notablemente los relatos, pero para ello habrá que esperar todavía un par de siglos. Quizá el descubrimiento del Nuevo Mundo, con el papel desempeñado por las especias, de nuevo, y los metales preciosos y las comidas exóticas, propicie el desperezamiento descriptivo de los viajeros y ponga en funcionamiento en sus descripciones los sentidos del tacto, el gusto, el olfato y el oído en relación con los nuevos espacios de las nuevas realidades. 7Un par de ejemplos puede ser suficientes para ilustrar lo que vengo diciendo. Proceden del libro V de la primera Década de Mártir de Anglería. Las descripciones incluyen ya todos los sentidos: en el primer ejemplo, en concreto, sobre todo el gusto y el tacto; en el segundo, sobre todo el oído y, aunque alusivamente, el olfato. Son ya, sin ningún género de duda, los protagonistas absolutos de la descripción:

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